CAPÍTULO VII
NO SÓLO DE PAN
VIVIRÁ EL HOMBRE
VICTOR PAUL WIERWILLE
El problema espiritual básico del hombre
es no creer en la integridad de la Palabra de Dios, simplemente no creer lo que
Dios dice. Muy poca gente cree que la Palabra de Dios es exacta, que quiere
decir lo que dice y que dice lo que quiere decir. De este modo, el hombre está
en un constante dilema en su búsqueda de la verdad, él no tiene ninguna piedra
de toque, ningún criterio para la verdad porque no quiere ir a la Palabra y
estudiar su integridad y su precisión.
En Mateo 4:4, la Palabra de Dios declara:
...Escrito está: No sólo de pan vivirá el
hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Noten las palabras “de la boca de Dios”. A
Dios se le ha atribuido una característica humana, pero Dios no tiene boca. De
nuevo, es la figura literaria condescensio,
la marca de énfasis del Espíritu Santo.
El hombre no se puede sustentar solamente
bajo una dieta de alimento físico; necesita que su alimento sea completado con
toda palabra que viene de Dios. El hombre no puede vivir de palabras que vienen
de hombres, de distintos escritores, de distintos teólogos o de distintos
grupos eclesiásticos, sino de palabras que vienen de Dios.
El hombre sí necesita alimentos físicos
para el mantenimiento de su cuerpo físico. Pero un hombre tiene algo más qué
cuidar además de su cuerpo físico. El alma de un hombre también necesita
nutrimento. El alma del hombre no puede ser sustentada con puré de papas, salsa
y filete de carne. Mateo 4:4 declara que no sólo de pan vivirá el hombre “sino
de toda palabra...” No sólo necesita una palabra aquí y una palabra allá; no un
versículo aquí y otro versículo allá; “si no de toda palabra que sale de la
boca de Dios”. La Palabra de Dios es ese alimento que requiere el hombre de
modo que pueda renovar su mente y así manifestar la vida más abundante.
La debilidad espiritual y la incapacidad
espiritual sólo se pueden deber a una dieta impropia, eso es: el abandono de la
Palabra de Dios. En su mayor parte, la anemia espiritual causada por el
abandono de la Palabra de Dios puede ser atribuida hoy en día al hecho de que
no se entiende la Biblia cuando es leída. La Biblia no se entiende porque nunca
se nos ha enseñado cómo entenderla. ¿Quién nos ha enseñado las figuras
literarias? ¿Quién nos ha enseñado lo que es revelación? ¿Quién nos ha mostrado
la precisión de la Palabra? Por eso es que tenemos anécdotas sobre la Biblia
cubierta de polvo. En realidad uno no puede culpar a la gente por esto. La
culpa debería recaer sobre aquellos de nosotros que hemos sido predicadores y
maestros porque no hemos comunicado la Palabra al hombre de hoy.
¿Pero que me dice de las personas cuyas
Biblias no están cubiertas de polvo y abandonadas, y sin embargo son aún
débiles espiritualmente? Su dolencia espiritual tiene que ser causada por el
uso equivocado de la Palabra de Dios. El uso impropio significa que no está
dividiendo correctamente la Palabra de Dios. A algunos de nosotros se nos ha
instruido que leamos la Biblia por lo menos una vez al día; pero cuando hemos
terminado de leer nuestra Escritura diaria, ¿qué es lo que sabemos? No hemos
aprendido nada porque no la hemos entendido. ¿Qué pasa cuando la gente deja de
entender la Palabra? Sucumbe ante todas las doctrinas y teorías del hombre.
Esta gente, espiritualmente hambrienta, es llevada de un lado a otro con cada
filósofo nuevo o idea nueva. Las sombras fugaces de unos cuantos grandes
nombres antes que la Palabra de Dios, mantienen a la gente embelesada.
Demasiada gente cree lo que han recibido del hombre y entonces trata de
corroborar sus creencias yendo a la Biblia y seleccionando Escrituras que
justifiquen sus ideas.
Una mujer me escribió una vez con respecto
a una de nuestras radio difusiones. Puesto que mi prédica estaba de acuerdo con
lo que ella pensaba, le había gustado. Supongamos que la enseñanza hubiese sido
la Palabra y que no hubiera estado de acuerdo con lo que ella pensaba. ¿Hubiera
sus creencias cambiado la Palabra de Dios? Ya sea que creamos o no, de todas
maneras sigue siendo la Palabra de Dios.
Hace algunos años yo estaba enseñando una
clase en un estado del sur. Después de la segunda sesión vino a mí un hombre y
dijo: “Yo pienso que ésta es la enseñanza bíblica más lógica que yo haya oído,
pero”, él dijo, “es desconcertante para mí porque yo siempre he mantenido otras
opiniones y no quiero cambiar mi modo de pensar. Usted me está confundiendo”.
Este caballero no terminó la clase porque ya tenía cerrada su mente. Este era
su privilegio, pero la Palabra de Dios
aún es Verdad ya sea que la creamos o no.
Cuando se combinan dos partes de hidrógeno
y una parte de oxígeno se obtiene agua. A mí no me importa si usted ora o no
ora, si usted es cristiano o no es cristiano, si usted cree o no cree; no hace
diferencia alguna porque la ley es que dos partes de hidrógeno y una parte de
oxígeno es agua. La Palabra de Dios es tan infalible como eso. Por esto
nosotros deberíamos honestamente llegar al punto en que permitamos que la
Palabra de Dios tome preeminencia en nuestras vidas sin importar qué ideas, sin
importar qué teorías, sin importar qué opiniones podamos haber sostenido.
Tenemos que venir a la Palabra, dejar que la Palabra hable, y entonces ajustar
nuestro pensamiento de acuerdo a la integridad y a la exactitud de la Palabra.
Después de haber dejado que la Palabra hable, debemos armonizar
consecuentemente nuestras creencias, nuestras acciones y nuestro vivir.
2 Pedro 1:3 dice de la Palabra:
Como todas las cosas que pertenecen a la
vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder [el de Dios],
mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia.
Dios, por Su divino poder, nos ha dado
todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad. Si queremos las cosas
que pertenecen a la vida y a la piedad, tenemos que ir a la Palabra de Dios. Si
uno juega fútbol, tiene que seguir las reglas del juego de fútbol. Luego,
lógicamente, si nosotros queremos conocer la voluntad de Dios, ¿adónde vamos?
¿Al comentario, los teólogos, a la enciclopedia, o al sermón del domingo
pasado? No. Nosotros vamos a la Palabra de Dios.
1
Tesalonicenses 2:13:
Por lo cual también nosotros sin cesar
damos gracias a Dios, que cuando recibisteis la Palabra de Dios que oísteis de
nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad,
la Palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes.
Ellos
recibieron la Palabra de Dios, la cual oyeron de Pablo. La gente podría haber
dicho: “Ese es sólo Pablo hablando”, pero no lo hicieron. Pablo dice a los
tesalonicenses: “recibisteis la Palabra de Dios que oísteis de nosotros...no
como palabra de hombres, sino según es en verdad, la Palabra de Dios, la cual
actúa en vosotros los creyentes”.
La Palabra declara de sí misma en Salmos
12:6:
Las palabras de Jehová son palabras
limpias, Como plata refinada en horno de tierra, Purificada siete veces.
Si la Biblia
contiene las palabras de Jehová entonces estas palabras tienen que ser impolutas
y absolutamente puras. Ellas son “...Como plata refinada en horno de tierra,
Purificada siete veces”.
Salmos
119:162:
Me regocijo en tu palabra como el que halla
muchos despojos
¿Se regocija
usted en la Palabra como el que halla muchos despojos? ¿Se regocijaría usted
tanto en la Palabra como lo haría si encontrase mil dólares?
1 Corintios contiene otro testimonio de la
Palabra de Dios con respecto a la integridad de la Palabra de Dios.
1
Corintios 2:13:
lo cual también hablamos, no con palabras
enseñadas por sabiduría humana, sino con las [palabras] que enseña el Espíritu,
acomodando lo espiritual a lo espiritual.
Si estas son
palabras que el Espíritu enseña, entonces deberíamos lavar nuestros oídos,
quitar las telarañas de nuestra mente, y comenzar a estudiar la Palabra para
conocer su exactitud inherente.
Jeremías
15:16:
Fueron halladas tus palabras, y yo las
comí; y tu Palabra [la Palabra, no lo que la gente decía sobre ella, no lo que
algún teólogo escribió sobre ella] me fue por gozo y por alegría de mi corazón...
Esto no quiere decir que encontraron la
Biblia o la Palabra y la masticaron o la comieron físicamente. Cuando la
Palabra fue hallada, la digirieron; vivieron de ella; ella era su vida, el
latido de su corazón.
La Palabra es casi increíble porque es tan
verdadera. A demasiados ministros les gusta hablar alrededor de la Palabra,
tomando un versículo, leyendo ese versículo como texto para el día, dando
ilustraciones de Shakespeare y de Selecciones,
regresando a leer el versículo, dando la bendición y yéndose a casa. ¿Cuánto de
la Palabra ha aprendido entonces la congregación? ¡Nada!
Cuando la gente comió la Palabra según se
encuentra en Jeremías, comieron la Palabra pura. Nosotros tenemos que predicar
la Palabra pura.
Toda la creación de Dios es maravillosa;
pero de todas las obras de Dios, la más grande de Sus obras es Su Palabra.
Salmos
138:2:
...Porque has engrandecido tu nombre, y tu
Palabra sobre todas las cosas.
Dios ha engrandecido Su Palabra con Su
Nombre sobre todas las cosas. No dice eso de las estrellas o de los planetas.
Engrandeció Su Palabra sobre todas las cosas. La magnificó. La exaltó. La
Palabra de Dios es tanto Dios como Dios es Dios. Lo que Dios dijo que fuese,
fue; lo que Dios dijo que es, es; lo que Dios diga que sea, será. ¿Ve usted por
qué tenemos que volver a la integridad y precisión de la maravillosa Palabra de
Dios? No podemos confiar en la palabra del hombre porque el hombre es llevado
por doquiera, estando aquí hoy y muy lejos mañana; pero la Palabra de Dios
“vive y permanece para siempre”. Esa Palabra perdura.
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