Los errores de
un deprimido
( 1 R. 19:1-18) 1Acab
dio a Jezabel la nueva de todo lo que Elías había hecho, y de cómo había matado
a espada a todos los profetas. 2Entonces envió Jezabel a Elías un
mensajero, diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a
estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos. 3Viendo,
pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba,
que está en Judá, y dejó allí a su criado.
4Y él se fue por el desierto un día de camino,
y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh
Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.
5Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo:
Levántate, come. 6Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una
torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió
a dormirse. 7Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó,
diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. 8Se
levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta
días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios.
9Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y
vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? 10El
respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los
hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a
espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida.
11El le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante
de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que
rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no
estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el
terremoto. 12Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en
el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado. 13Y cuando
lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de
la cueva. Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?
14El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos;
porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y
han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para
quitarme la vida. 15Y le dijo Jehová: Ve, vuélvete por tu camino,
por el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria.
16A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de
Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar. 17Y
el que escapare de la espada de Hazael, Jehú lo matará; y el que escapare de la
espada de Jehú, Eliseo lo matará. 18Y yo haré que queden en Israel
siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo
besaron.
En el mundo occidental se está viviendo un fenómeno que aparece
con inusitada frecuencia: la depresión, síndrome caracterizado por una tristeza
profunda. La persona deprimida ve de color oscuro todas las cosas. Nada la
motiva. Todo le es indiferente. Lo mismo le da vivir que morir. En los casos
extremos, cuando la depresión adquiere un carácter marcadamente patológico,
incluso la idea del suicidio se presenta como una posibilidad no descartable.
En estos casos la ayuda del especialista es del todo
aconsejable. Pero son muchos los casos en que, sin llegar a tales extremos, se
cae en la indiferencia hacia todo; todo le es igual al deprimido.
Su situación es comparable a la de alguien que cae en un pozo
oscuro y profundo. ¿Hay alguna posibilidad de salir de él?
El profeta Elías
nos ayuda a encontrar la respuesta (léase el capítulo 19 del primer libro de
Reyes). El relato bíblico es sumamente aleccionador. Elías es uno de los más
grandes profetas en uno de los periodos más difíciles de la historia de Israel.
Aparece súbitamente, como un rayo en la oscuridad, como una flecha de Dios
dirigida a la conciencia del rey Acab y de todo el pueblo de Israel. La
situación del reino es deplorable. El pueblo está siendo seducido por el
politeísmo; las divinidades paganas de Baal y Aserá, reguladoras de la
fertilidad, atraen de modo creciente la fe de los israelitas. Elías combate la
apostasía con todo su coraje. En un reto impresionante desafía a los sacerdotes
de Baal a participar en una prueba decisiva en el monte Carmelo.
El profeta de
Yahveh triunfa clamorosamente, y el pueblo exclama: «Yahveh es el Dios! ¡Yahveh
es el Dios!»
( 1 R. 18:20-40) 20Entonces Acab
convocó a todos los hijos de Israel, y reunió a los profetas en el monte
Carmelo. 21Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta
cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios,
seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra.
22Y Elías volvió a decir al pueblo: Sólo yo he
quedado profeta de Jehová; mas de los profetas de Baal hay cuatrocientos
cincuenta hombres. 23Dénsenos, pues, dos bueyes, y escojan ellos
uno, y córtenlo en pedazos, y pónganlo sobre leña, pero no pongan fuego debajo;
y yo prepararé el otro buey, y lo pondré sobre leña, y ningún fuego pondré
debajo. 24Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses, y yo
invocaré el nombre de Jehová; y el Dios que respondiere por medio de fuego, ése
sea Dios. Y todo el pueblo respondió, diciendo: Bien dicho. 25Entonces
Elías dijo a los profetas de Baal: Escogeos un buey, y preparadlo vosotros
primero, pues que sois los más; e invocad el nombre de vuestros dioses, mas no
pongáis fuego debajo. 26Y ellos tomaron el buey que les fue dado y
lo prepararon, e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía,
diciendo: ¡Baal, respóndenos! Pero no había voz, ni quien respondiese; entre
tanto, ellos andaban saltando cerca del altar que habían hecho. 27Y
aconteció al mediodía, que Elías se burlaba de ellos, diciendo: Gritad en alta
voz, porque dios es; quizá está meditando, o tiene algún trabajo, o va de
camino; tal vez duerme, y hay que despertarle. 28Y ellos clamaban a
grandes voces, y se sajaban con cuchillos y con lancetas conforme a su
costumbre, hasta chorrear la sangre sobre ellos. 29Pasó el mediodía,
y ellos siguieron gritando frenéticamente hasta la hora de ofrecerse el
sacrificio, pero no hubo ninguna voz, ni quien respondiese ni escuchase.
30Entonces dijo Elías a todo el pueblo: Acercaos a mí. Y todo el pueblo
se le acercó; y él arregló el altar de Jehová que estaba arruinado. 31Y
tomando Elías doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de
Jacob, al cual había sido dada palabra de Jehová diciendo, Israel será tu
nombre, 32edificó con las piedras un altar en el nombre de Jehová;
después hizo una zanja alrededor del altar, en que cupieran dos medidas de
grano. 33Preparó luego la leña, y cortó el buey en pedazos, y lo
puso sobre la leña. 34Y dijo: Llenad cuatro cántaros de agua, y
derramadla sobre el holocausto y sobre la leña. Y dijo: Hacedlo otra vez; y
otra vez lo hicieron. Dijo aún: Hacedlo la tercera vez; y lo hicieron la
tercera vez, 35de manera que el agua corría alrededor del altar, y
también se había llenado de agua la zanja.36Cuando llegó la hora de
ofrecerse el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: Jehová Dios de
Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y
que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas.
37Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh
Jehová, eres el Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos. 38Entonces
cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el
polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja. 39Viéndolo todo
el pueblo, se postraron y dijeron: ¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!
40Entonces Elías les dijo: Prended a los profetas de Baal, para que no
escape ninguno. Y ellos los prendieron; y los llevó Elías al arroyo de Cisón, y
allí los degolló..
Lo acaecido desata las iras de la corte real ( 1 R. 19:1-2) 1Acab dio a Jezabel la nueva de todo lo que Elías
había hecho, y de cómo había matado a espada a todos los profetas. 2Entonces
envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me
añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de
ellos. , y Elías, dominado por el temor, decide huir.
Su valentía de pronto se convierte en depresión irreprimible.
Brillante en muchos aspectos, Elías también tuvo sus puntos
oscuros. Fue, como diría Santiago, «hombre de pasiones semejantes a las
nuestras» ( Stg. 5:17) 7Elías
era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente
para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses.. Y de semejantes errores.
1. El error de
olvidar la soberanía de Dios
El fugitivo Elías llega al desierto al Sur de Beerseba.
Acurrucado a la sombra de un enebro, se compadece de sí mismo. «Se deseó la
muerte y dijo: ¡Basta ya, Señor! Quítame la vida» ( 1 R. 19:4) 4Y
él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un
enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no
soy yo mejor que mis padres..
Curiosa contradicción. Desea la muerte uno que huye de ella.
Pero ¿quién era él para decir «Basta ya»? Nuestra vida y está siempre en las
manos de Dios. Sólo él sabe cuándo llega nuestra hora. Antes de esa hora, nada
ni nadie podrá estorbar los planes que el Altísimo tiene para la vida de cada
uno de sus hijos. Jezabel era poderosa y malvada; pero Dios era infinitamente
más poderoso.
Nuestra mayor preocupación debiera ser siempre la misma que
tuvo el Señor Jesucristo: Jn. 9:4 4Me
es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la
noche viene, cuando nadie puede trabajar..
En ese quehacer hemos de perseverar, sin huidas ni
deserciones. Todos los acontecimientos de nuestra vida están bajo el control
del Todopoderoso. Y todos responden a una finalidad positiva, sabia y buena.
Así pudo comprobarlo Elías tras sus experiencias en el desierto.
2. El error de
infravalorar su obra
«No soy yo mejor que mis padres» dijo Elías, amargamente
decepcionado. Así, en su fuero interno, anulaba los efectos de su espectacular
victoria lograda en el monte Carmelo. Piensa que no ha tenido más éxito que sus
predecesores. Pese al triunfo sobre los sacerdotes de Baal, la persecución
desatada contra el profeta le hace pensar que el resultado final es un fracaso.
¿Qué sentido tenía ya su vida? Suele ser frecuente en el deprimido un
sentimiento de baja autoestima injustificado.
Elías tenía durante su depresión una visión incompleta de su
ministerio. Como consecuencia de su amonestación no vio la «conversión» del
pueblo en masa, pero su labor contribuyó a robustecer la fe de una importante
minoría que se mantendría fiel a Yahveh.
También nosotros caemos en el mismo error. Valoramos nuestra
obra por los resultados visibles, no por nuestra sumisión al propósito de Dios.
Olvidamos que el Señor no nos pide éxito, sino fidelidad a él y a su dirección.
En realidad nuestra obra no es nuestra; es de Dios; y él la dirige conforme a
los dictados de su sabia voluntad.
Afortunadamente para Elías, mientras llamaba a la muerte,
hizo acto de presencia el primo de la muerte: el sueño. 1 R. 19:5 5Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y
he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come.
El sueño tiene excelentes efectos reparadores en el
deprimido. Por eso Dios le hace dormir y le da de comer. Una vez repuesto, le
manda caminar hasta Horeb (Sinaí), lugar de resonancias sagradas que evocaba el
ministerio no siempre exitoso de Moisés. También él, Elías, allí encontró a
Dios, que no le abandonaba. Sus errores no movieron a Dios a desecharlo como
ineficaz.
3. El error de
aislarse totalmente
«Se metió en una cueva» ( 1 R. 19:9) 9Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y
vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?. ¿Seguía temiendo
que los soldados de Acab le dieran alcance?
Si al anochecer se hubiese quedado fuera de la cueva,
posiblemente la luna o las estrellas, la amplitud del espacio abierto y la
brisa, habrían infundido serenidad a su espíritu. Pero no, Elías se mantuvo en
el interior de la cueva, sin más compañía que la de su amargura y su
frustración. En un estado de incontrolable ansiedad.
¿Y nosotros? ¿No pasamos gran parte de nuestra vida en alguna
de nuestras «cuevas», inmersos en una sombría introspección, viendo fantasmas
donde habríamos de ver ángeles, desastres inminentes donde está a punto de
manifestarse la soberanía y el poder de Dios?
Pero el aislamiento nunca puede ser total. Dios siempre puede
revelar de modo inconfundible su presencia alentadora. Tal fue la experiencia
de Jacob en Betel. Y la de Moisés en el desierto. Ahora el Señor penetra en la
soledad del profeta y le interpela con una pregunta que va a sacarlo de su
ensimismamiento: «¿Qué haces aquí?» ( 1 R. 19:9) 9Y
allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová,
el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?.
La pregunta ¿es una reprensión o una incitación a la
reflexión? Posiblemente ambas. Elías se había distinguido por ser un hombre de
acción valeroso e incansable; pero ahora ¿qué hacía? Hundir su cabeza en el
pecho, deplorando su fracaso en su acción profética. No obstante, Dios, con su
pregunta, quiere librarlo de su introspección. Quiere que su siervo vea su
situación y su ministerio con nuevos ojos, pese a que aún quedan errores que
Elías ha de abandonar.
4. El error de
distorsionar los hechos
La declaración del versículo 10 («...los hijos de Israel han
dejado tu pacto, han derribado tus altares y han matado a espada a tus
profetas. Sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida») es una verdad
a medias. Es cierto lo que Elías dice en las tres primeras frases, pero no la
siguiente: «Yo solo he quedado».
Esta aseveración no sólo es falsa; es también injusta. ¿No
era nadie el intrépido Abdías que, arriesgando su vida, había escondido en
cuevas a cien de los profetas de Yahveh cuando eran perseguidos por el idólatra
Acab? ( 1 R. 18:13) ¿No ha sido dicho a mi señor lo que
hice, cuando Jezabel mataba a los profetas de Jehová; que escondí a cien
varones de los profetas de Jehová de cincuenta en cincuenta en cuevas, y los
mantuve con pan y agua?.
Es innoble exaltar nuestros méritos y virtudes subestimando
los de personas próximas a nosotros. Olvidamos lo positivo de la obra de Dios
en manos de nuestros hermanos. Y perdemos de vista la posibilidad de que
incluso nuestras virtudes estén mezcladas con móviles poco santos. Jehú fue
radical en su acción contra la idolatría imperante en Israel.
Pero no cabe duda que su actuación tenía un móvil de
presunción: «Ven conmigo y verás mi celo por Yahveh» ( 2 R. 10:16) 16y
le dijo: Ven conmigo, y verás mi celo por Jehová. Lo
pusieron, pues, en su carro. ,
al que se unía una exacerbada crueldad ( 2 R. 10:17) 7Y
luego que Jehú hubo llegado a Samaria, mató a todos los que habían quedado de
Acab en Samaria, hasta exterminarlos, conforme a la palabra de Jehová, que
había hablado por Elías.. En el caso de Elías, ¿no se unía a su presunción un
sentimiento de autocompasión desmesurada?
Siempre
será saludable orar como el salmista y pedir a Dios: «¿Quién puede discernir
sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos.» Sal. 19:12. Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame
de los que me son ocultos.
5. El error de
creer que Dios le estaba fallando
Las palabras de Elías en 1 R. 19:10 El respondió: He sentido un vivo
celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu
pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo
yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida.
Suenan a reproche, como si Dios hubiese perdido el control de
la situación. ¿Por qué Dios no había destruido a Jezabel? ¿Por qué no había
inflamado el celo del pueblo de modo que se hubiese amotinado y destronado a
Acab? Cuando Israel, siglos antes, había estado en este lugar, tenía fresco en
su mente el recuerdo de los prodigios obrados por Yahveh. No menos sorprendente
era lo que Elias había visto en el monte Carmelo; pero él parece haberlo
olvidado. Ve en él un Dios paralizado. El Dios de los ejércitos parecía en
aquel momento el Dios de los silencios. Y de la inacción.
En ese momento crítico Dios da a Elías una gran lección:
Yahveh no es sólo el Dios del poder y del juicio. Es también el Dios de gracia
y de misericordia. Esta lección es admirablemente ilustrada por el Señor. Un
viento «grande y poderoso, que rompía los montes y quebraba las peñas sopló
sobre el monte Horeb, pero Yahveh no estaba en el viento. Tras el viento hubo
un terremoto, pero Yahveh no estaba en el terremoto. Tras el terremoto, un
fuego, pero Yahveh no estaba en el fuego. Y tras el fuego se oyó un silbo
apacible y delicado.» (en el original hebreo, literalmente, «un sonido de suave
silencio») ( 1 R. 19:11-12) 11El
le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que
pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las
peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento
un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. 12Y tras el
terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo
apacible y delicado..
Dios había actuado en otras ocasiones con la fuerza del
ciclón o de temible tempestad. Pero ahora lo que Elías necesitaba era «el silbo
apacible», el susurro de una voz que calmara su espíritu atormentado y pusiera
fin a las voces tristes de su alma sumida en la depresión. Era lo que muchos de
nosotros necesitamos cuando la oscuridad nos envuelve y nuestro espíritu se
hunde en el desaliento.
Dios sabe cuándo ha de actuar con el furor de su justicia y
cuándo ha de templar sus juicios con su misericordia ( Éx. 34:6-7) 6Y pasando Jehová por delante de él, proclamó:
¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande
en misericordia y verdad; 7que guarda misericordia a millares, que
perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por
inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y
sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación..
Y Dios no defrauda a Elías. No le falla. Por el contrario,
amorosamente lo restaura y le abre la cautivadora perspectiva de un ministerio
renovado, básico en la realización de sus planes divinos ( 1 R. 19:15-16) 5Y le dijo Jehová: Ve, vuélvete por tu camino, por el
desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria. 16A
Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de
Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar..
Aprendamos las lecciones derivadas de los errores de Elías:
1. Dios es soberano, pese a los misterios de su providencia.
2. La obra que nos ha encomendado no quedará sin fruto.
3. La realidad de nuestras circunstancias oscuras no es tan
terrible como nos parece.
4. Dios jamás nos falla.
4. Dios jamás nos falla.
5. Dios no es sólo Dios de juicio y poder; también lo es de
gracia y misericordia.
Conclusión: Salgamos de nuestras
cuevas y volvamos a nuestro puesto de servicio en la familia, en la iglesia, en
la sociedad. Sólo de ese modo seremos librados de la depresión para vivir en
las alturas de la comunión con Dios y de servicio para su gloria.
Sal. 42:5 ¿Por qué
te abates, oh alma mía,
Y te turbas
dentro de mí?
Espera en Dios;
porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.