HUMILDAD
Y OBEDIENCIA
Dios
con humildad te pido tu guía para entender la Verdad de tu Palabra en el nombre de Jesucristo amen.
A La
Biblia no todos la pueden entender fácilmente.
¿Cómo podemos, pues, entenderla? Es
llegar humildemente ante Dios en oración y pedirle su ayuda.
Dios
que espera ver en nosotros: una correcta actitud
“Miraré
a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi
palabra”
(Isaías 66:2).
Dios
no tiene favoritos; Él se fija en el
corazón —la actitud y el propósito— para decidir si tiene que darle
entendimiento. El apóstol Pedro nos dice:
“En
verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación
se agrada del que le teme y hace justicia” (Hechos 10:34-35).
Jesucristo
le agradeció al Padre la forma en que decidió a quién le
daría
entendimiento espiritual: “Yo te
alabo, oh Padre, Señor del cielo y
de
la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y
las
has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. Todas las
cosas
me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el
Hijo
sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el
Hijo
lo quiera revelar” (Lucas 10:21-22).
Dios
dará entendimiento espiritual. Mirad la
importancia de la inspiración de Dios en nuestra comprensión de la Biblia.
Cristo dijo a sus discípulos:
“Estas
son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se
cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y
en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que
comprendiesen
las Escrituras”
(Lucas 24:44-45).
No
fue la inteligencia de los discípulos lo que les permitió entender el
significado; ellos tuvieron que recibir la ayuda divina. Cuando estudian
la
Biblia por inteligentes que seamos, si Dios no abre nuestro entendimiento,
la
Biblia permanecerá cerrada para nosotros.
El
apóstol Pablo dijo: “Hablamos [la Palabra de Dios], no con
palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu,
acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las
cosas
que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las
puede
entender, porque
se han de discernir espiritualmente”
(1
Corintios 2:13-14).
La
Biblia fue inspirada por Dios;
No
se puede entender con base solamente en nuestro intelecto humano.
El
discernimiento espiritual proviene de Dios, y él se reserva el derecho
de
dar el entendimiento de sus preciosas verdades a quien él quiera.
El
propósito, la motivación y la actitud con que leemos la Biblia son
Determinante . Si la leemos
por complacer a otros o si la estudiamos
sólo
como un deber religioso, Dios no nos
revelara su verdadero significado. Por lo tanto, sus verdades permanecerán escondidas.
¿Cómo entonces podemos encontrar estas
verdades? con la actitud apropiada:
“Me
buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón”
(Jeremías 29:13).
¿Por
qué es tan importante la actitud? Porque, como dice el apóstol
Pablo,
“lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios;
y lo
débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil
del
mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer
lo
que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1
Corintios1:27-29).
Nadie
podrá jamás jactarse de que entendió correctamente
las
verdades espirituales de Dios con sólo su inteligencia natural y sus propios
esfuerzos. Por otra parte, una vez que ha pedido humildemente a
Dios
su ayuda y está decidida a poner por obra lo que aprenda, está en la senda correcta. Cristo explicó
esto a sus discípulos:
“De
cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis
en
el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este
niño, ése es el mayor en el reino de los cielos” (Mateo 18:3- 4)
No
importa cuán inteligentes podamos ser, Dios nos dará discernimiento
espiritual
y dejamos que sea él quien nos enseñe como a niños.
Otro
de los apóstoles escribió: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría,
pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será
dada”
(Santiago 1:5).
A lo
largo de la Biblia encontramos ejemplos de personas que humildemente
pidieron
de la sabiduría divina y les fue concedida, como sucedió con David, Salomón,
Daniel, Ester y los primeros discípulos de Jesús.
Pero
hay otros ejemplos que también son importantes, aunque estos son de personas
que se basaron en sus propias habilidades y posteriormente
fueron
humilladas, tales como Caín, el faraón del libro del Éxodo, el rey Saúl,
Nabucodonosor, los fariseos y Herodes Agripa.
Un ejemplo de una actitud apropiada y humilde lo encontramos
en
Hechos
17:10-12, donde se nos habla de ciertas personas en Berea que
“eran
más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la
palabra
con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para
ver
si estas cosas eran así. Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres
griegas
de distinción, y no pocos hombres”.
A
diferencia de otros, los de Berea no rechazaron de inmediato lo
que
Pablo les decía, a pesar de que era contrario a lo que por tanto tiempo
habían
creído. Con sumo cuidado y con una mente abierta indagaron
en
las Escrituras, y como pudieron comprobar que las enseñanzas
de
Pablo eran realmente la verdad, humildemente las aceptaron.
De
la misma manera, si nosotros queremos entender la Biblia necesitamos
tener
la actitud de los bereanos. Debemos estudiar cuidadosamente
las
Escrituras sin dar por sentadas nuestras creencias, porque
así
como lo constataron ellos, también nuestras ideas pueden estar equivocadas.
Pero
hay que preguntarnos si la humildad es todo lo que se necesita.
El
que una persona empiece con una actitud humilde no quiere decir
que
así va a continuar, o que así va a obtener el entendimiento que busca.
La
Biblia nos muestra que hay personas que entienden ciertas verdades
espirituales
básicas que les son reveladas, pero que pierden ese
entendimiento
porque no las ponen en práctica.
En
realidad, al rechazar el conocimiento que Dios les da, dejan de ser humildes
porque obran conforme a su propio criterio y no según la voluntad de Dios.
La verdadera humildad, la que Dios acepta, es la que demostró
Jesucristo
cuando dijo a su Padre: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”
(Lucas 22:42; ver también Isaías 66:1-2).
En
la parábola del sembrador, Jesús explicó las razones por las que
unos
entienden y otros no: “A vosotros os es dado conocer los misterios
del
reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no
vean,
y oyendo no entiendan. Esta es, pues, la parábola: La semilla es la
palabra
de Dios. Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene
el
diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven.
Los
de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra
con
gusto; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en
el
tiempo de la prueba se apartan. La que cayó entre espinos, éstos son
los
que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas
y
los placeres de la vida, y no llevan fruto. Mas la que cayó en buena
tierra,
éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra
oída,
y dan fruto con perseverancia” (Lucas 8:10-15).
Aquí,
en las propias palabras de Cristo, podemos ver algunas de las
razones
por las que hay personas que no obtienen el entendimiento espiritual.
Debido
a la negligencia, la falta de fe o una actitud egoísta, la
mayoría
no persevera en la Palabra de Dios.
Así,
la primera clave para entender las verdades de la Biblia es una
actitud
en la que con toda humildad le pidamos a Dios que nos ilumine,
nos
enseñe, nos guíe por medio de su Palabra y nos ayude a poner en
práctica
lo
que vamos aprendiendo.
La
obediencia conduce al entendimiento
La
segunda clave procede naturalmente de la primera: la actitud
apropiada
conduce a la fiel obediencia a las leyes de Dios, las cuales
forman
gran parte del fundamento de la Biblia.
El
apóstol Santiago nos exhorta con estas palabras: “Sed hacedores
de
la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.
Porque
si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella,
éste
es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.
Porque
él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.
Mas
el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera
en
ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste
será
bienaventurado en lo que hace” (Santiago 1:22-25).
Vemos
entonces que además de acercarnos a Dios con humildad,
es
necesario que pongamos en práctica lo que aprendemos de su Palabra.
Debemos
empezar a vivir lo que aprendemos para que Dios continúe
dándonos
más entendimiento.
Si
nos negamos a aceptar el entendimiento que Dios nos revela, al
no
estar dispuestos a ponerlo por obra, él no nos revelará más. Él nos
da
este principio: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento.
Por
cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio;
y
porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de
tus
hijos” (Oseas 4:6). Si queremos entender la Biblia, primero debemos
aprender
acerca de la ley de Dios y obedecerla.
En
Salmos 111:10 encontramos que “el principio de la sabiduría es
el
temor del Eterno; buen entendimiento tienen todos los que practican
sus
mandamientos”. En Romanos 2:13 el apóstol Pablo hace hincapié en
esto
también: “Porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios,
sino
los hacedores de la ley serán justificados”. Si una persona estudia la
Biblia
sólo por ver qué dice, mas no para hacer lo que manda, esa persona
no
está agradando a Dios y por tanto no puede esperar su ayuda.
Es
triste decirlo, pero muchos piensan que Jesucristo vino a abolir
la
ley de Dios, aunque él mismo lo negó en forma terminante: “No penséis
que he
venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para
abrogar,
sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen
el
cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que
todo
se haya cumplido” (Mateo 5:17-18).
Jesús
claramente dijo que todos los mandamientos de Dios debían
ser
“cumplidos” de una manera más completa que como los cumplían
los
fariseos (vers. 20). Él hizo hincapié en la necesidad de tener en
cuenta
el propósito espiritual de la ley y no sólo la letra; demostró que
para
obedecer realmente a Dios es necesario guardar ambos aspectos
de
la ley (vers. 21-48).
A
los que le seguían, pero que no obedecían las leyes de Dios, Jesús
les
dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino
de
los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los
cielos”
(Mateo 7:21).
Cristo
quería que sus seguidores honraran y obedecieran
completamente
los mandamientos de Dios, tal como él lo había
hecho
siempre. Su perspectiva era muy clara: “Si guardareis mis
mandamientos,
permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado
los
mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Juan
15:10).
Las
enseñanzas de Cristo no contradicen ni anulan los mandamientos
de
Dios, sino que los apoyan firmemente.
Como
ya leímos en 1 Corintios 2:6-14, para entender las Escrituras
es
necesario recibir el Espíritu Santo. Con respecto a esto el apóstol
Pedro
declaró: “Nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y
también
el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen”
(Hechos
5:32).
Por
tanto, para entender las verdades espirituales se necesita la
obediencia
fiel a la instrucción y a las leyes perfectas de Dios conforme se muestran en
la Biblia.
Conviene
aclarar que aunque la obediencia es necesaria para continuar
recibiendo
entendimiento espiritual, esto no quiere decir que tal
obediencia
nos hace merecedores de la salvación. Sólo Dios, por medio
de
su gracia y misericordia, puede perdonar nuestros pecados en Cristo; sólo él nos
ayuda para que podamos vencer el pecado y nos ofrece la salvación
como
una dádiva un don de Dios. No obstante,
Dios espera que nosotros hagamos nuestra parte conforme él hace la suya. EJEMPLO:
CONFESAR ROMANOS 10:9,10,11 9que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor,
y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
10Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se
confiesa para salvación. 11Pues la Escritura dice: Todo aquel que en
él creyere, no será avergonzado.
En
Santiago 2:21-22 se hace resaltar este principio: “¿No fue justificado por las
obras Abraham nuestro padre, cuando [a fin de obedecer a Dios] ofreció a su
hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y
que la fe se perfeccionó por las obras?”
La
obediencia trae muchos beneficios, los cuales se hacen patentes
al
que obedece. El rey David escribió: “Gustad, y ved que es bueno el
Eterno;
dichoso el hombre que confía en él” (Salmos 34:8).
Y
Jesucristo dijo: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la
doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta” (Juan 7:17).
Así pues, a quien pretende estudiar y entender la Palabra de Dios le
es indispensable tener una actitud
humilde de obediencia voluntaria por amor al Padre, porque el nos amo primero,
nos escogió, nos llamo, nos justifico y nos glorifico, y nos bendijo con toda
bendición espiritual en Cristo. Efesios 1:4,Romanos 8:28-30 . DIOS BENDICE SUS VIDAS. AMEN
JCA
No hay comentarios:
Publicar un comentario