83 - Si el mundo os aborrece...» Los cristianos
ante la oposición y el rechazo
¿Se han reído alguna vez de tu fe? ¿Se burlan de tus
principios morales, de tu conducta y te tildan de «anticuado»? ¿Has llegado a
tener problemas en el trabajo, incluso hasta el punto de perder oportunidades
de mejorar profesionalmente a causa de tu testimonio? ¿Se ha roto una buena
relación por ser coherente con tus principios cristianos? La respuesta
afirmativa a estas preguntas significa que has experimentado formas de oposición
a tu fe, abiertas o sutiles.
Por
ello necesitamos refrescar nuestras fuerzas cansadas de bregar en un mundo cada
vez más hostil al cristianismo. Con este propósito nada mejor que recurrir a la
llamada Carta Magna del Evangelio -el Sermón del Monte
Mt. 5:1-12- 1Viendo la multitud, subió al monte; y
sentándose, vinieron a él sus discípulos. 2Y abriendo su boca les
enseñaba, diciendo:
3Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
4Bienaventurados los que lloran, porque
ellos recibirán consolación.
5Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán
la tierra por heredad.
6Bienaventurados los que tienen hambre y
sed de justicia, porque ellos serán saciados.
7Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
8Bienaventurados los de limpio corazón,
porque ellos verán a Dios.
9Bienaventurados los pacificadores, porque
ellos serán llamados hijos de Dios.
10Bienaventurados los que padecen
persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los
cielos.11Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os
persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. 12Gozaos
y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así
persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
Recordar el consuelo que el Señor da a todo al que sufre
algún tipo de oposición a causa de su fe.
Bienaventurados los que padecen persecución
Las Bienaventuranzas no son un conjunto de frases o
exclamaciones aisladas; forman un todo que se va desarrollando progresivamente
hasta alcanzar un clímax. Podríamos compararlo a los peldaños de una escalera
que nos lleva a un lugar alto.
Cada peldaño tiene relación con el anterior y con el que le
sigue, son interdependientes e inseparables. Esta secuencia natural se inicia,
de forma lógica, con la identidad básica del discípulo de Cristo: declararse
«pobre en espíritu» es algo así como el carnet de identidad del creyente. El
concepto que yo tenga de mí mismo va a ser la pauta que moldee todas mi
relaciones con los demás y, en especial, con Dios.
Si me siento rico, no voy a necesitar a Dios; ésta es la
razón por la que tantas personas hoy dicen no tener necesidad de un Dios
personal, porque al igual que la iglesia de Laodicea afirman, llenos de
autocomplacencia, «yo soy rico y me he
enriquecido y de ninguna cosa tengo necesidad» Ap. 3:17.
La autosuficiencia ha sido siempre una de las raíces de la rebeldía del hombre
con Dios y fuente de la mayoría de sus problemas de relación con el prójimo.
Por tanto, el inicio de las Bienaventuranzas parece lógico
porque nadie puede acercarse a Dios si no es de rodillas, con la humildad del
«pobre en espíritu». También los peldaños siguientes de la escalera nos parecen
naturales porque describen una serie de cualidades esenciales del discípulo de
Cristo, la mayoría de ellas relacionadas con el carácter moral del creyente.
En la vida cristiana las actitudes vienen antes que los
actos, el ser antes que el hacer. La ética del discípulo, su conducta, es
siempre consecuencia de su nueva naturaleza espiritual.
Sin embargo, la «escalera» de las Bienaventuranzas termina de
forma sorprendente. Nos lleva a un clímax inesperado. Después de referirse a
los pacificadores, la mención de la persecución parece, a primera vista,
extraña. Pero no lo es. Y aquí es donde se hace evidente la relación estrecha
de cada Bienaventuranza con la inmediata anterior.
Jesús
sabía muy bien que cuando el discípulo vive a la altura de las demandas morales
de estas Bienaventuranzas y refleja el carácter de Cristo, se convierte en sal
y luz ( Mt. 5:13-16) 13Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se
desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser
echada fuera y hollada por los hombres.14Vosotros sois la luz del
mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. 15Ni
se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y
alumbra a todos los que están en casa. 16Así alumbre vuestra luz delante
de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro
Padre que está en los cielos.,
Lo
cual es molesto para muchos. El hombre natural, no regenerado, no soporta que
el creyente alumbre a su alrededor poniendo al descubierto la suciedad moral en
tantas áreas de su vida. Por ello reacciona con frecuencia haciéndole «la vida
imposible» al creyente, con una oposición que puede revestir las más diversas
formas, desde el martirio hasta la burla cínica. Una fe comprometida, aplicada
a cada área de la vida, molesta. Por el contrario, una fe «descafeinada» pasa
inadvertida y no despierta ninguna reacción alrededor. En este aspecto, el
grado de oposición que un creyente experimenta se convierte en un buen
termómetro –no el único, por supuesto- de la coherencia de nuestra vivencia
cristiana.
La oposición es algo natural en la vida del creyente
Según la enseñanza de Jesús en este texto, sufrir persecución
forma parte del grupo de ocho cualidades morales que definen el carácter del
discípulo. No va aparte como algo excepcional, sino que es algo normal en la
vida cristiana. La oposición, la burla y el rechazo serán una característica
tan propia del discípulo como la de ser manso, pacificador o limpio de corazón.
De
hecho, llama la atención que se le da un énfasis especial porque es la única
Bienaventuranza que aparece repetida dos veces Mt. 5:10-11 10Bienaventurados los que padecen persecución por
causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.11Bienaventurados
sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal
contra vosotros, mintiendo.. La primera vez, Mt. 5:10, aparece en tercera
persona: «ellos o aquellos», al igual que en las otras. Luego, Mt. 5:11, se usa la segunda persona:
«vosotros sois bienaventurados cuando por mi causa os vituperen y os
persigan....». No debe ser casualidad que ésta sea la única Bienaventuranza que
recibe un trato especial con este doble énfasis.
Un creyente no debe sorprenderse de la oposición a su fe o
incluso del rechazo a su persona. En realidad, es una anomalía que el discípulo
de Cristo no lo experimente en algún momento de su vida: «¡Ay de vosotros,
cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!» dijo el mismo Señor
precisamente en el pasaje paralelo de Lucas Lc. 6:26. 6¡Ay
de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así
hacían sus padres con los falsos profetas.
El apóstol Pablo le recuerda a Timoteo con gran naturalidad: «Todos los que quieren vivir piadosamente en
Cristo Jesús padecerán persecución» 2 Ti. 3:12. 12Y también todos los que quieren vivir piadosamente
en Cristo Jesús padecerán persecución;
Una última referencia que nos muestra la normalidad de la
oposición y el rechazo que sufre el creyente nos la da el apóstol Pedro: 1 P. 4:12-14.
12Amados, no os sorprendáis del fuego
de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese,
13sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de
Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran
alegría. 14Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois
bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros.
Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es
glorificado.
¡Qué promesa más estimulante para todos aquellos que están
viviendo este tipo de situación!
Formas contemporáneas de persecución
Por desgracia, son todavía muchos los países donde los
creyentes sufren persecución física y son encarcelados, torturados e incluso
muertos por su fe.
La Iglesia es perseguida hoy en algunas zonas del mundo tanto
como los primeros cristianos bajo el yugo del Imperio Romano. Sabemos que ha
habido más mártires cristianos en el siglo XX que a lo largo de todos los
siglos anteriores.
Sin embargo, para nosotros en Occidente, la persecución
adquiere formas mucho más sutiles: el rechazo social como colectivo evangélico,
la burla, el comentario cínico del compañero de estudios por nuestra moralidad
diferente, la ironía en el trabajo por nuestros principios éticos, incluso la
discriminación flagrante por parte de las autoridades.
Se ha dado un caso reciente en Suecia donde un pastor
evangélico fue encarcelado varios meses por afirmar que la homosexualidad es un
pecado. Es una de las paradojas más llamativas de nuestra sociedad: es
tolerante con todos menos con los cristianos; todo el mundo tiene derecho a
expresar sus opiniones menos los que creemos que Jesucristo es el «único camino
al Padre, la verdad y la vida» tal como él mismo expresó Jn. 14:6. 6Jesús le dijo: Yo soy el camino, y
la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Como decía alguien, «el único absoluto permitido hoy es la
insistencia absoluta en que no hay absolutos». Por supuesto, el creyente no
está de acuerdo con esta intolerancia disfrazada de hipertolerancia y, al
oponerse, va a sufrir las consecuencias. «Nada nuevo bajo el sol», como diría,
el autor del Eclesiastés, Jn. 15:20. 20Acordaos
de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí
me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi
palabra, también guardarán la vuestra.
Nuestra reaccion ante la oposición
Mt. 5:12. 12Gozaos
y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así
persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
Jesús, una vez más nos sorprende. Lo último que uno esperaría
en momentos de tribulación es una invitación al gozo y la alegría. Pero la
enseñanza de Jesús en general y el Sermón del Monte en particular tiene mucho
de revolucionario o, como se diría hoy, de «contracultural».
Antes de observar la reacción correcta, veamos cómo no hay
que reaccionar ante la persecución. Estos errores a evitar son reacciones
humanas, espontáneas y naturales, pero impropias del discípulo de Cristo:
La venganza Ro. 12:17, 7No
paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres.
Ro. 12:19-20 19No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino
dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo
pagaré, dice el Señor.
20Así que, si tu enemigo tuviere
hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto,
ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza..
La reacción más frecuente es la revancha, tomarnos la
justicia por nuestra mano. En la tercera Bienaventuranza –«los mansos»- ya se
nos advierte de cómo deben ser nuestras reacciones, incluso ante sufrimientos
injustos o inmerecidos. La mansedumbre consiste precisamente en el control de
nuestros actos y palabras en situaciones de injusticia, donde nosotros tenemos
«toda la razón».
El estoicismo, en una línea más
propia de las religiones orientales, por ejemplo el budismo, donde uno logra
«aguantar» porque ha aprendido a ser impasible, a estar por encima del bien y
del mal y ya nada le afecta. El concepto bíblico de paciencia y de
contentamiento está muy lejos del «nirvana» budista.
La autocompasión. Es
la actitud que dice: « pobre de mí, qué desgraciado soy, no me lo merezco».
Esta actitud, aunque no es frecuente en la persecución abierta, sí ocurre en
las formas más escondidas de oposición, por ejemplo en las injusticias. El
secreto está en no poner los ojos en la injusticia humana y levantar la mirada
a Cristo, 1 P. 2:23. 3quien
cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba,
sino encomendaba la causa al que juzga justamente;
La rebeldía contra Dios o la amargura.
Hay ciertamente lugar para preguntarle a Dios «por qué». Pero la queja ante
Dios siempre debe hacerse desde una postura de lealtad y sumisión. A Dios no le
ofende la perplejidad sincera de un hombre agobiado por la presión de una
muerte inminente, como fue el caso de Juan el Bautista; tampoco las dudas de Habacuc
o las lamentaciones de Jeremías. Muchos de los profetas vivieron persecución y
hostilidad y, sin embargo fueron «ejemplo de aflicción y de paciencia» Stg. 5:10-11. 0Hermanos
míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que
hablaron en nombre del Señor. 11He aquí, tenemos por bienaventurados
a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del
Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo.
El gozo del discípulo
¿Qué significa la expresión «gozaos y alegraos»? ¿No es un
contrasentido? ¿Cómo puede alegrarse una persona cuando sufre persecución?
¿Acaso el Señor nos está invitando a algún tipo de masoquismo?
El gozo del creyente es mucho más que un sentimiento, no
implica reír ni sonreír; va más allá de las emociones. El gozo es un estado
profundo, una actitud de serenidad y de confianza que puede llorar sin sentirse
desolado, que puede sufrir sin sentirse abandonado, que puede perder una
batalla, pero se sabe ganador del combate porque Cristo venció en la cruz. Gozo:
es el bienestar que produce el entender verdades espirituales prescindiendo de
lo material.
Pablo
lo expresa de manera inigualable en Ro. 8:28-39: 28Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas
les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
29Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen
hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre
muchos hermanos. 30Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y
a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos
también glorificó.
31¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros,
¿quién contra nosotros? 32El que no escatimó ni a su propio Hijo,
sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas
las cosas? 33¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que
justifica. 34¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más
aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que
también intercede por nosotros. 35¿Quién nos separará del amor de
Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o
peligro, o espada? 36Como está escrito:
Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
Somos contados como ovejas de matadero.37Antes,
en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
38Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles,
ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39ni
lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor
de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
«en
todas estas cosas (tribulaciones) somos más que vencedores por medio de Aquel
que nos amó».
El mismo Pablo y Silas nos dan un ejemplo extraordinario de
gozo en la persecución cuando en la cárcel de Filipos no pueden dejar de cantar
aun teniendo el cuerpo maltrecho y herido por los severos azotes del día
anterior. Ciertamente el gozo del discípulo no es una emoción humana, es algo
sobrenatural, es fruto del Espíritu.
¿Qué razones tenemos para gozarnos? El Señor
menciona dos tipos de motivo por los que el creyente experimenta gozo al sufrir
oposición por causa de su nombre:
«Porque de ellos es el reino de los cielos... porque
vuestro galardón es grande en los cielos» ( Mt. 5:10, Mt. 5:12). 10Bienaventurados
los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el
reino de los cielos. 12Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es
grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes
de vosotros.
La
primera razón tiene que ver con el futuro, concretamente con nuestra herencia
en el cielo. Podemos perderlo todo aquí en la tierra, aun la vida física, pero
hay algo que nadie puede quitarnos: «la herencia incorruptible, incontaminada e
inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros». «Por esto –sigue Pedro- vosotros os alegráis aunque ahora por un poco
de tiempo si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas» ( 1 P. 1:4, 4para una herencia
incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para
vosotros, 1 P. 1:6). 6En lo cual vosotros
os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que
ser afligidos en diversas pruebas,
Encontramos la misma idea en 2 Co. 4:18-6En lo cual
vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario,
tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, 5:11Porque sabemos que si nuestra
morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio,
una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. y Ap. 21:7.
El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré
su Dios, y él será mi hijo.
Es significativo que la promesa que se le da a esta última
Bienaventuranza es la misma que en la primera: «de ellos es el reino de los
cielos». ¿Puede haber mejor promesa que estar en el cielo mismo para toda la
eternidad? Sin duda, éste es un «grande galardón».
«Porque así persiguieron también a los profetas que fueron
antes que vosotros» Mt. 5:12 12Gozaos
y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así
persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros..
La segunda razón nos pone en la misma saga que los profetas. En este sentido, decíamos al principio, que la burla o el rechazo a causa de la fe constituye algo así como «el certificado de garantía», el control de calidad de nuestro compromiso con el Señor. Desde el simple comentario burlón de tu fe hasta la propia muerte como mártir, todos los grados y formas de oposición que puedas experimentar como creyente te hacen «bienaventurado», dichoso.
La segunda razón nos pone en la misma saga que los profetas. En este sentido, decíamos al principio, que la burla o el rechazo a causa de la fe constituye algo así como «el certificado de garantía», el control de calidad de nuestro compromiso con el Señor. Desde el simple comentario burlón de tu fe hasta la propia muerte como mártir, todos los grados y formas de oposición que puedas experimentar como creyente te hacen «bienaventurado», dichoso.
Sufrir por Cristo es un grandísimo honor. Por esto constituye
el clímax de las Bienaventuranzas, porque nos acerca no sólo a los profetas,
sino sobre todo a nuestro modelo supremo, el Señor mismo.
Hacemos nuestra, a modo de oración, la conclusión que Jesús
mismo dio a este memorable fragmento del Sermón del Monte:
«Así alumbre vuestra luz delante de los hombres para que vean
vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» ( Mt. 5:16).
Dios te bendiga.
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