jueves, 2 de junio de 2016

83  -  Si el mundo os aborrece...» Los cristianos ante la oposición y el rechazo

¿Se han reído alguna vez de tu fe? ¿Se burlan de tus principios morales, de tu conducta y te tildan de «anticuado»? ¿Has llegado a tener problemas en el trabajo, incluso hasta el punto de perder oportunidades de mejorar profesionalmente a causa de tu testimonio? ¿Se ha roto una buena relación por ser coherente con tus principios cristianos? La respuesta afirmativa a estas preguntas significa que has experimentado formas de oposición a tu fe, abiertas o sutiles.
Por ello necesitamos refrescar nuestras fuerzas cansadas de bregar en un mundo cada vez más hostil al cristianismo. Con este propósito nada mejor que recurrir a la llamada Carta Magna del Evangelio -el Sermón del Monte
 Mt. 5:1-12- 1Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. 2Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:
3Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
4Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
5Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
6Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
7Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
8Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
9Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.11Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. 12Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
Recordar el consuelo que el Señor da a todo al que sufre algún tipo de oposición a causa de su fe.

Bienaventurados los que padecen persecución

Las Bienaventuranzas no son un conjunto de frases o exclamaciones aisladas; forman un todo que se va desarrollando progresivamente hasta alcanzar un clímax. Podríamos compararlo a los peldaños de una escalera que nos lleva a un lugar alto.
Cada peldaño tiene relación con el anterior y con el que le sigue, son interdependientes e inseparables. Esta secuencia natural se inicia, de forma lógica, con la identidad básica del discípulo de Cristo: declararse «pobre en espíritu» es algo así como el carnet de identidad del creyente. El concepto que yo tenga de mí mismo va a ser la pauta que moldee todas mi relaciones con los demás y, en especial, con Dios.
Si me siento rico, no voy a necesitar a Dios; ésta es la razón por la que tantas personas hoy dicen no tener necesidad de un Dios personal, porque al igual que la iglesia de Laodicea afirman, llenos de autocomplacencia, «yo soy rico y me he enriquecido y de ninguna cosa tengo necesidad»  Ap. 3:17

La autosuficiencia ha sido siempre una de las raíces de la rebeldía del hombre con Dios y fuente de la mayoría de sus problemas de relación con el prójimo.
Por tanto, el inicio de las Bienaventuranzas parece lógico porque nadie puede acercarse a Dios si no es de rodillas, con la humildad del «pobre en espíritu». También los peldaños siguientes de la escalera nos parecen naturales porque describen una serie de cualidades esenciales del discípulo de Cristo, la mayoría de ellas relacionadas con el carácter moral del creyente.
En la vida cristiana las actitudes vienen antes que los actos, el ser antes que el hacer. La ética del discípulo, su conducta, es siempre consecuencia de su nueva naturaleza espiritual.
Sin embargo, la «escalera» de las Bienaventuranzas termina de forma sorprendente. Nos lleva a un clímax inesperado. Después de referirse a los pacificadores, la mención de la persecución parece, a primera vista, extraña. Pero no lo es. Y aquí es donde se hace evidente la relación estrecha de cada Bienaventuranza con la inmediata anterior.
Jesús sabía muy bien que cuando el discípulo vive a la altura de las demandas morales de estas Bienaventuranzas y refleja el carácter de Cristo, se convierte en sal y luz ( Mt. 5:13-16) 13Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.14Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. 15Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. 16Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.,
Lo cual es molesto para muchos. El hombre natural, no regenerado, no soporta que el creyente alumbre a su alrededor poniendo al descubierto la suciedad moral en tantas áreas de su vida. Por ello reacciona con frecuencia haciéndole «la vida imposible» al creyente, con una oposición que puede revestir las más diversas formas, desde el martirio hasta la burla cínica. Una fe comprometida, aplicada a cada área de la vida, molesta. Por el contrario, una fe «descafeinada» pasa inadvertida y no despierta ninguna reacción alrededor. En este aspecto, el grado de oposición que un creyente experimenta se convierte en un buen termómetro –no el único, por supuesto- de la coherencia de nuestra vivencia cristiana.

La oposición es algo natural en la vida del creyente

Según la enseñanza de Jesús en este texto, sufrir persecución forma parte del grupo de ocho cualidades morales que definen el carácter del discípulo. No va aparte como algo excepcional, sino que es algo normal en la vida cristiana. La oposición, la burla y el rechazo serán una característica tan propia del discípulo como la de ser manso, pacificador o limpio de corazón.
De hecho, llama la atención que se le da un énfasis especial porque es la única Bienaventuranza que aparece repetida dos veces  Mt. 5:10-11 10Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.11Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo..       La primera vez, Mt. 5:10, aparece en tercera persona: «ellos o aquellos», al igual que en las otras. Luego, Mt. 5:11, se usa la segunda persona: «vosotros sois bienaventurados cuando por mi causa os vituperen y os persigan....». No debe ser casualidad que ésta sea la única Bienaventuranza que recibe un trato especial con este doble énfasis.

Un creyente no debe sorprenderse de la oposición a su fe o incluso del rechazo a su persona. En realidad, es una anomalía que el discípulo de Cristo no lo experimente en algún momento de su vida: «¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!» dijo el mismo Señor precisamente en el pasaje paralelo de Lucas  Lc. 6:26. 6¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas.
El apóstol Pablo le recuerda a Timoteo con gran naturalidad: «Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución»  2 Ti. 3:12. 12Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución;
Una última referencia que nos muestra la normalidad de la oposición y el rechazo que sufre el creyente nos la da el apóstol Pedro: 1 P. 4:12-14. 12Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, 13sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. 14Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado.
¡Qué promesa más estimulante para todos aquellos que están viviendo este tipo de situación!

Formas contemporáneas de persecución

Por desgracia, son todavía muchos los países donde los creyentes sufren persecución física y son encarcelados, torturados e incluso muertos por su fe.
La Iglesia es perseguida hoy en algunas zonas del mundo tanto como los primeros cristianos bajo el yugo del Imperio Romano. Sabemos que ha habido más mártires cristianos en el siglo XX que a lo largo de todos los siglos anteriores.
Sin embargo, para nosotros en Occidente, la persecución adquiere formas mucho más sutiles: el rechazo social como colectivo evangélico, la burla, el comentario cínico del compañero de estudios por nuestra moralidad diferente, la ironía en el trabajo por nuestros principios éticos, incluso la discriminación flagrante por parte de las autoridades.
Se ha dado un caso reciente en Suecia donde un pastor evangélico fue encarcelado varios meses por afirmar que la homosexualidad es un pecado. Es una de las paradojas más llamativas de nuestra sociedad: es tolerante con todos menos con los cristianos; todo el mundo tiene derecho a expresar sus opiniones menos los que creemos que Jesucristo es el «único camino al Padre, la verdad y la vida» tal como él mismo expresó  Jn. 14:6. 6Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Como decía alguien, «el único absoluto permitido hoy es la insistencia absoluta en que no hay absolutos». Por supuesto, el creyente no está de acuerdo con esta intolerancia disfrazada de hipertolerancia y, al oponerse, va a sufrir las consecuencias. «Nada nuevo bajo el sol», como diría, el autor del Eclesiastés,  Jn. 15:20. 20Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.

Nuestra reaccion ante la oposición

 Mt. 5:12. 12Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
Jesús, una vez más nos sorprende. Lo último que uno esperaría en momentos de tribulación es una invitación al gozo y la alegría. Pero la enseñanza de Jesús en general y el Sermón del Monte en particular tiene mucho de revolucionario o, como se diría hoy, de «contracultural».
Antes de observar la reacción correcta, veamos cómo no hay que reaccionar ante la persecución. Estos errores a evitar son reacciones humanas, espontáneas y naturales, pero impropias del discípulo de Cristo:
La venganza  Ro. 12:17, 7No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres.
Ro. 12:19-20 19No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
20Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza..
La reacción más frecuente es la revancha, tomarnos la justicia por nuestra mano. En la tercera Bienaventuranza –«los mansos»- ya se nos advierte de cómo deben ser nuestras reacciones, incluso ante sufrimientos injustos o inmerecidos. La mansedumbre consiste precisamente en el control de nuestros actos y palabras en situaciones de injusticia, donde nosotros tenemos «toda la razón».
El estoicismo, en una línea más propia de las religiones orientales, por ejemplo el budismo, donde uno logra «aguantar» porque ha aprendido a ser impasible, a estar por encima del bien y del mal y ya nada le afecta. El concepto bíblico de paciencia y de contentamiento está muy lejos del «nirvana» budista.
La autocompasión. Es la actitud que dice: « pobre de mí, qué desgraciado soy, no me lo merezco». Esta actitud, aunque no es frecuente en la persecución abierta, sí ocurre en las formas más escondidas de oposición, por ejemplo en las injusticias. El secreto está en no poner los ojos en la injusticia humana y levantar la mirada a Cristo,  1 P. 2:23. 3quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente;
La rebeldía contra Dios o la amargura. Hay ciertamente lugar para preguntarle a Dios «por qué». Pero la queja ante Dios siempre debe hacerse desde una postura de lealtad y sumisión. A Dios no le ofende la perplejidad sincera de un hombre agobiado por la presión de una muerte inminente, como fue el caso de Juan el Bautista; tampoco las dudas de Habacuc o las lamentaciones de Jeremías. Muchos de los profetas vivieron persecución y hostilidad y, sin embargo fueron «ejemplo de aflicción y de paciencia»      Stg. 5:10-11. 0Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. 11He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo.

El gozo del discípulo

¿Qué significa la expresión «gozaos y alegraos»? ¿No es un contrasentido? ¿Cómo puede alegrarse una persona cuando sufre persecución? ¿Acaso el Señor nos está invitando a algún tipo de masoquismo?
El gozo del creyente es mucho más que un sentimiento, no implica reír ni sonreír; va más allá de las emociones. El gozo es un estado profundo, una actitud de serenidad y de confianza que puede llorar sin sentirse desolado, que puede sufrir sin sentirse abandonado, que puede perder una batalla, pero se sabe ganador del combate porque Cristo venció en la cruz. Gozo: es el bienestar que produce el entender verdades espirituales prescindiendo de lo material.

Pablo lo expresa de manera inigualable en Ro. 8:28-39: 28Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. 29Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.
31¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? 32El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? 33¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. 35¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 36Como está escrito:
Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
Somos contados como ovejas de matadero.37Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
«en todas estas cosas (tribulaciones) somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó».
El mismo Pablo y Silas nos dan un ejemplo extraordinario de gozo en la persecución cuando en la cárcel de Filipos no pueden dejar de cantar aun teniendo el cuerpo maltrecho y herido por los severos azotes del día anterior. Ciertamente el gozo del discípulo no es una emoción humana, es algo sobrenatural, es fruto del Espíritu.
¿Qué razones tenemos para gozarnos? El Señor menciona dos tipos de motivo por los que el creyente experimenta gozo al sufrir oposición por causa de su nombre:
«Porque de ellos es el reino de los cielos... porque vuestro galardón es grande en los cielos» ( Mt. 5:10, Mt. 5:12). 10Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. 12Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

La primera razón tiene que ver con el futuro, concretamente con nuestra herencia en el cielo. Podemos perderlo todo aquí en la tierra, aun la vida física, pero hay algo que nadie puede quitarnos: «la herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros». «Por esto –sigue Pedro- vosotros os alegráis aunque ahora por un poco de tiempo si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas» ( 1 P. 1:4, 4para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, 1 P. 1:6). 6En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas,
Encontramos la misma idea en 2 Co. 4:18-6En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas,  5:11Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. y Ap. 21:7. El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.

Es significativo que la promesa que se le da a esta última Bienaventuranza es la misma que en la primera: «de ellos es el reino de los cielos». ¿Puede haber mejor promesa que estar en el cielo mismo para toda la eternidad? Sin duda, éste es un «grande galardón».
«Porque así persiguieron también a los profetas que fueron antes que vosotros»  Mt. 5:12 12Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros..
La segunda razón nos pone en la misma saga que los profetas. En este sentido, decíamos al principio, que la burla o el rechazo a causa de la fe constituye algo así como «el certificado de garantía», el control de calidad de nuestro compromiso con el Señor. Desde el simple comentario burlón de tu fe hasta la propia muerte como mártir, todos los grados y formas de oposición que puedas experimentar como creyente te hacen «bienaventurado», dichoso.
Sufrir por Cristo es un grandísimo honor. Por esto constituye el clímax de las Bienaventuranzas, porque nos acerca no sólo a los profetas, sino sobre todo a nuestro modelo supremo, el Señor mismo.
Hacemos nuestra, a modo de oración, la conclusión que Jesús mismo dio a este memorable fragmento del Sermón del Monte:
«Así alumbre vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos»     ( Mt. 5:16).
    Dios te bendiga.


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