LA IGLESIA DEL PRIMER SIGLO EN EL SIGLO XX
Por V. P. Wierwille
Capítulo doce de
"La Iglesia Nueva y dinámica"
La Iglesia del primer siglo tenía enorme poder porque los
cristianos creían que al ser salvos recibían el poder proveniente del Espíritu Santo,
y que por lo tanto podían operar las nueve manifestaciones del espíritu. Además
de tener tal poder interno, los creyentes del principio estudiaban la Palabra
de Dios y actuaban según ella, aceptándola como la voluntad de Dios.
La Iglesia del primer siglo fue una iglesia dinámica, según
lo que relata el Libro de Hechos. Nosotros nunca hemos visto a la Iglesia
moverse con tal ungimiento. Algunos dicen que Dios ha derramado un ungimiento
especial en estos últimos tiempos, pero eso simplemente no es verdad. La
Palabra dice que El envió Su don en el día de Pentecostés. Su don está aquí.
Obviamente, la Iglesia del primer siglo era más dinámica y rebosante de vida,
no porque Dios era más poderoso, sino porque los creyentes que formaban la
Iglesia operaban más efectivamente.
Según lo que se relata en el Libro de Hechos y en las
Epístolas Eclesiásticas, la Iglesia del principio, el Cuerpo de Cristo,
desarrolló un patrón para el crecimiento en sus diferentes localidades.
1. Cada persona era responsable de testificar con denuedo
acerca de la Palabra de Dios. Cuando una persona aceptaba a Jesús como su
señor, los cristianos "mayores" continuaban nutriendo y pastoreando
al nuevo cristiano hasta que estuviera lo suficientemente establecido como para
pararse firme y andar por sí solo según la Palabra dada.
2. Se llevaban a cabo pequeñas reuniones supervisadas,
llamadas "iglesias", en casas particulares, cada una con un anciano
jefe o pastor que supervisaba las unidades hogareñas.
3. Apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros
visitaban fielmente a cada grupo, a cada iglesia, y mantenían la comunicación
escrita con ellos.
4. Los cristianos no habían de ser apartados de su camino
por los bienes materiales: por lo tanto ellos vendían sus posesiones innecesarias
para fomentar la obra del ministerio.
La Iglesia del principio nació en medio de una sociedad que
era tan indoctrinada y endurecida como cualquier otra sociedad en cualquier
otro tiempo. Los romanos tenían el control gubernamental y el paganismo reinaba
desenfrenado. Sin embargo la Iglesia cristiana del primer siglo trastornó al
mundo --que significa que lo pusieron al derecho. Ellos tenían la habilidad
espiritual potencial que se hizo cinética en una forma maravillosa y dinámica.
Dentro de una generación los creyentes del principio cambiaron el curso
espiritual de los eventos de esa parte del mundo. No sabemos cuántos cristianos
durante el primer siglo realmente anduvieron según la Palabra de Dios y
testificaron al mundo entonces conocido, pero sabemos que de acuerdo con Hechos
19:10 en dos años y tres meses “...todos... en Asia [lo que hoy se conoce como
Asia Menor] judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor”.
Esta hazaña ciertamente no hubiera podido lograrse, y no fue
lograda, por un hombre. Pero bajo el ministerio y la enseñanza de Pablo, los
originales, "unos doce hombres...",* (familias) fueron inspirados y
aprendieron a andar según la Palabra de Dios y a compartirla con otros. Por
ejemplo, cuando el área conocida como Asia oyó esta maravillosa Palabra de Dios
a medida que se esparcía desde Éfeso, cada creyente trató de ganar a otro, y
nutrirlo hasta que ese cristiano recién nacido fuera lo suficientemente fuerte
como para estar firme y andar según la Palabra de Dios, operando las manifestaciones
del espíritu. Todo esto se logró sin ayudas modernas como radio, televisión o
materiales impresos.
Juan 1:40 se halla una de las primeras narraciones acerca de
un creyente ganando a un amigo. Es el relato donde Andrés halló primero a su
hermano Pedro y le trajo al señor.
Al igual que hoy, no todos en el primer siglo creyeron y
fueron salvos cuando un cristiano les testificó. Cuando usted predique la
Palabra de Dios y la comparta con una persona o un grupo, descubrirá que la respuesta será como
en Hechos 28:24: “Y algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían”.
Por supuesto que dentro del grupo de los incrédulos estaban
aquellos que, de acuerdo con Hechos 17:32, cuando oyeron la Palabra de Dios en
relación con la resurrección de los muertos “se burlaban, y otros decían: Ya te
oiremos acerca de esto otra vez”.
Los líderes de la Iglesia del principio incluyendo a Pedro y
los otros apóstoles, eran muy osados en la presentación de la Palabra de Dios;
y a causa de su denuedo, gran número tanto de hombres como de mujeres fueron
añadidos a la Iglesia según nos dice Hechos 5:14: “Y los que creían en el Señor
aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres”. Sin embargo, como dice a continuación el
relato en Hechos 5, el sumo sacerdote y los saduceos echaron mano a los
apóstoles y los metieron en la cárcel. Sin embargo, tan pronto como los
cristianos fueron sacados de allí, Dios les dijo: “Id, y puestos en pie en el
templo, anunciad al pueblo todas las palabras de esta vida”, así que volvieron
al templo a enseñar.
Pronto vino también el sumo sacerdote al templo e hizo
reunir al Sanedrín para traer ante ellos a los prisioneros; pero los apóstoles
no estaban en la cárcel. Cuando el sumo sacerdote y el jefe de la guardia del
templo y los principales sacerdotes (de acuerdo con Hechos 5:24) supieron lo
que Dios estaba haciendo y cómo Él había sacado a estos hombres de la cárcel,
se turbaron. Ellos no querían que creciera este nuevo movimiento. Se necesitó
gran coraje de parte de los apóstoles para volver al templo y enseñar a la
gente, sabiendo de antemano que se presentarían problemas cuando ellos hablaran
la verdadera Palabra de Dios. Pero, de acuerdo con Hechos 5:29: “Respondiendo
Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los
hombres”.
Después de ser interrogados implacablemente, los apóstoles
fueron azotados e intimidados a que no hablasen en el nombre de Jesús. Sin
embargo los apóstoles perseveraron, pues en Hechos 5:42 dice: “Y todos los
días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a
Jesucristo”.
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*Hechos 19:7: “Eran por todos unos doce hombres”.
Aquellos de la sinagoga no los aguantaban, igual como en
muchos lugares hoy, los verdaderos creyentes en la Palabra de Dios no son
tolerados en las iglesias organizadas y establecidas. Esto hizo necesario el
segundo punto de este estudio, a saber: pequeñas reuniones supervisadas,
llamadas iglesias, en los hogares. Le daré a conocer a usted las escrituras que
yo he observado, para que usted pueda leer exactamente lo que está escrito en
la Palabra de Dios en referencia a tales reuniones.
En Hechos 5 leímos que los apóstoles iban de casa en casa
hablándole a la gente acerca de la Palabra de Dios. Este es el primer relato
que demuestra cómo los apóstoles declararon la Palabra en los principios mismos
de la Era de la Iglesia, la era a la que usted y yo pertenecemos.
Más adelante, en Hechos 8:3, leemos que antes de ser salvo,
Pablo (cuyo nombre en hebreo es Saulo) entraba “casa por casa, arrastraba a
hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel”. Era necesario entrar a las
casas para hallar a los cristianos ya que ellas, eran sus lugares de reunión.
En Hechos 10 está el primer relato acerca de la casa de un
gentil que pasa por la experiencia del nuevo nacimiento y del recibimiento en
manifestación del poder proveniente del Espíritu Santo.
Hechos 10:2 piadoso y temeroso de Dios [Cornelio] con toda
su casa...
Esta reunión, también en una casa, era una característica de
la Iglesia del primer siglo.
Hechos 16 cuenta de cuando Pablo y Silas ministraron en una
casa inmediatamente después de que Dios los había sacado de la cárcel. El
carcelero preguntó en Hechos 16:30: ..."Señores, ¿qué debo hacer para ser
salvo?"
Hechos 16:31,32:
Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo,
tú y tu casa.
Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que
estaban en su casa.
Este es un significativo versículo de escritura pues
establece el precedente de testificarle a casas enteras a la vez. No hemos de
tratar de ganar para el señor sólo una persona en una casa, sino que debemos
tratar de ganar a toda la casa: el padre, la madre y todos los niños.
Aunque la cultura del Oriente difiere de la cultura nuestra,
por lo menos podemos aplicar los principios de la Palabra de Dios. Yo estoy
seguro que si podemos persuadir al padre y a la madre, entonces los niños más
jóvenes pueden ser ganados, especialmente si al padre y a la madre se les
enseña la exactitud de la Palabra de Dios en cuanto a su responsabilidad para
con Dios y para con sus familias.
Hechos 18:8:
Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con
toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados.
El jefe del hogar fue convertido; le fue enseñada la
exactitud de la Palabra de Dios, y a su vez toda la casa vino a formar parte de
la casa de la fe, recibiendo la fe del Señor Jesucristo.
En Hechos 21 hay otro ejemplo de una casa como lugar de
reunión.
Hechos 21:8:
Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos,
fuimos a Cesárea; y entrando en casa de Felipe el evangelista...
La casa de Felipe se había convertido en un lugar de reunión
para los creyentes. También el lugar donde Pablo vivía en Roma se convirtió en
un lugar de reunión para la difusión y la enseñanza de la Palabra de Dios en
los tempranos días de la Iglesia cristiana.
Hechos 28: 23, 30,31:
Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la
posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la
mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de
Moisés como por los profetas.
Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y
recibía a todos lo que a él venían,
predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor
Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.
Esa es la crónica de la Iglesia del primer siglo en el Libro
de Hechos, que es la presentación histórica de la fundación y el crecimiento de
la Iglesia cristiana.
Vaya a Romanos 16:3 y 5: Pablo le escribió a los romanos
diciéndoles: "Saludad a Priscila y a Aquila... Saludad también a la
iglesia [el grupo cristiano local] de su casa...”
1 Corintios 1:11:
Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos,
por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas.
1 Corintios y Colosenses nos dan otros ejemplos de reuniones
en una casa.
1 Corintios 16:19:
Las iglesias de Asia os saludan. Aquila y Priscila, con la
iglesia que está en su casa, os saludan mucho en el Señor.
Colosenses 4:15:
Saludad a los hermanos que están en Laodicea, y a Ninfas y a
la iglesia que está en su casa.
Hay un versículo en 1 Timoteo que debe leerse muy
cuidadosamente.
1 Timoteo 3:15:
para que si tardo, sepas como debes conducirte en la casa de
Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.
Los hogares en los cuales se reunían las iglesias se
conocían como casas de Dios. Estos hogares eran las columnas de la Iglesia
porque estas comuniones estaban edificadas sobre la fundación de la verdad.
Filemón, versículo 2:
y a la amada hermana Apia, y a Arquipo nuestro compañero de
milicia, y a la iglesia que está en tu casa.
En vista de que estos versículos que he compartido con usted
son lo que dice la Palabra de Dios en cuanto a las reuniones con apropiada
supervisión de las iglesias del primer siglo, entonces este tiene que ser el
método de Dios para ganar a hombres y mujeres para la Iglesia y sustentarlos. Si
usted dice que los tiempos han cambiado, entonces a mi me gustaría decir que la
Palabra de Dios no ha cambiado. Cuando las iglesias se reunían en los hogares,
lo pequeño del grupo permitía la participación de cada uno, a la vez que se les
podía prestar atención y ayuda en forma personal.
Tiene que haber liderazgo en ese grupo o iglesia que se
reúne en un hogar. La obra del Señor no puede hacerse al azar. Yo creo que nos
podríamos reunir en hogares, en grupos de seis a posiblemente 20 personas más o
menos, dependiendo de la capacidad del cuarto. Entonces podríamos ayudar a los
creyentes en cada área en particular. Nadie necesitaría viajar muy lejos, más
la gente oiría la maravillosa Palabra de Dios. Nuestros niños podrían reunirse
ya fuera en un cuarto separado con un adulto enseñándoles la Palabra de Dios o
junto con los adultos. Oír la Palabra de Dios apropiadamente explicada y la
operación de las manifestaciones sería la cosa más grandiosa que se pudiera
hacer por ellos. Recuerde, son las iglesias, la comunión de creyentes, lo que
nos interesa; nada que el hombre haya edificado servirá.
En cuanto a los ancianos o los pastores para cada grupo,
veamos el ejemplo de Pablo según se relata en Hechos 20. Pablo reúne a los
ancianos de la iglesia de Éfeso para amonestarles.
Hechos 20:28,29:
Por tanto, mirad por vosotros [que es el primer requisito de
cualquier líder], y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto
por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia
sangre.
Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de
vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.
El "obispo" se refiere a un anciano (no
necesariamente en edad, sino anciano en experiencia con la Palabra) que era el
gobernante, el coordinador, el supervisor en la casa, la iglesia. Los ancianos
eran los pastores de las unidades locales, a veces llamados obispos. Este
supervisor tiene que estar muy, pero muy atento a lo que sucede en la casa
donde se reúne la iglesia, la comunión de creyentes.
Hechos 20:30:
Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas
perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.
En otras palabras, Satanás engañaría a algunos de los
supervisores mismos. Habría divisiones en las iglesias que se celebran en los
hogares porque la gente estaba llena de orgullo y quería llevar los discípulos
tras de sí mismos y no tras la Palabra de Dios. Por lo tanto, era esencial un
liderazgo fuerte y preciso.
Y este liderazgo no se determinó al azar. El supervisor era
elegido por un hombre de Dios quien era guiado por el Espíritu Santo.
Tito 1:5:
Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo
deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé.
En 1 Pedro se les dice a los ancianos cómo han de
comportarse.
1 Pedro 5:2:
Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando
de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino
con ánimo pronto,
no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro
cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.
Ahora bien, en cuanto a las visitas hechas por los
apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros, el Libro de Hechos
constantemente cuenta de las veces en que Pablo empezó comuniones de creyentes
en varios lugares y luego volvió a visitarlas. Vemos también a otros hombres
--Timoteo, Tito, Silvano, y otros-- visitando iglesias, comuniones de
creyentes. Al estudiar los viajes misioneros podemos ver que Derbe, Cesarea,
Antioquía de Pisidia, Tarso, Iconio, Pessino, Éfeso, Troas, Neápolis, Filipo,
Anfípolis, Apolonia, Tesalónica, Berea, Atenas, y Corinto estaban entre los
lugares que se visitaron de nuevo.
En Hechos 20 tenemos el relato de cuando Pablo volvió a
visitar a los efesios y envió a llamar a los ancianos de la iglesia para
reunirse en Mileto. La razón por la cual había ancianos (plural) en la iglesia
es que había muchas casas en las cuales se reunía la gente y cada casa era
supervisada por un anciano. En el siguiente versículo, Pablo se está dirigiendo
a los ancianos en Éfeso.
Hechos 20:20:
y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y
enseñaros, públicamente [eso es, en reuniones de grupos en casas amplias] y por
las casas.
El Apóstol Pablo no solamente fue por las casas enseñando la
maravillosa Palabra de Dios, sino que también escribió cartas a las iglesias
dispersas, a las reuniones de comunión locales, que formaban la Iglesia, el
Cuerpo. Entonces se leían estas cartas en los diferentes hogares donde se
reunían los cristianos. Así es cómo la Iglesia del principio recibió
instrucción y creció. Podemos darnos cuenta que 1 y 2 Timoteo especifican el
procedimiento completo y la conducta para los líderes en relación a la Iglesia.
Hemos de leer cuidadosamente estas epístolas porque en ellas encontramos la
verdad que necesitamos saber para manifestar con exactitud la grandeza de la
Palabra de Dios.
El cuarto punto que explica el dinamismo de la Iglesia del
principio fue que los cristianos dieron todos los bienes materiales que no
necesitaban, para fomentar el ministerio cristiano. Pero antes de examinar este
punto específico, miremos los antecedentes en Hechos 4 para ver los otros
elementos de crecimiento que se desarrollaron antes de que los cristianos
renunciaran al exceso de posesiones materiales.
De acuerdo con Hechos 4, Pedro y Juan acababan de
ministrarle sanidad a un hombre de más de cuarenta años de edad, obra por la
cual fueron encarcelados e intimados que ni siquiera hablaran o enseñaran en el
nombre de Jesús.*
Sin embargo, apenas librados de la cárcel, Pedro y Juan
empezaron a predicar nuevamente.
Hechos 4:29:
Y ahora, Señor, mira sus amenazas [de los líderes de la
sinagoga], y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra.
¿No es esa una maravillosa oración? Este es el primer relato
de una oración por la Iglesia del primer siglo. Los apóstoles habían sido
encarcelados, humillados, heridos y amenazados por su enseñanza y por la forma
en la cual ministraban sanidad. Sin embargo, cuando Pedro y Juan retornaron
junto al grupo de creyentes--en vez de pedir unas vacaciones, en vez de pedir
un lugar donde fuera más fácil servir--ellos oraron: “Señor, mira sus amenazas
y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra”. Fue el hablar
la Palabra lo que desde el principio los puso en aprietos, pero solamente su
perseverancia les haría progresar en su misión.
La Iglesia del principio siempre predicó la Palabra de Dios
y nada más que la Palabra de Dios--no las opiniones personales. Ellos hablaron
solo la Palabra con denuedo; y a menudo, cuando ellos hablaron la Palabra, se
metieron en líos; la pregunta ahora es: ¿estamos enseñando la Palabra?
Puede que, cuando realmente presentemos la Palabra de Dios y
andemos en la luz de la Palabra de Dios, recibamos persecución por aquí y por
allá. Pero esto no debería disuadirnos. Debemos simplemente decir: “Bueno, si
Satanás está tratando tan fuertemente de obstruir nuestros esfuerzos, debe ser
que estamos haciendo algo que vale la pena. Si nuestras metas no tuvieran
ningún valor, seguro que Satanás no se tomaría la molestia de inmiscuirse. El
pelea porque le estamos haciendo batalla”.
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*Hechos 4:18 y
llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el
nombre de Jesús.
Fíjese que los discípulos oraron: "... concede a tus
siervos... "Estos hombres eran hijos de Dios en su relación celestial;
pero en sus responsabilidades terrenales, ellos estaban para servir a Dios, y
por lo tanto se les llamaba siervos.
Hechos 4:31,32:
Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados
tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la
Palabra de Dios.
Y la multitud (El texto es "cada uno de ellos"] de
los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo
propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.
¡Imagínese esto en la Iglesia del principio! Todas las
personas renacidas del Espíritu de Dios y llenas con el poder del Espíritu
Santo eran de un corazón y un alma. Ellos tenían la Palabra y estaban de
acuerdo en la Palabra. Esto es lo que le dio poder a la Iglesia del principio.
Al estudiar "tenían todas las cosas en común"
vemos que de acuerdo con los textos críticos griegos la palabra que se usa para
"común" en el versículo 32 significa: "a fin de que en sus
creencias y en sus acciones estaban comúnmente unidos". Ninguna de las
cosas--las pluralidades--que una persona poseía era realmente suya propia. La pluralidad
de lo que poseía era común en lo que a necesidad se refería.
Cuando la Iglesia del principio comenzó a moverse, toda la
pluralidad de cada miembro era común entre ellos. Si un miembro tenía una
necesidad, la pluralidad era usada para proveer lo que se necesitaba.
Hechos 4:33-35:
Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la
resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia [favor divino] era sobre todos
ellos.
Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos
los que poseían heredades [plural] o casas [plural], las vendían, y traían el
precio de lo vendido,
y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a
cada uno según su necesidad.
Fíjese que la última palabra en Hechos 4:35 no es
"codicia", sino "necesidad". Había personas en la Iglesia
que tenían más de lo que necesitaban en materia de comida, vestuario y
vivienda. Por lo tanto, ellos vendieron sus pluralidades--aquello que no
necesitaban--para ayudar a algún otro en la Iglesia que tenía una necesidad. Supongamos
que en la Iglesia hubiera un matrimonio joven que estaban dedicados al Señor,
que amaban la Palabra de Dios y que querían empezar a cultivar un terreno;
ellos tenían una necesidad. La Iglesia había de ayudar a la pareja a comenzar.
Fíjese cuidadosamente en las palabras "todos los que
poseían" en el versículo 34. ¿Qué hicieron estas personas que poseían
heredades (plural) y casas (plural) cuando renacieron? Vendieron sus
pluralidades. Ellos vendieron aquello que no necesitaban. La pluralidad es codicia,
no es necesidad. Si queremos que la Iglesia avance bajo el ungimiento del poder
del Espíritu Santo como avanzó la Iglesia del principio, tenemos que ser
obedientes a la Palabra de Dios y superar, vencer nuestra codicia. El exceso de
peso nos sobrecarga, y los cristianos no han de quedarse atascados por las
cosas de este mundo.
Dios nunca le pidió a un hombre, en ningún lugar en la
Biblia, que vendiera o se deshiciera de aquello que él necesitaba para su
subsistencia. Ellos vendieron lo que no necesitaban, sus pluralidades, y el
dinero lo trajeron a los apóstoles quienes lo distribuyeron de acuerdo a la
necesidad de cada creyente en particular. Las necesidades de una persona pueden
ser más que las de otra. Cada uno debe determinar dentro de sí mismo su
necesidad, de acuerdo a la renovación de su propia mente una vez que ha
renacido.
Puede que usted pregunte: "Bueno, ¿y a quién le
confiamos las posesiones recogidas?" ¿A quiénes se las confió la Iglesia
del principio? A los apóstoles. Si usted como cristiano no confía que la
persona o el grupo o la organización usará apropiadamente su donación, debería
darla en otra parte, a algo o a alguien en quien usted confíe que lo usará como
se supone que debe ser usado. Los apóstoles distribuyeron los bienes.
Hechos 4:36,37:
Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por
sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de
Chipre,
como tenía una heredad [singular], la vendió y trajo el
precio y lo puso a los pies de los apóstoles.
Acabamos de leer que los primeros cristianos vendieron sólo
sus pluralidades. Sin embargo, aquí hay un hombre que vendió su tierra, un bien
único. ¿Por qué? Porque era un levita. De acuerdo con el Antiguo Testamento, un
levita no podía ser dueño de ninguna propiedad.
Este José, cuyo sobrenombre era Bernabé, de Chipre,
entendiendo y creyendo lo enseñado, fue convertido y hecho salvo. Por lo tanto
vendió su única propiedad (que nunca debiera haber poseído) y trajo el dinero y
lo depositó a los pies de los apóstoles.
Así tenemos en pocas palabras una idea de cómo la Iglesia
del primer siglo operó y prosperó al punto de que muchos fueron ganados para el
Señor Jesucristo y manifestaron su poder. Una y otra vez vemos estos
principios:
1. Cada persona era responsable de testificar con denuedo
acerca de la Palabra de Dios y luego respaldar a esos nuevos cristianos
renacidos hasta que ellos pudieran andar y a su vez testificar por sí solos.
2. La Iglesia prosperó cuando pequeños grupos (iglesias, reuniones
de comunión) se reunieron en los hogares y ministraron bajo la supervisión de
coordinadores capaces.
3. Los apóstoles, los profetas, los evangelistas, los
pastores y los maestros mantuvieron contacto continuo con cada grupo por medio
de visitas y comunicaciones escritas.
4. Los cristianos contribuyeron al bienestar de la Iglesia y
de sus miembros dando para las necesidades comunes, contribuyendo las
pluralidades de sus bienes materiales.
Al leer Hechos y las Epístolas Paulinas, rápidamente nos
damos cuenta del crecimiento numérico y de la prosperidad espiritual de la
Iglesia del primer siglo. Obviamente, la Iglesia del siglo veinte no se le
compara en su vitalidad. Por lo tanto, tenemos todo para ganar si seguimos el
ejemplo de la Iglesia del principio. Dios no ha cambiado. Y como todavía
tenemos Su poder, ciertamente podemos adaptar las técnicas de la Iglesia del
principio. Somos nosotros quienes tenemos que aplicar estos principios y este
poder y el denuedo de los apóstoles para hacer a la Iglesia del siglo veinte
más fuerte y más vital de lo que ha sido jamás la Iglesia cristiana. Esta es
nuestra oportunidad y nuestro desafío.