NO
PONGAS TUS ESPERANZAS EN LAS SITUACIONES, SI EN DIOS
«Amado, yo deseo que tú seas
prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma» 3
Juan 2.
Esa
Escritura no dice, «yo oro para que tú seas prosperado conforme prospera la
economía o conforme tu jefe decida ascenderte de puesto»; sino que dice «oro
para que seas prosperado, así como prospera tu alma».
Es
ahí donde la mayoría de los creyentes se equivocan en cuanto a la prosperidad
económica. Se concentran en las situaciones externas, pensando que es ahí donde
están sus esperanzas. Pero Dios no trabaja de afuera hacia dentro, sino de
adentro hacia afuera.
Él lo bendecirá a usted materialmente conforme su alma prospere en su
Palabra.
Esta es la prosperidad del alma del creyente. Cuando nuestra alma es
ocupada y dirigida por el Espíritu de Dios mediante nuestro espíritu, de tal
modo que dirige y pone nuestro cuerpo a disposición de Dios, entonces nuestra
alma prospera.
Luego,
cuando las semillas de la prosperidad hayan sido sembradas en su mente, en su
voluntad y en su corazón, y cuando usted deje que esas semillas broten,
entonces producirán una gran cosecha material no importa cuán malas estén las
condiciones alrededor de usted.
Lea
la historia de José en Génesis, desde el capítulo 37 hasta el 41. Cuando José
fue vendido como esclavo a los egipcios, no tenía ni un centavo y ni siquiera
tenía libertad. Sin embargo, justo en medio de su cautiverio, Dios le dio a
José tal sabiduría y capacidad que éste pudo hacer que su amo, Potifar, se
hiciera rico. Como resultado de esa acción, Potifar puso a José a cargo de
todas sus posesiones. Luego, la esposa de Potifar se enojó con José y él
terminó en prisión.
Vaya
futuro para José en la cárcel. No hay mucha oportunidad para progresar en la
prisión, ¿cierto? Pero Dios le dio a José entendimiento como nunca otro hombre
lo tuvo en Egipto. Dios le dio tanta sabiduría que José llegó a ser parte del
personal de Faraón: no como esclavo sino como el hombre más honrado en todo el
país, después de Faraón. José pasó de la cárcel a ser primer ministro; viajaba
en carruaje y la gente, literalmente, se inclinaba ante él. Durante el tiempo
de hambruna que hubo en todo el mundo, José estuvo a cargo de todos los
alimentos. ¡Eso sí es prosperidad!
¿Cómo
Dios llevó a cabo eso? Lo hizo prosperando el alma de José.
No
importa cuán miserable llegó a ser la situación de José, no importa cuán
difícil era de resolver sus problemas, Dios pudo revelar los secretos
espirituales que le abrirían a José la puerta al éxito.
Eso es lo que hace que el método de
Dios para prosperar sea tan emocionante; en cualquier parte da resultado.
Él
pudo revelarles los secretos del éxito para su situación en particular porque
ellos creyeron en la Palabra de Dios y estuvieron dispuestos a escuchar su voz.
Deuteronomio
29:29 dice lo siguiente: «Las cosas secretas pertenecen
a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros
hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley».
¡Las
cosas secretas! ¿Cuántas veces se ha quebrado la cabeza tratando de resolver un
problema? Usted sabía que había una respuesta pero no se imaginaba cuál era. En
otras palabras, la respuesta era un secreto, un secreto que solo Dios conocía y
que no le competía a usted.
Pero
si usted hubiera ido a la Palabra y de veras la hubiera escudriñado en oración
y en meditación, hubiera recibido revelación en cuanto a ese secreto. Dios le
habría mostrado cual era la solución precisa para ese problema.
Esa
es la razón por la cual Dios le ha dado el Espíritu Santo.
¿Tiene usted alguna
idea de cuán increíble recurso es Él? La mayoría de los creyentes no tienen
idea de eso; van a la iglesia y dicen: «Oh sí, amén hermano, gracias a Dios por
el Espíritu Santo, alabado sea Dios, aleluya». Luego se van a sus hogares y se
olvidan del Espíritu Santo. No es que ellos no sean sinceros los domingos, sí
lo son, de veras aprecian lo poquito que entienden acerca del Espíritu Santo.
Pero
no han aprendido a aprovechar la sabiduría y el poder ilimitados que Él pone a
disposición de ellos en sus vidas diarias. Jesús dijo:
«Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la
verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que
oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir» (Juan 16:13).
Si
usted es empresario, ese versículo significa que el Espíritu Santo le mostrará
cómo aumentar sus ganancias y reducir sus gastos. Si usted es madre, ese
versículo significa que el Espíritu Santo le mostrará cómo manejar las
discusiones entre sus hijos. Si usted es estudiante, ese versículo significa
que el Espíritu Santo le mostrará cómo sobresalir en sus estudios.
Hay
muchísima gente por ahí retorciéndose las manos y preocupada: «Dios nunca me
podrá prosperar —dicen—. Gano un sueldo muy bajo, y la compañía en la que trabajo
está perdiendo dinero, así que sé que no me van a dar un aumento, ¿Cómo es que
Dios me va a prosperar?»
Tal vez Él le de una idea que haga que las pérdidas de
la compañía se vuelvan en ganancias. Quizá Él le dé una idea de un producto
nuevo y usted podrá fundar su propia compañía. Es posible que Dios le haya dado
idea tras idea que podrían hacerlo rico si usted tuviera suficiente
discernimiento espiritual para asimilarlas.
Sin
embargo, usted ni siquiera sabía que existían esas ideas porque no ha prestado
atención a las cosas de Dios. No ha estado buscando las revelaciones de las
«cosas secretas». Posiblemente usted ha estado muy ocupado viendo la televisión
y prestando atención a los anuncios sobre cuál pasta dental debería comprar o a
los comentarios sobre la economía.
Óigame
bien, el Espíritu Santo no podrá hacerle entender nada mientras usted esté
tendido viendo la televisión. Él es un caballero, no va quitarle el control
remoto de su mano y decirle: «Óyeme, terco. Tengo algunas cosas importantes que
decirte». No, Él va a estar callado, esperando hasta que usted apague toda esa
basura que está ocupando su mente y se concentre en Él.
Justo
aquí es donde la mayoría de los creyentes se equivocan. Están tan ocupados con
cosas de la vida, incluso tan ocupados en las actividades de la iglesia y de
las organizaciones religiosas que no tienen tiempo para el Señor; nunca se
toman el tiempo para estar en comunión con Él.
Hay
creyentes a los cuales Dios ha querido poner en altos puestos políticos. Él les
habría mostrado como resolver algunos de los problemas de sus naciones, pero Él
no ha podido lograr que ellos le presten atención. Entonces Dios los deja donde
están, que sigan dando vueltas en un trabajo sin futuro. Hay otros a los cuales
Dios hubiera ascendido hasta llegar a ser gerentes de grandes corporaciones,
pero ellos estuvieron tan ocupados en sus propias e insignificantes metas que
no se molestaron en averiguar cuáles eran las metas de Él.
No desaproveche los planes de prosperidad que Dios tiene para usted. Pase tiempo con Él, préstele atención y aprenda a reconocer
su voz.
No bastará con unos cuantos versículos bíblicos y con unos cinco
minutos de oración para tener acceso a las revelaciones que el Espíritu Santo
tiene para usted; es necesario que tome esto muy en serio.
Si
usted cree que no tiene tiempo para hacerlo, piénselo otra vez. ¿Cuántas horas
al día pasa en frente del televisor? ¿Cuántas horas a la semana pasa leyendo
los periódicos? ¿Cuántas horas pasa leyendo novelas y viendo revistas? ¿Cuánto tiempo
pasa pensando en sus problemas?
Reemplace
esas cosas por la Palabra de Dios; use ese tiempo para meditar en las
Escrituras. Ore y diga: «Espíritu Santo, necesito saber qué hacer en relación a
esta situación en la que estoy involucrado». Luego, ponga atención, Él
comenzará a darle la sabiduría de Dios con respecto a sus finanzas (o cualquier
otro aspecto de su vida). ¿De veras lo hará? ¡Sin duda alguna!
Santiago 1:5-6 dice: «Y si alguno de vosotros tiene falta de
sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y
le será dada. Aquí
la sabiduría se relaciona directamente con Dios, como en Pr 1:7.
La
sabiduría no sólo incluye el conocimiento que viene de Dios, sino también la
habilidad de ponerla en práctica (Pr 1:2–4; 2:10–15; 4:5–9; 9:10–12).
Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a
la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra».
pida
con fe. Significa pedir de acuerdo con la voluntad de Dios, con plena confianza
de que Dios es soberano (1 Jn 5:14–15).
sin dudar. Es decir, el que vacila en la práctica de su fe, que está
lleno de indecisión.
No
obstante, permítame advertirle una vez más. No se trata de leer unos cuantos
versículos cada día y esperar ser prosperado. Sino que estamos hablando de
escudriñar la Palabra y meterse en ella hasta que el Espíritu Santo empiece a
hablarle y hasta que usted desarrolle una fe inconmovible.
Eso
no es algo que sucede de la noche a la mañana.
Como agricultor espiritual,
usted debe sembrar, deshierbar y regar la Palabra en su corazón. Va a tomar
tiempo y esfuerzo, pero créame, la cosecha bien valdrá la pena.
NAHUN 1:7 Bueno es el SEÑOR; es refugio en el día de la angustia, y protector de los que en él confían.
Gracias Dios, Padre de nuestro señor Jesucristo, por lo que nos das: la
paz, por tu protección del corazón, por tu ayuda para ayudar a otros, por tu
cuidado, por hacer que todas las cosas nos ayuden a bien, conforme a tu
propósito, a tu llamamiento, nos alegramos y regocijamos en tu amor, gracias
por conocer nuestras angustias, por darnos vida, paz, por no abandonarnos, por
tu calma, por levantarnos de tu mano, y por no desanimarnos, porque eres un
Dios bueno, nuestro refugio y protección, levantamos los ojos a ti Padre amado de
donde viene nuestra salvación y prosperidad. Amen.
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