CAPÍTULO III
CREER ES IGUAL
A RECIBIR
VICTOR PAUL WIERWILLE
En todo relato en la Palabra de Dios en
que sucedió un milagro o en que Dios hizo una gran obra, estaban presentes los
principios señalados en el capítulo anterior. Las personas involucradas sabían
lo que estaba disponible, cómo recibir lo que necesitaban, y qué hacer con ello
después de recibirlo, y ellos tenían sus necesidades y deseos coordinados sabiendo
que la capacidad de Dios es igual a Su deseo de cumplir Sus promesas. Cuando se
entienden estas claves, podemos leer en cualquier lugar desde Génesis hasta
Apocalipsis y ver este patrón.
Como una
ilustración comencemos con Marcos 3:1:
Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y
había allí un hombre que tenía seca una mano.
El hombre
tenía una necesidad. La sinagoga era el lugar donde la gente adoraba, donde se
les enseñaba, donde se debía reunir gente de Dios y obtener satisfacción a sus
necesidades.
Versículo 2:
Y le acechaban [los fariseos a Jesús] para
ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle.
¿Por qué acechaban estos (así llamados)
líderes religiosos a Jesús? Porque ellos querían acusarle si él hacía cualquier
sanidad en el día indebido de la semana. Seguramente que estas personas estaban
interesadas en el hombre con la mano seca, ¿no? No. A ellos sólo les interesaba
ver si Jesús actuaba en el lugar correcto, en el momento correcto, y con su
bendición. Este hombre con la mano seca
estaba en el lugar donde se esperaría encontrar ayuda; pero ¿qué había
recibido? Nada.
Versículo
3:
Entonces [Jesús] dijo al hombre que tenía
la mano seca: Levántate y ponte en medio.
En el momento
que el hombre se levantó y se puso en medio sabía que estaba separándose de los
espectadores y que recibiría la misma crítica que dirigían contra Jesús.
Versículo
4:
Y les dijo: ¿Es lícito en los días de
reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos [los
líderes y los fariseos] callaban.
¿Saben ustedes
por qué? Los líderes en la sinagoga no estaban interesados en ver si el hombre era
liberado o no; a ellos sólo les interesaba una cosa --comprometer a Jesús.
Versículo
5:
Entonces, mirándolos alrededor con
[¿compasión? no, no, lo que dice es] enojo...
A nosotros siempre se nos ha enseñado que
si una persona es verdaderamente cristiana lo único que siempre hace es amar.
¿No piensa usted que Jesucristo amó? ¿No era él todo amor? Sin embargo Marcos 3
nos dice que él miró a esos líderes de la sinagoga con enojo.
Jesús estaba realmente irritado. La idea
de que los cristianos y los hombres de Dios tienen que ir dando palmadas en la
espalda a todos en todo momento es un concepto distorsionado. Algunas veces los
hombres de Dios tienen que ponerse firmes contra aquellos que obstruyen el
poder de Dios. Jesús los miró con enojo.
Versículo
6:
Entonces, mirándolos alrededor con enojo,
entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre [de la mano seca]:
Extiende tu mano...
En el análisis de esta sección en Marcos
3:1-5, lo primero que vemos es lo que está disponible. El mandato declaraba lo
que estaba disponible. El mandato era: “Extiende tu mano”. Eso parecía ser algo
imposible porque la mano del hombre estaba seca; naturalmente que él no la
podía extender. Sin embargo, Jesús le dijo al hombre de la mano seca:
...Extiende tu mano. Y él [el
hombre] la extendió...
El hombre de la mano seca que tenía esta
tremenda necesidad, extendió su mano. Hizo lo imposible. ¿Cómo? Creyó. Creer
es un verbo y un verbo muestra acción. El hombre creyó que lo que Jesús dijo
era la voluntad de Dios, por lo tanto, él extendió su mano. Una vez que usted
tiene la promesa de Dios, el “cómo” del recibir es creer literalmente lo que
esa promesa dice. Parecía imposible que el hombre extendiese su mano. Sin embargo
este hombre creyendo lo que la Palabra decía, o lo que decía Dios por medio de
Jesucristo, la extendió.
...y la mano le fue restaurada sana.
Él no recibió su sanidad primero y luego
extendió su mano; fue en el extender de la mano que le fue restaurada sana.
Antes de recibir cualquier cosa uno debe actuar como si ya la tuviera y entonces
recibe.
Siempre que leo este pasaje en Marcos 3,
me acuerdo de los tiempos en que yo practicaba los principios de la grandeza de
la Palabra de Dios en otros países del mundo. En una ocasión en que yo estaba
enseñando en Jabalpur, India, una señora que había trabajado en un servicio
misionero por treinta años fue liberada por el poder de Dios de varias
enfermedades que parecían incurables. Esta liberación causó tal revuelo en la
ciudad de Jabalpur a la mañana siguiente que ocurrió el milagro, que cuando mi
familia y yo estuvimos listos para abordar el tren y salir de Jabalpur, cientos
de personas se reunieron en la estación del ferrocarril. Esta muchedumbre, que
estaba compuesta de hindúes principalmente, quería que yo impusiera mis manos
sobre cada uno de ellos porque pensaban que yo debía tener algún poder especial
en mis manos puesto que había impuesto mis manos sobre la mujer en el día
anterior. Ellos sentían que solamente conque yo impusiera mis manos sobre
ellos, ellos también serían liberados. Precisamente antes de que el tren en que
viajábamos saliera de la estación, un hindú de alta casta, cuyo brazo
paralizado colgaba flácido a su costado, corrió hasta nuestro compartimiento
del ferrocarril y me dijo: “¿Puede usted orar por mi brazo?” Sin embargo, él
añadió inmediatamente: “Pero yo no creo en su Jesús”.
¿Qué hubiera hecho usted? Le pregunté si
creía que Dios lo liberaría. Él dijo: “Yo creo que Dios me sanará si usted ora
por mí, pero no creo en su Jesús”. Entonces, le pregunté otra vez: “¿Cree usted
que Dios lo hará libre?” Y dijo: “Yo creo que Dios me sanará, pero yo no creo
en su Jesús”. Puse mis manos sobre él y oré que Dios lo pusiera en libertad, en
el nombre de Jesucristo. Cuando terminé le dije: “Ahora levante su brazo”. Él
comenzó a levantarlo y de repente lanzó hacía arriba sus dos brazos. Él saltaba
y gritaba con lágrimas corriendo por su cara. Una vez que hubo levantado un
poco su brazo, se dio cuenta del milagro. Él fue liberado completamente. Para
ese entonces, el tren se empezó a mover y yo dije: “Alabado sea Dios; déle
gracias a Dios que usted fue sanado en el nombre de Jesucristo”.
En la siguiente parada un hombre vino a
nuestro compartimiento en el tren y dijo que él representaba a su amo, quien
quería venir y conocer al hombre de Dios. Dijo que su amo era fulano de tal, un
miembro del parlamento de Nueva Delhi, que también viajaba en el tren. El
miembro del Parlamento vino entonces a nuestro compartimiento para decirnos a
mi señora y a mí que lo que él había visto en Jabalpur era el evento cristiano
más tremendo que él hubiera presenciado, que un hombre de Dios bendijera a toda
la gente de Dios sin considerar si fuesen cristianos o hindúes. Él nos ofreció
las llaves de su ciudad y dijo que en cualquier momento que quisiéramos ir a
ministrar en India, las puertas de India y del lejano Oriente estarían abiertas
para que nosotros enseñásemos la precisión y la grandeza de la Palabra de Dios.
En Marcos 3, así como en Jabalpur, ambas
personas tenían la promesa de Dios, los dos hombres creyeron, y cuando
creyeron, actuaron; y cuando actuaron, su mano y su brazo les fueron restaurados
sanos. El cómo de recibir es creer. Cuando sus necesidades y sus deseos
estuvieron en balance, recibieron. Después de saber qué está disponible, cómo recibir,
y qué hacer con ello, una persona entonces cree y finalmente actúa de acuerdo
con su creencia en una forma positiva.
Miren el poder de creer según está
definido en Efesios 1:19.
y cuál
la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los
que [hacemos una cosa] creemos...
Efesios
3:20:
Y a Aquel que es poderoso para hacer todas
las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el
poder que actúa en nosotros.
Él no sólo es poderoso para hacer cosas abundantemente, sino mucho más abundantemente. Crea y entonces reciba.
La ley de creer es la ley más grande en la
Palabra de Dios. Es más, no sólo es la ley más grande en la Palabra, es la ley
más grande en todo el mundo. El creer da resultado tanto a santos como a
pecadores. Esta gran ley de creer se expone en Marcos 11.
Marcos
11:12, 13:
Al día siguiente [ésta es la última semana
de la vida de Jesucristo en la tierra], cuando salieron [Jesús y sus doce
apóstoles] de Betania, tuvo hambre.
Y
viendo de lejos una higuera que tenía hojas fue a ver si tal vez hallaba en
ella algo, pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo
de higos.
Jesús fue a la
higuera esperando encontrar algo en ella,
pero “...no era tiempo de higos”. ¿Quiere usted decirme que Jesús era un
ignorante? ¿Iría yo a un árbol de manzanas si no fuera tiempo de manzanas?
¿Piensa usted que Jesús iría a una higuera sabiendo que no es la época
correcta? ¿Cuál es la situación?
Hay dos árboles en la Biblia que son
designados como árboles del pueblo: la palma de cocos y la higuera. Nunca era
un robo tomar de los frutos de cualquiera de estos árboles sin importar de
quién fuera la tierra en que el árbol estaba plantado. Si yo tuviera una
higuera en mi patio delantero, usted podría venir y servirse del fruto del
árbol en cualquier momento porque es un árbol del pueblo. En el pasaje de
Marcos 11, Jesús venía de Betania a Jerusalén y tuvo hambre. Eso no quiere
decir que estaba muriendo de hambre. Tuvo hambre así como a nosotros nos da
hambre por un bocadillo. Quería algo para picar, un bocadillo, así que vio la
higuera y se dirigió hacia ella esperando encontrar algo. No era todavía el
tiempo de los higos y Jesús lo sabía. Sin embargo, al salir las hojas en esta
especie de higuera, hay unos pequeños brotes que son tan dulces como caramelo.
No era tiempo para los higos maduros; pero si el árbol no tenía brotes, Jesús
sabía que tampoco tendría higos más tarde. Ahora miren como se desarrolla la
historia.
“Entonces Jesús dijo a la higuera” --Jesús
le hablaba a la higuera. ¿Se imaginan a los vecinos mirando a Jesús? ¿Se
imaginan a los apóstoles rascándose la cabeza y preguntándose qué hacía Jesús
hablándole a esa higuera? Observemos el pasaje.
Versículo 14:
Entonces Jesús dijo a la higuera [Si usted
quiere recibir el poder de Dios tiene que ser específico, él no dio rodeos; él
le habló al árbol]: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos.
Jesús y los apóstoles
regresaron a Betania ese mismo día.
Versículo
20:
Y pasando por la mañana [al día siguiente],
vieron que la higuera se había secado desde las raíces.
Generalmente
la muerte de un árbol se nota primero en las hojas más altas, luego en las
ramas más abajo, y finalmente en las raíces. Pero este árbol murió al revés, y
de la noche a la mañana.
Marcos
11:21, 22:
Entonces Pedro, acordándose, le dijo:
Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.
Respondiendo
Jesús, les dijo: Tened fe en Dios.
El texto “original” leía: “...Tened la fe
de Dios”. Observe el versículo 23 cuidadosamente.
Porque de cierto os digo, que cualquiera
que dijere a este monte: Quítate y échate al mar, y no dudare en su corazón,
sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.
Esta es la gran ley en la Palabra de Dios
“...cualquiera...” No dice cristiano o no cristiano; cualquiera quiere decir cualquiera. “Cualquiera que dijere a
este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare...sino creyere que será
hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”. En otras palabras: dígalo,
créalo, y le será hecho.
Luego Jesús reiteró esta verdad en el
versículo 24.
Marcos
11:24:
Por tanto, os digo que todo lo que
pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.
La ley del
creer es la ley más grande en la Palabra de Dios: cualquiera que lo diga, cualquiera
que lo crea, actuará y recibirá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario