CAPÍTULO IV
CREER: FE Y
MIEDO
VICTOR PAUL WIERWILLE
Hay dos tipos de creencia: (1) positiva y
(2) negativa. Nosotros o tenemos fe o tenemos miedo. Debemos reconocer que la
creencia tiene dos lados: uno positivo y uno negativo.
Nosotros somos lo que somos hoy día por
causa de nuestra creencia. Estaremos mañana donde nuestra creencia nos haya
llevado. Nadie llega más allá de lo que cree y nadie puede creer más de lo que
entiende. Nosotros creemos lo que creemos por lo que se nos ha enseñado.
Pensamos de la forma en que pensamos por la forma en que se nos ha guiado.
Creer es una ley. Según uno cree recibe.
En el lado negativo, temer es creer; temer es creer en reversa; produce malos
resultados.
Básicamente hay una sola cosa que vence al
creyente, y eso es miedo. El miedo es el único enemigo del creyente. El miedo
es arena en la maquinaria de la vida. Cuando nosotros tenemos miedo, no podemos
creerle a Dios y tener fe. El miedo ha arruinado más vidas cristianas que cualquier
otra cosa en el mundo.
Si una persona tiene miedo de no poder
mantener su empleo, ¿sabe lo que pasará? Lo perderá. Si uno tiene miedo de una
enfermedad, manifestará esa enfermedad porque la ley es que lo que uno cree (en
este caso, lo que uno cree negativamente), eso va a recibir. La gente tiene
miedo del futuro; ellos tienen miedo a la muerte. El miedo siempre encierra; el
miedo siempre esclaviza; el miedo siempre ata. Esta ley de creer positiva y
negativamente da resultados para el cristiano y el no-cristiano. Cuando
creemos, recibimos el resultado de nuestra creencia sin importar quiénes somos
o qué somos.
La Palabra de Dios ilustra la creencia
negativa en el Evangelio de Juan. Isaías había profetizado, siglos atrás, que
al venir el verdadero Mesías habría un milagro que él haría que nunca había
sido hecho anteriormente. Este milagro, el abrir los ojos de un hombre ciego de
nacimiento, probaría que él era el Mesías de Dios. Este es el pasaje del
milagro en Juan 9.
Juan
9: 1-8:
Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de
nacimiento.
Y le preguntaron sus discípulos, diciendo:
Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió
Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se
manifiesten en él.
Me es necesario hacer las obras del que me
envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede
trabajar.
Entre tanto que estoy en este mundo, luz
soy del mundo.
Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo
con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego,
y le dijo: Vé a lavarte en el estanque de
Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, se lavó, y regresó viendo.
Entonces los vecinos, y los que antes le
habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?
Ni siquiera los vecinos estaban seguros de
lo que sucedía.
Juan
9:13, 18:
Llevaron ante los fariseos [los principales
del templo y de las sinagogas entraron en el asunto] al que había sido ciego.
Pero los judíos [los fariseos] no creían
que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a
los padres del que había recibido la vista.
Primeramente
los vecinos tomaron parte, luego los líderes religiosos, y luego fueron llamados
los padres.
Juan 9:19-23:
y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste
vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?
Sus padres respondieron y les dijeron:
Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego;
pero cómo ve ahora, no lo sabemos; o quién
le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle
a él; él hablará por sí mismo.
Esto dijeron sus padres, porque tenían
miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno
confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga.
Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle
a él.
Póngase usted en esta situación. Si usted
tuviera un hijo ciego de nacimiento y él fuera sanado de su ceguera, lo menos
que usted podría hacer como padre agradecido es admitir: “Sí, Jesucristo lo
sanó”. Pero estos padres no dijeron eso. ¿Por qué no pudieron ser ellos la
clase de padres que uno hubiera esperado? Ellos fueron inhibidos de testificar
como hubiera sido apropiado porque estaban llenos de miedo: “porque tenían
miedo de los judíos”. El miedo los esclavizó, el miedo les impidió a estos
padres ser la clase de padres que verdaderamente debían haber sido. Por esto dijeron
los padres: “Edad tiene, preguntadle a él”. Estos judíos ya habían acordado que
si cualquiera dijese que Jesús era el Cristo, esa persona sería expulsada de la
sinagoga.
Este hecho no significa mucho para
nosotros hoy en día porque si una persona es expulsada de una iglesia, la iglesia
en la otra esquina está contenta de recibirle. Pero no era así en el tiempo de
Jesús. Cuando un hombre era desterrado de la sinagoga, la gente no le hablaba;
él no podía asistir a la sinagoga; él no podía comprar o vender mercancía. ¿Ven
ustedes por qué los padres estaban esclavizados por el miedo de lo que les
pasaría?
Estos padres no fueron los únicos en la
Biblia que manifestaron miedo. En Juan 20:19 hay un pasaje de los discípulos.
Cuando llegó la noche de aquel mismo día
[éste es el día de la aparición de Jesús resucitado], el primero de la semana,
estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos
por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros.
Los discípulos estaban reunidos a puertas
cerradas por miedo a los judíos. El miedo siempre nos pone detrás de puertas
cerradas; siempre nos ata; siempre nos esclaviza.
Años atrás, yo conocí a un ministro cuya
esposa había muerto dejándole siete niños. Alrededor de un año más tarde, él se
casó con otra mujer que tenía cinco hijos y ellos vivían juntos y felices. Como
a una cuadra y media de ellos vivía una mujer que tenía sólo un hijo. La mujer
con el hijo único estaba siempre frustrada, siempre nerviosa, siempre con
miedo, mientras que este ministro y su mujer quienes tenían doce niños nunca
parecían estar preocupados, o trastornados, o tener la menor ansiedad acerca de
sus niños. Cuando el hijo de la señora empezó a asistir al jardín de infantes,
la madre cruzaba la calle con él y caminaba hasta la siguiente cuadra donde
estaba el jardín de infantes por miedo de que lo atropellase un automóvil.
Cuando el niño estaba en el primer grado ella hizo lo mismo, y en segundo
grado, y en tercero. Una vez la madre del niño llamó al ministro y le dijo: “Yo
no entiendo por qué estoy nerviosa y trastornada todo el tiempo. Yo sólo tengo
un hijo de quien preocuparme y usted tiene todos estos niños y parece que nunca
les pasa nada. Ustedes viven sin preocuparse”. El ministro respondió: “Nosotros
vivimos de esta manera. Mi esposa y yo reunimos a los niños alrededor de la
mesa del desayuno; ése es el único momento en que tenemos toda nuestra familia
reunida. Cuando todos ellos están sentados, yo digo la oración. Yo oro así:
“Señor, aquí estamos todos juntos en el desayuno; ellos salen a la escuela y a
otros lugares hoy día, de modo que los dejo a todos bajo tu protección y
cuidado. Gracias. Amén”. Él creía que Dios iba a responder a sus oraciones y
los dejaba bajo la protección del Señor. Sus hijos florecían.
Cerca de un año más tarde el hijo único de
la señora venía a casa de la escuela más temprano de lo acostumbrado. La mamá
no se había encontrado con él en la esquina. Cuando el niño empezó a cruzar la
calle fue atropellado por un automóvil y murió. Yo fui a los funerales de ese
niño, ¿y saben lo que predicó el ministro? “Dios tiene ahora otro pétalo de
rosa en el cielo”. ¡Imagínese eso! Que Dios, quien creó los cielos y la tierra,
quisiera matar a un pequeño porque Él necesitaba otro pétalo de rosa en el cielo.
¿Saben qué mató a ese pequeño? El miedo en el corazón y en la vida de esa
madre. Ella estaba tan desesperadamente temerosa que algo le iba a pasar a ese
hijito, que al fin ella cosechó los resultados de su creencia.
Lo que uno teme, seguramente le sucederá.
Es una ley. ¿Han oído ustedes alguna vez de aquella gente que fija el momento
de su muerte? Cuando alguien dice: “Bueno, en el próximo año para esta época ya
no estaré aquí”, si usted es un apostador, apueste su dinero; usted va a ganar.
Si una persona se resuelve a que el próximo año para esta época va a estar muerta, Dios tendría que cambiar las
leyes del universo para no complacer a esa persona.
Algunos años atrás un hombre vino a
hablarme sobre su temor. Me dijo que de acuerdo a las estadísticas de las
compañías de seguros de los Estados Unidos se supone que un agente viajero
sufra un accidente automovilístico cada tantos miles de millas. Este hombre ya
había viajado más de diez mil millas por encima del promedio de lo que viaja el
vendedor normal, y su miedo de un accidente se estaba convirtiendo en una
obsesión. Él perdía negocios día tras día y semana tras semana a causa de su
miedo. Él vino a mí y yo le expliqué la ley de la creencia. El hombre cambió su
creencia y no ha tenido un accidente hasta este día.
El mundo alrededor de nosotros instiga
miedo en la gente. La psicología que prevalece en nuestra sociedad hoy en día
es el miedo. Si usted no usa esta marca de pasta dentífrica, va a tener mayor
número de caries; usted tiene miedo de aumentar el número de sus caries
dentales así que compra esta clase de pasta dentífrica. Si usted no hace esto,
le sucederá aquello. Todo está basado en el miedo.
¿Ha recogido usted un periódico alguna vez
y notado cuán positivos son los artículos? Noventa por ciento de lo que uno lee
en el periódico es negativo. Accidentes automovilísticos, asesinatos,
suicidios, todo es negativo. ¿Por qué? Porque esto es lo que la gente ha estado
viviendo. Nosotros hemos estado viviendo en cosas negativas por tanto tiempo
que cuando alguien viene con una dieta positiva, pensamos que él tiene que
estar loco.
Proverbios 29:25 dice: “El temor del
hombre pondrá lazo...” Cada vez que un hombre teme él es enlazado, él es atado.
Isaías
8:12:
No llaméis conspiración a todas las cosas
que este pueblo llama conspiración; ni temáis los que ellos temen, ni tengáis
miedo.
Esta gente
estaba esclavizada como nación porque tenían miedo de otra gente. Sin embargo,
la Palabra decía: “Ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo”.
Hay muchos ejemplos como éste en la
Palabra. Yo sólo estoy seleccionando unos pocos.
Jeremías 49:24:
Se desmayó Damasco, se volvió para huir, y
le tomó temblor y angustia...
La razón por la que se desmayó y se volvió
para huir es que tenía miedo.
Job recibió
aquello que temía.
Salmos 34:4:
Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de
todos mis temores.
Mientras tuvo miedo estuvo encarcelado.
2
Timoteo 1:7:
Porque no nos ha dado Dios espíritu de
cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.
Dios no nos
dio espíritu de cobardía, luego la cobardía y el miedo tienen que venir de otra
fuente. Si el miedo vino de otra fuente que no es Dios, entonces tiene que ser
negativo. El miedo siempre es incorrecto.
Recuerden que en Juan 20 los discípulos,
también conocidos como los doce apóstoles, estaban tras puertas cerradas en el
día de la resurrección por miedo de los judíos. Pero observen a los mismos
hombres cincuenta días más tarde.
Tengan en mente que, bajo circunstancias
ordinarias, ningún adulto cambia drásticamente en cuarenta o cincuenta días.
Pero Hechos 2 nos habla de seres humanos comunes y corrientes que en cincuenta
días cambiaron de hombres llenos de miedo a hombres de gran denuedo y de gran
convicción. Yo quiero enfocar: (1) la ley de la creencia en ambos lados
negativo y positivo y (2) la causa de su cambio.
Hechos 2:4 dice que todos estos hombres
fueron llenos del espíritu santo y luego leemos el versículo 14.
Hechos
2:14:
Entonces Pedro, poniéndose en pie con los
once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que
habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.
¿Dónde estaba Pedro cincuenta días
antes? Según el Evangelio de Juan, él estaba tras puertas cerradas por miedo de
los judíos. Pero ahora Pedro se puso en pie con los once y alzó su voz serena
hacia ellos: “Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os
sea notorio, y oíd mis palabras”. ¿De dónde sacó Pedro ese denuedo? ¿Qué lo
cambió de un hombre lleno de miedo a un gran hombre lleno de confianza?
Hechos 2:22, 23:
Varones israelitas, oíd estas
palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las
maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él,
como vosotros mismos sabéis,
a este, entregado por el
determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis
por manos de inicuos, crucificándole.
Cincuenta días antes Pedro seguramente no
hubiera dicho esto. ¿Por qué no tiene miedo ahora?
Cuando yo asistía a seminarios y se me
instruía en oratoria sagrada y otras artes del ministerio, se me dijo que
cuando una persona predica un sermón nunca debe decir ustedes o vosotros, sino que siempre debe
decir nosotros. Pedro tiene que haber ido al seminario equivocado
porque cuando él predicaba en este pasaje dijo: “Vosotros lo habéis
crucificado y vosotros lo habéis matado”.
Hechos 3 contiene la narración de los
eventos sucedidos después del día de Pentecostés.
Hechos
3:12, 14:
Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones
israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en
nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?
Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo,
y pedisteis que se os diese un homicida.
Eso es denuedo.
Pedro ya no estaba lleno de miedo. Algo tiene que haber cambiado a este hombre.
Pedro y Juan fueron llevados a la cárcel
porque eran demasiado audaces.
Hechos
4:23-29:
Y puestos en libertad, vinieron
[regresaron] a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y
los ancianos les habían dicho.
Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes
la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo
y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay;
que por
boca de David tu siervo dijiste: ¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas?
Se reunieron los reyes de la tierra, y los
príncipes se juntaron en uno contra el Señor, y contra su Cristo.
Porque verdaderamente se unieron en esta
ciudad contra tu Santo Hijo Jesús, a quien
ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel,
para hacer cuanto tu mano y tu consejo
habían antes determinado que sucediera.
Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y
concede a tus siervos...
¿“Concede a tus siervos” un día feriado,
una vacación? No. Nosotros pensamos que debería decir esto porque, después de
todo, si hemos estado allá afuera trabajando para el Señor, llevando a cabo el
ministerio, siendo encarcelados, azotados y perseguidos, ciertamente que
deberíamos tener unas vacaciones con paga. Cuando Pedro y Juan regresaron y se
unieron a este grupo de oración, ellos
dijeron:
...Señor, mira sus amenazas, y concede a
tus siervos que con todo denuedo [no con indecisión, ni con desgano, no con
miedo] hablen [¿lo que la gente quiere que hablemos? No.] Tu Palabra.
Ellos oraron por más denuedo. Mientras
estuvieron llenos de miedo y detrás de puertas cerradas, no tenían nada que
temer sino el miedo mismo, mas una vez que obtuvieron denuedo y predicaron la
Palabra de Dios, lograron hacer algo para el Señor. Hombres fueron sanados,
liberados y salvos. Pedro y Juan, sin embargo, fueron arrojados a la cárcel;
pero cuando salieron regresaron a su pequeño grupo de oración y creyeron por
más denuedo, “Danos más denuedo, Señor, para que hablemos Tu Palabra”.
Hechos
4:30, 31:
mientras extiendes tu mano para que se
hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu Santo Hijo
Jesús.
Cuando hubieron orado, el lugar en que
estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y
hablaban con [¿indecisión? No. Ellos hablaron con] denuedo la Palabra de Dios.
¿Qué los hizo hablar con denuedo la
Palabra de Dios? El versículo 31 dice que ellos “fueron llenos del Espíritu
Santo”. En Hechos 2 en el día de Pentecostés los doce apóstoles recibieron la
plenitud del Espíritu Santo. El versículo 31 de Hechos 4 dice que todos ellos
fueron llenos del Espíritu Santo “y hablaban con denuedo la Palabra de Dios”.
¿Qué cambió a esos hombres? Entre el pasaje de la resurrección y Hechos 2 no
hay nada que pueda haberlos cambiado, excepto el nuevo nacimiento el cual es el
poder del espíritu santo el cual vino en Pentecostés. Yo nunca he visto a una
persona que se libere de su miedo sino hasta que llegue a nacer de nuevo del
Espíritu de Dios, llena del poder del espíritu santo. Si usted quiere liberarse
de su miedo, sus frustraciones, sus ansiedades, usted tiene que volver a nacer
por el Espíritu de Dios, lleno de Su poder. Eso es lo que cambió a Pedro y al
resto de los apóstoles y ése es el poder que cambiará su vida.
Pedro y Juan oraron. Y cuando oraron, el
lugar en que estaban congregados tembló. Todos fueron llenos del espíritu
santo, y hablaron con denuedo la Palabra de Dios. Siempre me hace gracia cuando
leo eso, pensando que si el poder de Dios se moviera así hoy en día en la
mayoría de nuestras iglesias, tendríamos muchos funerales. La gente se moriría
del susto si el lugar en que oran temblara. En Hechos 4 aquello por lo que
oraron fue por denuedo para hablar la Palabra. Nada quita el miedo de un
individuo sino el poder del espíritu santo en la Palabra Viviente dentro de él.
Eso es lo que quitó el miedo en mi vida.
Yo solía tener miedo de mi propia sombra; tenía miedo de encontrarme con gente,
especialmente con la gente en círculos académicos, en altos círculos políticos,
en círculos religiosos de elite. Hoy en día no tengo miedo dentro de mí. ¿Por
qué? Yo creo que el poder proveniente del Espíritu Santo está dentro de mí
dándome el denuedo, el entusiasmo, el dinamismo para pararme firme por la
integridad y la grandeza de la Palabra de Dios.
El miedo
infunde incredulidad. Por esto el miedo siempre derrota las promesas de Dios.
Jesucristo hizo muchas señales, milagros y maravillas en lugares como Galilea y
Capernaum de Galilea; pero en Nazaret, su propio pueblo, él no pudo
hacer mucho.
Mateo
13:58:
Y no hizo [Jesús] allí muchos milagros, a
causa de la incredulidad de ellos.
¿No pudo él hacer muchos milagros allí
porque él había cambiado? No. Jesús no había cambiado; la gente había cambiado.
La incredulidad es creencia; es creencia
negativa. En el lado negativo está la duda y en el lado positivo está la
confianza. Confianza versus duda; seguridad versus temor; fe versus miedo. Duda,
temor y miedo son creencia negativa. Confianza, seguridad y fe son creencia
positiva. Estas leyes funcionan con precisión no solamente en la Palabra de
Dios sino en nuestras propias vidas.
Noten cuidadosamente que en la Biblia se
habla de dos clases específicas de creencia negativa en cuanto a poder
espiritual: apistia y apeitheia. Apistia se refiere a aquella
gente que nunca ha oído u oído suficientemente como para creer. Apeitheia se refiere a aquellos que han
oído pero rehúsan creer lo que han oído.
Apistia es la incredulidad de
aquellos que nunca han oído o que no han oído con suficiente detalle como para
creer. Por ejemplo, si yo no he oído suficiente Palabra de Dios para ser salvo,
yo tengo incredulidad apistia.
Observen Romanos 10.
Romanos
10: 13-15:
porque todo aquel que invocare el nombre
del Señor será salvo.
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual
no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin
haber quien les predique?
¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?
Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de
los que anuncian buenas nuevas!
“¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual
no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?” Esta gente era
incrédula en el sentido que nunca habían oído la Palabra de Dios para poder
creer.
Mateo
13:53-58:
Aconteció que cuando terminó Jesús estas
parábolas, se fue de allí.
Y venido a su tierra, les enseñaba en la
sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene
éste esta sabiduría y estos milagros?
¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se
llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas?
¿No están todas sus hermanas con nosotros?
¿De dónde, pues, tiene éste estas cosas?
Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les
dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa.
Y no hizo allí muchos milagros, a causa de
la incredulidad de ellos.
Él no pudo hacer mucho en Nazaret a causa
de la incredulidad, apistia, de la
gente. A pesar que Jesús trató de enseñar, la comunidad no quiso oír lo
suficiente como para creer porque ellos pensaban que Jesús no podía saber nada
puesto que él era un hijo ilegítimo, y por esto ellos no podían creer. ¿Saben
ustedes lo que la gente de la comunidad de Jesús le dijo? “¿No es éste el hijo
del carpintero?”. “Él es ilegítimo porque todos saben que María estaba en cinta
antes que ella y José se juntasen en matrimonio”. Al contrario de lo que ellos
pensaron, sin embargo, Jesús no era el hijo del carpintero; él era el Hijo de
Dios por concepción divina, nacido de María pero concebido por el Espíritu
Santo, según lo dice la Palabra de Dios.
“¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No
se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están
todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas
cosas?”. El texto original da el énfasis como sigue: “¿No es éste el hijo del
carpintero? ¿No se llama su madre María (ustedes se acuerdan de ella), y sus
hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas (¡Sí que era indómito ese Judas!)? ¿No
están todas sus hermanas con nosotros (Sí que eran algo esas muchachas)?” “¿De
dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?”. La comunidad decía que Jesús no
podía tener tal poder porque ellos miraban a la familia y decían: “Nada bueno
puede venir de este hombre. Nosotros conocemos su familia”. Por lo tanto, ellos
no querían oír lo suficiente para creer. Ellos tenían incredulidad (apistia).
“Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin
honra, sino en su propia tierra y en su casa. Y no hizo allí muchos milagros, a
causa de la incredulidad [apistia] de
ellos”.
Lucas 2 contiene un versículo de Escritura
que yo no pude entender por años.
Lucas
2:42
y cuando tuvo doce años [Jesús], subieron a
Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta.
Yo sabía que de acuerdo a la ley judía, un
niño se convertía en hombre, pasando por el Bar
Mitzvah, a la edad de trece años. Pero Jesús fue llevado al templo a los
doce años. Yo no podía entenderlo, así que consideré que podía haber un error
en el texto crítico griego que pude encontrar y revisé toda fuente de la que
pude pensar; pero nunca encontré que Jesús tuviera trece años cuando fue a la
sinagoga. Todos los textos concurrían en la edad de doce años. Finalmente me
encontré con una antigua pieza de literatura, la cual explicaba que de acuerdo
con la antigua ley judía, cuando un niño era concebido ilegítimamente, este
niño era traído al templo a la edad de doce años en lugar de trece.
Esto explica por qué Jesús no se podía
comunicar con la gente de su propio pueblo. Ellos pensaban que un niño
concebido ilegítimamente ciertamente no podía tener gran conocimiento o hacer
maravillas. Ellos eran ofendidos por él, no querían oír lo suficiente como para
creer cuando él hablaba, y por lo tanto sufrían de incredulidad apistia.
En los textos críticos griegos la palabra
usada para el segundo de los dos tipos de incredulidad es apeitheia. Apeitheia se refiere a aquellos que han oído pero aún se
rehusan a creer lo que han oído. Para ilustrar, si yo he oído suficiente de la
Palabra de Dios de modo que puedo ser salvo pero rehuso creer esa Palabra de
Dios entonces yo tengo apeitheia.
Notando
Romanos 11:30, encontramos esta clase de incredulidad, no en un individuo, sino
en referencia a Israel y a los gentiles como naciones.
Romanos
11:30:
Pues como vosotros también en otro tiempo
erais desobedientes [apeitheia] a
Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia [apeitheia] de ellos.
Los gentiles habían oído pero se rehusaron
a creer, como dice en Romanos 1:21: “Pues habiendo [los gentiles] conocido a
Dios, no le glorificaron como a Dios”.
Hebreos 4 vuelve a clarificar esta clase apeitheia de incredulidad.
Hebreos
4:6:
Por lo tanto, puesto que falta que algunos
entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no
entraron por causa de desobediencia [apeitheia].
Primero se les
anunció a ellos. Ellos oyeron suficiente como para creer pero se rehusaron a
creer.
El miedo, que culmina en incredulidad, se
debe ya sea a enseñanza incorrecta o a ignorancia. La enseñanza incorrecta se
puede corregir o superar con enseñanza correcta; mientras que la ignorancia se
puede corregir o superar con instrucción.
Si una persona está llena de miedo porque
es ignorante con respecto a un tema particular, puede superar esta ignorancia
que causa miedo con enseñanza correcta o instrucción correcta. Por ejemplo, un
niño que tiene miedo de dormir en la oscuridad está lleno de temores y se
despierta gritando en medio de la noche. ¿Por qué tiene miedo ese niño? Tal vez
porque se le ha enseñado incorrectamente. Tal vez el niño fue atemorizado
porque alguien le dijo que si no se portaba bien, lo pondría en el armario y el
coco lo agarraría. Ese niño está lleno de miedo porque se le enseñó mal.
Por otro lado, suponga que un adulto tiene
miedo del coco en el armario. Eso es ignorancia. Él ignora los hechos. Para un
niño es enseñanza equivocada; pero para un adulto, es ignorancia. Los temores,
ya sea por ignorancia o por enseñanza incorrecta, siempre encierran y siempre
esclavizan y siempre nos vencen porque cuando tenemos miedo en nuestras vidas,
no podemos actuar positivamente sobre las promesas de la maravillosa e incomparable
Palabra de Dios.
Mateo 10:16 es un pasaje positivo que nos
muestra que Dios nunca quiso que Sus creyentes fueran ignorantes; Él quiso que
ellos fueran valientes y llenos de creencia, llenos de poder, llenos de cosas
positivas.
Mateo
10:16:
He aquí, yo os envío como a ovejas en medio
de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas.
Dios quiere que seamos “prudentes como
serpientes, y sencillos como palomas”.
Romanos nos dice que seamos sabios para el
bien. La Epístola de Santiago declara que Dios nos da sabiduría: “Y si alguno
de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios”, el cual da sabiduría.
Dios nunca quiso que Su Iglesia ni Sus hijos fueran ignorantes; Él quería que
Su Iglesia fuera sabia; Él quería que nosotros estuviésemos al tanto de lo que
sucede.
¿Saben ustedes de dónde viene esa
sabiduría? Viene de la Palabra de Dios. Salmo 119:105 dice que la Palabra de
Dios es lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino, y por lo tanto
imparte sabiduría. Isaías nos dice que la Palabra de Dios imparte sabiduría en
cuanto a la salvación de manera que ni siquiera el torpe tiene que extraviarse.
El camino es tan sencillo y tan claro. 1 Juan 3.2 dice: “Amados, ahora somos
hijos de Dios...” Es la Palabra de Dios la que imparte sabiduría en cuanto
a nuestra relación de hijos con Él. 2
Corintios nos habla de las maquinaciones de Satanás las cuales no ignoramos.
Nosotros no somos estúpidos y no deberíamos actuar neciamente.
El Evangelio de Juan dice que la Palabra
de Dios imparte sabiduría en cuanto a la vida futura, el regreso de Cristo y el
cielo. La Palabra de Dios nos da sabiduría en cuanto a toda materia necesaria
para que el hombre tenga conocimiento completo de su redención y de su
salvación. Esto nos da confianza para manifestar resultados positivos. Nosotros
nunca necesitamos temer pues no somos ignorantes; nosotros tenemos conocimiento
de la Palabra de Dios.
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