77 - Gracia y paz a vosotros
«Gracia y paz a vosotros de Dios nuestro Padre y del Señor
Jesucristo.» 2 Co. 1:2
Vivimos en un mundo demasiado convulsionado para esperar que
todo en nuestra vida sea apacible, fuente de permanente bienestar. Posiblemente
también temeremos nuestras debilidades y carencias y, como consecuencia, nos
invadirá la ansiedad.
Gracia (kharis) denota no sólo
favor inmerecido, como se suele interpretar, sino la fuente de toda
bendición. Suele referirse
a los dones o beneficios que de Dios recibimos. Pablo, veía en su ministerio una
«gracia» preciosa
Ro. 1:5, 5y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la
fe en todas las naciones por amor de su nombre;
Ro. 15:15). 15Mas os he escrito, hermanos, en parte con atrevimiento, como para haceros
recordar, por la gracia que de Dios me es dada
Si tenemos ojos para ver, descubriremos que el
Señor «cada día nos colma de sus beneficios» Sal. 68:19 Bendito el Señor; cada día nos colma de
beneficios
El Dios de nuestra salvación… Entonces
¿por qué sentirnos acongojados pensando mayormente en los problemas e
infortunios que el nuevo año nos puede traer? ¿Por qué no pensar más bien en las
alegrías que las bendiciones de Dios nos depararán? Veamos algunas de ellas:
La
seguridad de nuestra salvación. Muchos textos bíblicos recalcan que
la salvación de la culpa del pecado y de sus consecuencias es obra de Dios, no
nuestra
( Ro. 3:24, 4siendo justificados gratuitamente por su gracia,
mediante la redención que es en Cristo Jesús, Ro. 4:16; 16Por tanto, es por
fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su
descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que
es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros
Ef. 2:5, 5aun estando
nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia
sois salvos) Ef. 2:8; Porque por gracia
sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; Tit. 3:5, nos salvó, no por
obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por
el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, Tit. 3:7). 7para que justificados por su gracia, viniésemos a
ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.
Hay en
nosotros una tendencia innata a la auto justificación. Consciente o
inconscientemente, nos consideramos salvados por nuestras virtudes, y esfuerzo
en alguna forma de servicio cristiano; en una palabra, por nuestras obras.
Pero suele
suceder que esa confianza en nuestros valores propios se resquebraja cuando
descubrimos la fuerza de nuestras tendencias pecaminosas, nuestro egocentrismo,
nuestro orgullo, la idolatría en el culto a nuestra imagen, y otros.
Entonces
sólo nos queda un recurso: clamar como el publicano: «Dios, sé propicio a mí,
pecador» ( Lc. 18:13); ¿Seguiré gozándome
en la salvación que Dios me otorga en virtud de la obra redentora de Cristo a
mi favor mediante la fe o caeré en la duda y el desaliento? ¿Seguirá Dios dándome tanto «el querer como
el hacer por su buena voluntad» a fin de que yo pueda ocuparme eficazmente de
mi salvación con humildad y piedad reverente
( Fil. 2:12-13) 12Por tanto, amados míos, como siempre habéis
obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi
ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, 13porque
Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena
voluntad. o
me veré agitado y debilitado espiritualmente por mis inconsistencias?
La respuesta viene determinada por una doble realidad: por un
lado Dios es el que obra en nosotros con el poder de su gracia. Por otro,
nosotros debemos llevar a cabo con esfuerzo todo lo concerniente a nuestra
salvación. «Puestos los ojos en Jesús, hemos de correr con paciencia la carrera
que nos es propuesta»
( He. 12:1-2). 1Por
tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de
testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con
paciencia la carrera que tenemos por delante, 2puestos los ojos en
Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él
sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de
Dios.
A lograr ese objetivo nos ayudará el uso de todos los medios
que Dios nos concede para crecer en su gracia: lectura y meditación de su
Palabra, práctica de la oración, asistencia a la iglesia, colaboración en los trabajos de ésta
o en algún otro aspecto de su obra. Esto no a fin de justificarnos delante de
Dios para nuestra salvación, sino porque es lo normal. Somos salvados por la
gracia de Dios mediante la fe, pero la finalidad es la práctica de las «buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano
para que anduviéramos en ellas»
( Ef. 2:8-10). 8Porque
por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don
de Dios; 9no por obras, para que nadie se gloríe. 10Porque
somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios
preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Con este programa de vida, el año nuevo, al igual que cualquier
otro, nos reportará abundantes bendiciones, entre ellas la del gozo de una
salvación asegurada por la gracia divina.
Capacidad para el servicio cristiano.
El apóstol Pablo fue un siervo de Dios extraordinario. ¡Cuánto le debe la
Iglesia cristiana! Su tarea no fue fácil; fue la propia de un gigante
espiritual. Pero él no se enorgullecía de sus triunfos; sabía que la sabiduría
y el poder espiritual los debía a la gracia de Dios ( Ro. 1:5; 5y
por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en
todas las naciones por amor de su nombre 1 Co. 3:10,
10Conforme a la gracia de Dios que me
ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica
encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. 1 Co. 15:10), 0Pero
por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para
conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de
Dios conmigo.
Gracia que, en mayor o menor medida, reciben todos los
cristianos que entienden el significado de la consagración. Es inspirador el
modo como Pablo asociaba consigo no sólo a sus colaboradores más distinguidos
(Timoteo, Tito, Epafrodito, Lucas, etc.), sino también a miembros anónimos,
sencillos, de una iglesia local. Así, por ejemplo, a los creyentes de Filipos
en su globalidad les dice: «En la defensa
y confirmación del Evangelio todos vosotros sois participantes
conmigo de la gracia» ( Fil. 1:7). como me es justo sentir esto de todos vosotros, por
cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y en la defensa y
confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la
gracia.
En nuestro trabajo para el Señor lo que más cuenta no son
nuestros dones naturales, sino la
gracia, la acción poderosa de Dios por medio de su Espíritu Santo. ¿Nos
hemos abierto a su influencia en el año 2016? Si no ha sido así, el nuevo año
se nos presenta en su curso con preciosas oportunidades para servir a Cristo de
las más diversas maneras.
Capacidad para convivir con los aguijones.
Una de las experiencias más impresionantes en la vida de Pablo se nos relata en
su segunda carta a los Corintios
( 2 Co. 12:7-10). 7Y
para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue
dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que
no me enaltezca sobremanera; 8respecto a lo cual tres veces he
rogado al Señor, que lo quite de mí. 9Y me ha dicho: Bástate mi
gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena
gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder
de Cristo. 10Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades,
en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy
débil, entonces soy fuerte.
El «aguijón» que le torturaba y humillaba; pero por sus
palabras deducimos que era sumamente doloroso y debilitante, tanto que el
apóstol lo había hecho objeto de súplica a Dios para que lo librara de él. Dios
no hace lo que el apóstol le pide, pero le muestra algo mucho más eficaz: «Bástate mi gracia» ( 2 Co. 12:9) 9Y
me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.
Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que
repose sobre mí el poder de Cristo. ; y le indica el porqué: «Porque mi poder se perfecciona en
la debilidad».
En su vida el creyente puede sentir las punzadas de algún
aguijón hiriente: enfermedad, frustración, pérdida de algo o alguien muy
querido, debilidad; tal vez -como pudo ser en el caso de Pablo- corrección de
la tendencia al engreimiento por los éxitos logrados. No importa la
identificación de la espina. Por la gracia de Dios todo puede ser superado y
convertido en bendición. Yo, con mi aguijón, seguiré sintiéndome débil,
dolorido y humillado, pero el poder de Dios puede transformar mi lamentable
estado en victoria de su gracia.
Paz
Aquí ante otra bendición alentadora. Es la que, al igual que
el shalom de los antiguos israelitas, podemos disfrutar cuando andamos
en los caminos de la obediencia a Dios. Incluye todo cuanto contribuye al
bienestar del creyente, tanto en el orden espiritual como en el temporal. Es
también consecuencia de la gracia divina: ( Ro. 5:1) 1Justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo;.
Y no sólo tenemos paz con Dios. También se nos concede la paz de
Dios, de la cual se dice que «guardará vuestros corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús» ( Fil. 4:7) 7Y
la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y
vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
[1].
No hay mejor antídoto para la ansiedad cuando dudas o temores atenazan nuestra
mente.
Es
importante tener en cuenta que la paz del cristiano no es ausencia de
conflicto. Puede disfrutarse en medio de luchas y sufrimientos, pues es la
misma que Jesús dejó a sus discípulos:
(
Jn. 14:27, La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como
el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Jn. 16:33) Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis
paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo..
No
olvidemos que el Señor les habló de este modo en una hora muy sombría. Poco
después de haber pronunciado esas palabras, él se hallaría en la agonía de
Getsemaní; en un apresamiento tan injusto como humillante, en el sufrimiento de
una tortura ignominiosa, en una CRUZ, escándalo y signo de maldición.
Pero
todo esto lo sufrió con serenidad imperturbable. Ante Pilato aparece con una
majestuosidad que supera infinitamente la dignidad política del gobernador
romano Jn. 18:33-38, 33Entonces
Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el
Rey de los judíos? 34Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti
mismo, o te lo han dicho otros de mí? 35Pilato le respondió: ¿Soy yo
acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí.
¿Qué has hecho? 36Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si
mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera
entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí. 37Le dijo
entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey.
Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a
la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. 38Le dijo
Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los
judíos, y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito.
Jn. 19:8-11). 8Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo. 9Y
entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Mas Jesús no
le dio respuesta. 10Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No
sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para
soltarte? 11Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí,
si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor
pecado tiene.
Aun
pendiendo de la cruz muestra una entereza y una paz interior tan asombrosas como
su amor, manifestado en su diálogo con el ladrón arrepentido, así como en las
palabras dirigidas a su madre y al discípulo amado
(
Lc. 23:39-43 39Y uno de los
malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo,
sálvate a ti mismo y a nosotros. 40Respondiendo el otro, le
reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?
41Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que
merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. 42Y dijo a
Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. 43Entonces Jesús
le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.;
Jn. 19:26-27). 26Cuando vio
Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a
su madre: Mujer, he ahí tu hijo. 27Después dijo al discípulo: He ahí
tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
¡Inaudito!
Realmente se manifestaba en él la paz que sobrepasa a todo entendimiento.
Y esa era la paz que sus discípulos debían compartir. Así lo indicó el Señor
cuando les dijo: «Mi paz os dejo». Y cuando, resucitado, se presenta
ante ellos lo hace con el saludo más sugerente: «Paz a vosotros» ( Jn. 20:19). 19Cuando llegó
la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas
cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los
judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros.
Esa
paz desvanece todos los temores y toda incertidumbre; es el sosiego que
disfruta el creyente cuando deja en manos de Dios su destino, no sólo su
espíritu,
sino
también su cuerpo, su mente y todas sus circunstancias, pues todo está regido
por la soberanía del Todopoderoso, infinitamente sabio y misericordioso.
«De Dios nuestro Padre»
Ya en el Antiguo
Testamento aparece el concepto de abba (padre) como uno de los más
significativos, pese a que el término no aparece referido al israelita
individual, sino al pueblo escogido en su conjunto. Para éste Dios no es
solamente el Creador del universo; es también el Dios que elige y redime,
protege y usa para expandir la luz de su conocimiento a todas las naciones, En
la realización de este propósito el cuidado paternal que de su pueblo tiene
Yahvéh garantiza todas las bendiciones que Dios le ha prometido. ( Dt. 14:1; 1Hijos sois de Jehová vuestro Dios; no os
sajaréis, ni os raparéis a causa de muerto. Os. 11:1; 1Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de
Egipto llamé a mi hijo. 2 S. 7:14; Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo
le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; Sal. 89:26; El me clamará: Mi padre eres tú,Mi Dios, y la roca de mi salvación. Is. 1:2). 2Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque
habla Jehová: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí.
De este
modo, en la relación de Dios con Israel, empieza a desarrollarse la historia de
la salvación. El Padre del pueblo israelita es un Dios santo, justo, que no
tiene por justo al impío, pero también un Dios compasivo y perdonador; no trata
a los suyos con el rigor de una justicia inexorable, sino con paternal
compasión. Estos aspectos del carácter y el modo de obrar de Dios han
permanecido siempre inalterables. Todavía hoy nos estimulan y confirman nuestra
fe.
Pero
es en el Nuevo Testamento, a la luz de las palabras de Jesús, donde hallamos la
riqueza más profunda de la paternidad divina. Dios, Padre de su Hijo unigénito,
viene a ser Padre de cuantos reciben al Hijo como Salvador y Señor ( Jn. 1:12). Mas a todos los que le recibieron, a los que creen
en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; No hay privilegio más preciado ( 1 Jn. 3:1-2). 1Mirad cuál
amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el
mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. 2Amados, ahora somos
hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que
cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él
es.
Ni
más natural en la relación padre-hijo, Pues ( Mt. 7:9) 9¿Qué hombre
hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra?. Como
Padre, Dios nos da lo que realmente necesitamos. Por eso nunca nos faltará «el
pan nuestro de cada día» que pedimos; tener mucho más que esto puede no ser una
bendición, sino un mal (no olvidemos lo peligroso de codicias insensatas, tales
como las del rico necio de la parábola). Como Padre, Dios cuida amorosamente a
sus hijos ( Jn. 16:26) 6En aquel día
pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, , los
instruye y disciplina cuando es necesario para su perfeccionamiento ( He. 12:5-11) y habéis ya olvidado la exhortación que como a
hijos se os dirige, diciendo:
Hijo mío, no
menosprecies la disciplina del Señor,
Ni desmayes cuando
eres reprendido por él;
6Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a
todo el que recibe por hijo.7Si soportáis la disciplina, Dios os
trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?
8Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido
participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. 9Por otra parte,
tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos.
¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?
10Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos
les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de
su santidad. 11Es verdad que ninguna disciplina al presente parece
ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia
a los que en ella han sido ejercitados., pero en todo
momento es «Padre de misericordias y Dios de toda consolación» ( 2 Co. 1:3). 3Bendito sea
el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de
toda consolación,
Al
comenzar un nuevo año, ¿qué más podemos desear o pedir? No es necesario que
pidamos muchas cosas. Basta con que reverentemente, con corazones confiados y
agradecidos, elevemos nuestros ojos a lo alto y digamos: «PADRE nuestro que
estás en los cielos...». Que esté también en nuestro corazón y en nuestra vida.
Esa mirada a los cielos ilumina nuestros pasos en la tierra.
«Y del Señor Jesucristo»
En el Nuevo Testamento el Señor Jesucristo aparece
frecuentemente en estrecha relación con Dios el Padre. Es lógica esa proximidad
entre ambos. Padre e Hijo comparten la misma esencia, los mismos pensamientos y
los mismos propósitos. Cristo es el enviado de Padre para revelar al mundo lo
que de él ha recibido y para hacer las obras que le ha encomendado. De este
modo se ha convertido en el gran Mediador entre Dios y los hombres ( 1 Ti. 2:5) Porque hay un solo Dios, y un solo
mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,.
«A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre,
él le ha dado a conocer»
( Jn. 1:18) 8A
Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él
le ha dado a conocer..
Asimismo Cristo es el Redentor, aquel por cuya gracia Dios
nos ha reconciliado con él ( Ro. 3:24-25) 24siendo justificados gratuitamente por su gracia,
mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25a quien Dios puso
como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia,
a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,.
Es «el pan que descendió del cielo» y «el agua de vida» que satisface
plenamente ( Jn. 6:41; 41Murmuraban entonces de él los judíos, porque había
dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. Jn. 4:14) mas el que bebiere del agua que yo
le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una
fuente de agua que salte para vida eterna., el
que «siendo rico se hizo pobre para que nosotros, con su pobreza, fuésemos
enriquecidos» ( 2 Co. 8:9) 9Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor
Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que
vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos..
Es el buen Pastor que guarda celosamente a sus ovejas. Es
muchas otras cosas. Con todo, añadimos una más: Cristo es aquel que dijo: «Toda
potestad me es dada en el cielo y en la tierra... y he aquí que yo estoy con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo» ( Mt. 28:18, Y Jesús se acercó y les habló
diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Mt. 28:20) 20enseñándoles que guarden todas las
cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta
el fin del mundo. Amén..
Si
Cristo está con nosotros a lo largo del año que comienza, ¿qué más podemos
pedir? ¿Qué puede hacernos temer? Hagamos nuestro el cántico de fe triunfal que
nos legó Pablo:
«El
que no eximió a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo
no nos dará juntamente con él todas las cosas? (...) En todas las cosas somos
más que vencedores por medio de Aquel que nos amó (...) Nada nos podrá separar
del amor de Dios en Cristo Jesús» ( Ro. 8:32-39) 2El que no
escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no
nos dará también con él todas las cosas? 33¿Quién acusará a los
escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34¿Quién es el que
condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que
además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
35¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o
persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 36Como está
escrito:
Por causa de ti
somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. 37Antes, en todas estas cosas somos más
que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38Por lo cual estoy seguro
de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni
lo presente, ni lo por venir, 39ni lo alto, ni lo profundo, ni
ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo
Jesús Señor nuestro..
Con fe renovada y ánimo robustecido, sean cuales sean las
circunstancias que el 2016 pone ante nosotros, día a día digamos con firme
acento: AMÉN.
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