EL CONSEJO DEL SEÑOR
Capítulo 6 de "La Biblia me lo dice"
Por Victor Paul Wierwille
A través de toda la Palabra de Dios, Dios promete Su
bendición a aquellos que se adhieren a Su consejo. Aunque la naturaleza del hombre es tratar de dirigir
sus propios pasos sin el consejo de Dios, el hombre no puede hacerlo
exitosamente. Muchas escrituras exponen esta verdad.
Jeremías 10:23
Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino,
Ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos.
Proverbios 16:9
El corazón del hombre piensa su camino;
Mas Jehová endereza sus pasos.
Proverbios 19:21
Muchos pensamientos hay en el corazón del hombre;
Mas el consejo de Jehová permanecerá.
Un hombre piensa muchas cosas en su corazón, y sin embargo
los planes del corazón de un hombre no pueden dirigir una vida exitosa. Es
solamente el Señor, Jehová, quien verdaderamente puede guiar los pasos de un
hombre, y es solamente el consejo del Señor, la Palabra de Dios, que
permanecerá.
Estos hombres de Dios de tiempos pasados, como Jeremías y
Salomón, ¡cómo penetraron hasta el centro mismo del corazón del hombre natural!
Queremos dirigir nuestras propias vidas, pero sin embargo nuestra voluntad
tiene que estar sujeta a la voluntad de Dios si hemos de ser agradables a Dios.
El hombre natural y hasta el cristiano no practicante son provocados a
indignación al aprender esta verdad, pues es muy humillante. Es lo último que la mente natural desea, pues
cada hombre está en lo cierto a sus propios ojos y cada hombre piensa que tiene
el mejor plan para su propia vida. Pero
la Palabra de verdad dice que los cristianos necesitan humillarse a sí mismos
ante el Señor Todopoderoso y aceptar Su consejo. La vieja naturaleza, aun en un
hijo de Dios, no es vencida fácilmente. Solo el Señor nos puede traer a
enfrentarnos a la realidad de saber: “Estoy perdido, sálvame. Estoy vacío,
lléname. Soy ignorante, enséñame. Estoy perplejo, aconséjame. Soy débil, dame fuerzas. Estoy engañado, líbrame”.
La gran obra de Dios es dirigir el corazón, el ser interior.
La obra del hombre en contraste, comienza donde Dios termina—el exterior del
hombre, el ser exterior. El hombre siempre comienza en el exterior esperando
obrar hacia el corazón; él friega, pule y decora, tratando de reformar su
usanza. El hombre limpia el exterior del jarro mientras que la suciedad
permanece en el interior. Este es el camino de la religión al cual
frecuentemente se le llama “cristianismo”.
Pero esto verdaderamente no es el cristianismo pues el cristianismo no
es lo que el hombre hace; el cristianismo es lo que Dios ha hecho por medio de
Cristo.
El objeto de la religión siempre será dirigir la carne por
medio de reglas y reglamentos y de esa forma tratar de hacer de hacer que la
carne produzca fruto espiritual. Pero
todos los esfuerzos del hombre son en vano porque es el corazón del hombre que
tiene la culpa.
Mateo 11: 15, 19,20
No lo que entra en la boca contamina al hombre;
mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.
Porque del corazón salen los malos pensamientos,
los homicidios, los adulterios, las fornicaciones,
los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.
Estas cosas son las que contaminan al hombre;
pero el comer con las manos sin lavar no contamina al
hombre.
La religión está hecha de ordenanzas para la carne tales
como “no manejes, ni gustes, ni aun toques” las cuales no son ni más ni menos
que “…mandamientos y doctrinas de hombres”, según dicen Colosenses 2:21 y 22.
¡Cuán verdaderamente opuesta es la acción del Espíritu Santo! Todas las formas
de piedad o santidad del hombre son simplemente los mandamientos y doctrinas de
hombres que comienzan con la carne y continúan en corrupción de la carne
terminando en muerte. Pero cuando la sabiduría de Cristo rige nuestro andar y
el espíritu con el cual estamos llenos nos da energía, experimentamos una vida
nueva.
La Palabra de Dios dirige al cristiano de mente renovada a
seguir tras la obra de Cristo--una obra comenzada en gracia, la cual continúa
en gracia en esta vida y termina con el regreso de Cristo en su gloria.
Manifestaremos el poder proveniente del Espíritu Santo dependiendo de cuánto
renovemos nuestra mente según la Palabra de Dios. O, en otras palabras, hemos
de “vestirnos con la mente de Cristo”, pensar sus pensamientos, andar una vida
perfecta y poderosa. Pero si andamos según las tendencias naturales del hombre
en vez de según la mente de Cristo, continuamente tornaremos nuestros
pensamientos hacia el hombre y dirigiremos nuestra atención hacia las
aspiraciones y los logros del hombre. El propósito de la obra del hombre
natural es glorificar al hombre; sólo la obra del espíritu glorifica a Dios y
capacita al hombre para hacer la obra de Dios.
La única prueba verdadera que debemos aplicar a nuestras
vidas es determinar si nuestro andar glorifica a Dios. Esta prueba nos dice si
nuestro andar está bajo la dirección del Señor o si estamos actuando
simplemente por nuestros sentidos egocéntricos, apartados del Espíritu de Dios
por otro espíritu. La iglesia en Corinto fue específicamente puesta en guardia
contra “otro espíritu”. 2 Corintios 11:4 nos dice enfáticamente que hay otro
espíritu que está trabajando para dirigir erróneamente y engañar. Este espíritu
proveniente de Satanás trataría de controlarnos y engañarnos hoy día, así como
2 Corintios 11:3 dice: “…como la
serpiente con astucia engaño a Eva”.
Cuando estamos bajo la influencia de “otro espíritu”,
podemos parecer muy “religiosos” mientras que estamos totalmente fuera de
armonía con Dios. Un espíritu es el de Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, y el otro espíritu es del dios de este mundo que es el Diablo.
Debemos estar seguros que Dios el Señor está dirigiendo nuestros corazones para
que hagamos la misma confesión que el salmista.
Salmos 73:22-25
Tan torpe era yo, que no entendía;
Era como una bestia delante de ti.
Con todo, yo siempre estuve contigo;
Me tomaste de la mano derecha.
Me has guiado según tu consejo,
Y después me recibirás en gloria.
¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?
Y fuera de ti nada deseo en la tierra.
Nosotros como individuos debemos humildemente buscar y
aceptar el consejo de Dios. Dios bendice
a aquellos que siguen Su voluntad. Hasta la gente que rodea a los seguidores de
Dios son bendecidos. Acuérdese de cómo Dios el Señor hubiera perdonado un lugar
aun tan malvado como Sodoma si solamente se hubieran hallado diez habitantes
justos y temerosos de Dios en esa enorme ciudad. No seamos engañados para
seguir tras los artificios del hombre, los cuales suenan convincentes pero no rinden
frutos. Debemos vivir la doctrina
asentada en la Palabra de Dios, pues es el consejo del Señor, y es lo único que
permanecerá.
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