CAPÍTULO IXX
RENACIDO
DE SIMIENTE INCORRUPTIBLE
VICTOR PAUL
Jesucristo vino a hacer disponible el
nuevo nacimiento. Algunas personas creen que los apóstoles fueron renacidos
mientras Jesús estuvo aquí; pero si los apóstoles hubieran podido renacer mientras
Jesús estuvo en la tierra, Jesucristo no hubiera tenido que morir en la cruz
del Calvario; Dios no hubiera tenido que dar el espíritu santo. El problema con
muchos maestros bíblicos es que no consideran el hecho que uno no puede tener
algo hasta que esté disponible, y la salvación no estuvo disponible hasta
Pentecostés. Nadie, absolutamente nadie, fue renacido hasta el día de Pentecostés.
Todos hasta ese momento eran solamente cuerpo y alma, sin vida eterna.
¿Qué significa nacer por primera vez?
Para nacer la primera vez uno tiene que tener simiente plantada. Renacer es
tener la simiente de Dios en Cristo nacida adentro, y esta simiente es espíritu
y vida.
Génesis 3:15 declara que
inmediatamente después de la caída, Dios puso “enemistad [contienda] entre ti
[la serpiente] y la mujer; y entre tu simiente [la simiente de la serpiente] y
la simiente suya [la simiente de la mujer]”. Pero la mujer no tiene simiente;
la simiente siempre viene del varón. ¿Por qué dice Génesis: “la simiente suya
[de la mujer]?” Porque Dios sabía que la simiente redentora nacería de mujer al
concebir ella al Mesías por concepción divina. “Su simiente” era la creación de
Dios dentro de la mujer. Esto es exactamente lo que dice en Gálatas.
Gálatas
3:16:
Ahora bien, a Abraham fueron hechas las
promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de
muchos, sino como de [a] uno: Y a tu simiente, la cual [quien] es Cristo.
¿Quién es la simiente de la mujer?
Ella no tiene simiente; pero por creación de Dios la simiente de la mujer es
Cristo. Ser renacido es tener esa simiente de Dios en Cristo en usted.
1 Pedro da
una característica de la simiente de
Cristo que una persona recibe cuando nace de nuevo.
1
Pedro 1:23:
siendo renacidos, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece
para siempre.
La primera
vez que una persona nace, nace de simiente corruptible; pero cuando vuelve a
nacer, ella es, según 1 Pedro 1:23, renacida “no de simiente corruptible, sino
de incorruptible”. La razón por la que no se repite la palabra “simiente” es
que esta figura literaria pone énfasis en la incorruptibilidad de la simiente y
no en la simiente misma.
Cuando dice incorruptible, quiere
decir incorruptible. Uno podría ahora acusarse de creer en seguridad eterna. Yo
no creo en seguridad eterna; yo creo en vida eterna. De haber querido decir
Dios seguridad eterna, Él habría dicho seguridad eterna. Él no quiere decir
seguridad eterna, Él quiere decir vida --vida eterna-- porque es incorruptible
y es simiente.
Cuando nacimos físicamente, teníamos
simiente en nosotros. Cuando renacimos, recibimos otra simiente. La diferencia
es que con el segundo nacimiento la simiente es incorruptible.
¿Cómo ocurre el nuevo nacimiento?
¿Cómo nace la simiente de Cristo dentro de nosotros? Este fenómeno original
ocurrió en Pentecostés; y, puesto que todavía vivimos en la misma administración,
estamos incluidos y somos afectados por la grandeza de ese evento. Estudiemos
lo que pasó en Pentecostés cuando la salvación, el nuevo nacimiento, se hizo disponible
por primera vez, de modo que podamos entender su aplicación a nosotros.
1 Juan
3:9:
Todo aquel que es nacido de Dios, no
practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede
pecar, porque es nacido de Dios.
Cuando uno nace físicamente, tiene
simiente física en él. De igual manera, todo aquel que es nacido de Dios tiene
que tener la simiente de Dios en Cristo en él. La Palabra dice: “Todo aquel que
es nacido de Dios, no practica el pecado”. Cuando el hombre natural es
renacido, ¿en qué parte de su ser no comete pecado? En su cuerpo y alma él
todavía comete pecado; pero en esa simiente de Dios, la cual es incorruptible,
él no comete pecado. ¿Por qué? “Porque la simiente de Dios [en Cristo]
permanece en él”. Si la persona renacida pudiera pecar en esa simiente, la simiente
no permanecería, sería corruptible. Pero la Palabra dice que esta simiente de
Dios permanece.
1 Juan 3:9 declara que una persona
renacida no puede pecar porque es nacida de Dios. La primera vez que yo nací,
nací de mi padre y madre terrenales. Pero cuando renací, nací de mi Padre
celestial, de Dios, y su simiente permanece en mí y no puedo pecar en ella. Por
eso es que Su simiente es vida eterna. Es eterna porque Dios es eterno, y es
vida porque Dios es vida.
Alguien podría decir: “Entonces,
usted cree que una vez salvo, permanece salvo”. Yo no he leído “una vez salvo,
permanece salvo” en la Palabra de Dios,
al igual que tampoco he leído “seguridad eterna”. Lo único que he leído en la
Palabra es vida eterna, y eso creo.
Como hombres de cuerpo y alma, la
vida eterna se hace nuestra cuando somos renacidos del Espíritu de Dios. ¿Qué
sucede para efectuar esto?
Efesios
2:5-9:
aun estando nosotros muertos en pecados
[muertos porque el espíritu de Dios no está adentro], nos dio vida juntamente
con Cristo (por gracia sois salvos),
y juntamente con él nos
resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,
para mostrar en los siglos venideros las
abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo
Jesús.
Porque por gracia sois salvos por medio de
la fe [la fe de Jesucristo]; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;
no por obras, para que nadie se gloríe.
La salvación es por gracia. Si fuera
por obras, una persona se podría jactar más que otra porque habría orado más
tiempo o habría rogado más a Dios o habría confesado más pecados, por lo tanto,
un hombre tendría una salvación mejor que otro porque habría trabajado más duro
para conseguirla. Afortunadamente, la salvación no es por obras, es por gracia
y nada más que gracia.
Efesios
2:10:
Porque somos hechura suya, creados en
Cristo Jesús...
La primera vez que nací, fui la
hechura de mi padre y mi madre. Cuando renací, fui la hechura de Dios, el
producto de mi Padre celestial, no en la carne sino en el espíritu. ¿Piensa
usted que Dios está satisfecho con Su hechura? Sé lo que mis padres terrenales
fueron capaces de hacer; y estoy seguro que mi Padre celestial, quien creó los
cielos y la tierra, puede hacer una obra mejor que mi padre y madre terrenales.
“Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús”. Esto es el nuevo nacimiento.
Después de Pentecostés, un hombre
todavía es cuerpo y alma; está muerto espiritualmente. ¿A quién pertenece
legalmente el hombre de cuerpo y alma? Al diablo. Pero cuando un hombre natural
renace del Espíritu de Dios, se convierte en el hijo legal de su Padre, que es
Dios. El diablo, el dios de este mundo, no tiene derecho legal sobre un hombre
cuando éste es renacido.
La mayoría de las religiones
orientales y algunas occidentales, enseñan que todos tienen una chispa de lo
Divino nacida en ellos. Una chispa de lo Divino quiere decir que cada persona
tiene un poquito de Dios en ella y todo lo que uno tiene que hacer es
ventearla, alimentarla, nutrirla, y Dios se empezará a desarrollar dentro de
uno. La Biblia dice que el
hombre está muerto; y si una persona
está muerta, está muerta. Si hay un poquito de vida, un hombre no está muerto.
La Palabra de Dios dice que el hombre está espiritualmente muerto, tiene
solamente cuerpo y alma. Así que si el hombre va a tener vida espiritual, Dios
la tiene que crear. La palabra “crear” es usada porque la vida espiritual no ha
estado nunca antes en él.
Romanos dice cómo es posible que un
hombre que está muerto en delitos y pecados y sin Dios y sin esperanza, sea
vivificado.
Romanos
10:17:
Así que la fe es por el oír, y el oír, por
la Palabra de Dios.
¿Cuál fe? La fe de Jesucristo. Esta
fe viene cuando el hombre de cuerpo y alma oye la Palabra de Dios y cree.
Romanos
10:9:
que si confesares con tu boca que Jesús es
el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
¿Qué es “confesar con tu boca?” Es
decirlo. ¿Tiene uno que decirlo en un altar? Romanos 10 no dice eso. Pero,
¿podría uno confesar a Jesús como su señor en un altar? No dice dónde tiene uno
que confesar a Jesús como señor; la Biblia simplemente dice que confiese.
¿Tiene que decirlo una persona en voz alta? Romanos 10 no lo dice; es posible
confesar al Señor Jesucristo silenciosamente sin hacer un sonido audible.
“Confesares con tu boca” no dice
confesar los pecados de uno. Si hubiera dicho “confesares tus pecados”, la
salvación sería por obras; y nosotros no somos salvos por obras, sino por
gracia. Un hombre no confiesa sus pecados; confiesa al que salva del pecado, al
Señor Jesucristo.
Me pregunto cuántos miles de personas
creen que son renacidos del Espíritu de Dios pero en realidad no lo son. Puede
que tengan un sentimiento interno que están salvos, pero un sentimiento no los
salva. Una persona es salva por ser renacida del Espíritu de Dios. Los
sentimientos van y vienen, pero la Palabra de Dios vive y permanece para
siempre. Yo podría ir al altar, vocear todos mis pecados, y obtener un
sentimiento bueno. Pero una persona puede obtener ese mismo sentimiento bueno
en el sofá del psiquiatra. Nosotros no somos salvos por sentimiento, somos
salvos por hacer lo que la Palabra dice. Ella dice: “confesares con tu boca que
Jesús es el Señor”. Eso es, di: “Jesús, tú eres Señor en mi vida”.
¿Quién ha sido señor mientras una
persona es solamente cuerpo y alma? La persona misma. Pero ahora esa persona va
a cambiar de señor cuando confiesa con su boca un nuevo señor --Jesucristo.
Eso es lo que dice; pero eso no es
todo. Romanos 10:9 dice además: “y creyeres en tu corazón”. El corazón es la
sede de la vida personal. Hoy en día, nosotros diríamos: “Creyeres con toda tu
mente, toda tu fuerza, todo tu ser”. ¿Qué debe creer una persona? ¿Qué Jesucristo
es el profeta más grande de todos los tiempos? No. La Palabra dice: “creyeres
en tu corazón que Dios le levantó de los muertos”. Uno debe confesar con su
boca que Jesús es el Señor, y creer en lo más profundo de su ser que Dios le
levantó de los muertos; entonces un hombre será --absolutamente,
indiscutiblemente-- salvo. ¿Cuándo? No cuando muera, sino en el momento que
confiese que Jesús es el Señor y crea que Dios le levantó de los muertos.
De todos los
grandes líderes religiosos solamente hay uno que ha sido levantado de los
muertos y ese es Jesucristo. Esta es la prueba que él es el Hijo Unigénito de Dios.
¿Cree usted que Dios levantó a Jesús de los muertos? ¿Cree que él es su Señor?
¿Lo ha confesado con su boca? La Palabra dice que usted es salvo.
Romanos
10:10:
Porque con el corazón se cree para
justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
En el momento en que yo cumplo estos
dos requisitos, soy renacido del Espíritu de Dios. Esto es vida eterna. Esta es
una verdad tan tremenda que es casi increíble; pero yo sí la creo porque la
Palabra de Dios es verdadera y permanece para siempre. Ahora soy Su hijo pues
he confesado con mi boca que Jesús es el Señor y he creído que Dios le levantó
de los muertos.
En el momento en que una persona
confiesa con su boca a Jesús como Señor esa persona es convertida, salva,
renacida. Un hombre puede ser un hombre natural de cuerpo y alma en un momento
dado; pero a medida que oye la Palabra de Dios y cree hasta el punto en que
dice: “Jesús es Señor de mi vida y sé que Dios le levantó de los muertos”, él
renace del Espíritu de Dios. Esa persona ha cambiado de señor instantáneamente;
está ahora de camino al cielo, y ni todo el infierno le puede impedir que vaya
porque es un hijo de Dios que tiene a Cristo en él. Tiene vida eterna. Ya no es
más un hombre natural porque ha recibido el espíritu proveniente de Dios.
Habiéndose creado espíritu dentro de
él, la persona de nuevo tiene un punto de contacto con Dios. A diferencia de
Adán, que tenía espíritu bajo una condición (como leemos en Génesis 2), los
hijos de Dios renacidos durante la gloriosa Administración de la Iglesia tienen
espíritu nacido en ellos como simiente. Este espíritu es dado incondicionalmente.
Cuando un niño nace físicamente, todo
el potencial humano está en ese pequeño paquete. Con nutrimento y alimentación,
el niño se desarrolla y se vuelve un adolescente, luego un joven, y finalmente
un adulto. El nuevo nacimiento es así. Cuando un hombre vuelve a nacer del
Espíritu de Dios, tiene a Cristo en él. Todo lo que Dios es en Cristo está en
él. Tiene el amor de Dios, tiene la justificación de Dios, la santificación, la
redención, la justicia, la fe de Jesucristo. Esto es lo que uno recibe cuando
acepta al Señor Jesucristo como su Señor y Salvador personal.
Hay bastante religión en el así
llamado cristianismo de hoy en día; pero el verdadero cristianismo no es
religión. La religión es lo que el hombre hace, lo que el hombre produce. El
cristianismo es lo que Dios obró en Cristo y en un creyente cuando éste renace.
El cristianismo es la obra de Dios,
no la obra del hombre. El cristianismo es la relación de un Padre con Su
familia. Dios es nuestro Padre y
nosotros somos Sus hijos; Él nos ha hecho hijos Suyos y nosotros hemos
renacido de Su simiente.
Cuando un hombre renace del Espíritu
de Dios, este hombre de cuerpo y alma tiene entonces espíritu. El hombre no se
libró de su cuerpo y alma cuando nació de nuevo. Todavía tiene los cinco
sentidos como un medio de aprendizaje. El rasgo añadido que viene con la
salvación es que la persona renacida tiene espíritu, así que se puede comunicar
con Dios. El creyente puede ahora recibir información proveniente de Dios,
tanto por espíritu como a través de sus sentidos.
El espíritu dentro del hombre es
aquello que es vida eterna.
La salvación no es ganada; es un don
de Dios.
Romanos
6:23:
Porque la paga del pecado es muerte, mas la
dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
Juan
1:1, 2:
Lo que era desde el principio, lo que hemos
oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon
nuestras manos tocante al Verbo de vida.
(Porque la vida fue manifestada, y la hemos
visto y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el
Padre, y se nos manifestó).
1
Juan 2:25:
Y esta es la promesa que él nos hizo, la
vida eterna.
1
Juan 5:11, 12:
Y este es el testimonio: que Dios nos ha
dado vida eterna; y esta vida está en Su Hijo.
El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que
no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
“El que tiene al Hijo, tiene la
vida”. El espíritu en él es vida eterna. Pero “el que no tiene al Hijo”,
todavía no tiene vida. Ese hombre tiene vida natural, pero no tiene vida
eterna.
El versículo 12 de 1 de Juan 5, y
varios otros como ese, han causado problemas a causa de la enseñanza popular
que todos van al cielo y que no importa a quién adora uno, o qué cree uno,
porque todos se dirigen hacia el mismo lugar. Aun así, la Palabra dice que si
una persona tiene a Cristo, tiene vida; y si no tiene a Cristo, no tiene vida.
Si usted quiere discutir con la Palabra, siga discutiendo con ella. Usted tiene
que decidir por su propia cuenta si quiere creer la Palabra de Dios o las
palabras de los hombres. Esta Palabra de Dios, y las palabras en ella, han
permanecido por siglos. Pero las palabras de hombres a quienes he conocido y
hombres a quienes usted ha conocido no han permanecido por siglos. Ellos van y
vienen; a veces se prueba que están en lo cierto, otras veces que están
equivocados. Prefiero arriesgar mi salvación eterna en la exactitud de Dios
antes que escuchar a hombres, especialmente hombres que tienen una actitud
derogatoria hacia la Palabra. Prefiero apostar mi vida en la integridad y
exactitud de la Palabra de Dios antes que arriesgarla en lo que algún hombre
dijo y encontrar más tarde que él estaba equivocado. Suponga que la Biblia es
correcta, suponga que la exactitud de la Palabra de Dios es verdadera, y
suponga que no lo creemos y, al final, resulta que hay un cielo. Nosotros nunca
lograríamos llegar. Tenemos todo para ganar creyendo la Palabra de Dios y nada
que perder. Tenemos todo para perder y nada que ganar creyendo lo que dicen los
hombres. Nosotros que tenemos al Hijo tenemos vida.
1 Juan 5:13-15:
Estas cosas os he escrito a vosotros que
[quienes] creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida
eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.
Y
esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a
su voluntad, él nos oye.
Y si sabemos que él nos oye en cualquier
cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.
1
Juan 5:20:
Pero sabemos que el Hijo
de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es
verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el
verdadero Dios y [esta es] la vida eterna.
El hombre de cuerpo y alma puede
creer tan fácilmente y recibir vida eterna, que es el don más grande que Dios
haya dado jamás al hombre en lugar alguno, en momento alguno.
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