RENACIDO
DE SIMIENTE
INCORRUPTIBLE
Capítulo 19
de "Poder para la vida abundante"
Por Victor
Paul Wierwille
Jesucristo
vino a hacer disponible el nuevo nacimiento. Algunas personas creen que los
apóstoles fueron renacidos mientras Jesús estuvo aquí; pero si los apóstoles
hubieran podido renacer mientras Jesús estuvo en la tierra, Jesucristo no
hubiera tenido que morir en la cruz del Calvario; Dios no hubiera tenido que
dar el espíritu santo. El problema con muchos maestros bíblicos es que no
consideran el hecho de que uno no puede tener algo hasta que esté disponible, y
la salvación no estuvo disponible hasta Pentecostés. Nadie, absolutamente
nadie, fue renacido hasta el día de Pentecostés. Todos hasta ese momento eran
solamente cuerpo y alma, sin vida eterna.
¿Qué
significa nacer por primera vez? Para nacer la primera vez uno tiene que tener
simiente plantada. Renacer es tener la simiente de Dios en Cristo nacida
adentro, y esta simiente es espíritu y vida.
Génesis 3:15
declara que inmediatamente después de la caída, Dios puso “enemistad
[contienda] entre ti [la serpiente] y la mujer, y entre tu simiente [la
simiente de la serpiente] y la simiente suya [la simiente de la mujer]”. Pero
la mujer no tiene simiente; la simiente siempre viene del varón. ¿Por qué dice
entonces Génesis: “la simiente suya [de la mujer]”? Porque Dios sabía que la
simiente redentora nacería de mujer al concebir ella al Mesías por concepción
divina. “Su simiente” era la creación de Dios dentro de la mujer. Esto es
exactamente lo que dice Gálatas.
Gálatas
3:16:
Ahora bien,
a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: y a las
simientes como si hablase de muchos, sino como de [a] uno: Y a tu simiente, la
cual [quien] es Cristo.
¿Quién es la
simiente de la mujer? Ella no tiene simiente; pero por creación de Dios la
simiente de la mujer es Cristo. Ser renacido es tener esa simiente de Dios en
Cristo en usted.
1 Pedro da
una característica de la simiente de Cristo que una persona recibe cuando nace
de nuevo.
1 Pedro 1:23
Siendo
renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de
Dios que vive y permanece para siempre.
La primera
vez que una persona nace, nace de simiente corruptible; pero cuando vuelve a
nacer, ella es, según 1 Pedro 1:23, renacida “no de simiente corruptible, sino
de incorruptible”. La razón por la que no se repite la palabra “simiente” es
que esta figura literaria pone énfasis en la incorruptibilidad de la simiente y
no en la simiente misma.
Cuando dice
incorruptible, quiere decir incorruptible. Uno podría ahora acusarme de creer
en seguridad eterna. Yo no creo en seguridad eterna; yo creo en vida eterna. De
haber querido decir Dios seguridad eterna, El habría dicho seguridad eterna El
no quiere decir seguridad eterna, El quiere decir vida -vida eterna- porque es
incorruptible y es simiente.
Cuando
nacimos físicamente, teníamos simiente en nosotros. Cuando renacimos, recibimos
otra simiente. La diferencia es que con el segundo nacimiento la simiente es
incorruptible.
¿Cómo ocurre
el nuevo nacimiento? ¿Cómo nace la simiente de Cristo dentro de nosotros? Este
fenómeno original ocurrió en Pentecostés; y, puesto que todavía vivimos en la
misma administración, estamos incluidos y somos afectados por la grandeza de
ese evento. Estudiemos lo que pasó en Pentecostés cuando la salvación, el nuevo
nacimiento, se hizo disponible por primera vez de modo que podamos entender su
aplicación a nosotros.
1 Juan 3:9:
Todo aquel
que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios
permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
Cuando uno
nace físicamente, tiene simiente física en él. De igual manera, todo aquel que
es nacido de Dios tiene que tener la simiente de Dios en Cristo en él. La
Palabra dice: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado”. Cuando
el hombre natural es renacido, ¿en qué parte de su ser no comete pecado? En su
cuerpo y alma él todavía comete pecado; pero en esa simiente de Dios, la cual
es incorruptible, él no comete pecado. ¿Por qué? “Porque la simiente de Dios
[en Cristo] permanece en él”. Si la persona renacida pudiera pecar en esa
simiente, la simiente no permanecería, sería corruptible. Pero la Palabra dice
que esta simiente de Dios permanece.
1 Juan 3:9
declara que una persona renacida no puede pecar porque es nacida de Dios. La
primera vez que yo nací, nací de mi padre y madre terrenales. Pero cuando
renací, nací de mi Padre celestial, de Dios, y Su simiente permanece en mí y no
puedo pecar en ella. Por eso es que Su simiente es vida eterna. Es eterna
porque Dios es eterno, y es vida porque Dios es vida.
Alguien
podría decir: “Entonces usted cree que una vez salvo, permanece salvo”. Yo no
he leído “una vez salvo, permanece salvo” en la Palabra de Dios, al igual que
tampoco he leído “seguridad eterna”. Lo único que he leído en la Palabra es
vida eterna, y eso creo.
Como hombres
de cuerpo y alma, la vida eterna se hace nuestra cuando somos renacidos del
Espíritu de Dios. ¿Qué sucede para efectuar esto?
Efesios
2:5-9:
aun estando
nosotros muertos en pecados [muertos porque el espíritu no está adentro], nos
dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),
y juntamente
con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con
Cristo Jesús,
para mostrar
en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para
con nosotros en Cristo Jesús,
Porque por
gracia sois salvos por medio de la fe [la fe de Jesucristo]; y esto no de
vosotros, pues don de Dios;
No por
obras, para que nadie se gloríe.
La salvación
es por gracia. Si fuera por obras, una persona se podría jactar más que otra
porque había orado más tiempo o había rogado más a Dios o había confesado más
pecados. Por lo tanto, un hombre tendría una salvación mejor que otro porque
habría trabajado más duro para conseguirla. Afortunadamente, la salvación no es
por obras; es por gracia y nada más que gracia.
Efesios
2:10:
Porque somos
hechura suya, creados en Cristo Jesús…
La primera
vez que nací, fui la hechura de mi padre y mi madre. Cuando renací, fui la
hechura de Dios, el producto de mi Padre celestial, no en carne sino en el
espíritu. ¿Piensa usted que Dios está satisfecho con Su hechura? Sé lo que mis
padres terrenales fueron capaces de hacer; y estoy seguro de que mi Padre
celestial, quien creó los cielos y la
tierra, puede hacer una obra mejor que mi padre y mi madre terrenales. “Somos
hechura suya, creados en Cristo Jesús”. Esto es el nuevo nacimiento.
Después de
Pentecostés, un hombre todavía es cuerpo y alma; está muerto espiritualmente.
¿A quién pertenece legalmente el hombre de cuerpo y alma? Al Diablo. Pero
cuando un hombre natural renace del Espíritu de Dios, se convierte en el hijo
legal de su Padre, que es Dios. El Diablo, el dios de este mundo, no tiene
derecho legal sobre un hombre cuando éste es renacido.
La mayoría
de las religiones orientales y algunas occidentales, enseñan que todos tienen
una chispa de lo Divino nacida en ellos. Una chispa de lo Divino quiere decir
que cada persona tiene un poquito de Dios en ella y todo lo que uno tiene que
hacer es ventearla, alimentarla, nutrirla, y Dios se empezará a desarrollar
dentro de uno. La Biblia dice que el hombre está muerto; y si una persona está
muerta, está muerta. Si hay un poquito de vida, un hombre no está muerto. La
Palabra de Dios dice que el hombre está espiritualmente muerto, tiene solamente
cuerpo y alma. Así que si el hombre va a tener vida espiritual, Dios la tiene
que crear. La palabra “crear” es usada porque la vida espiritual no ha estado
nunca antes en él.
Romanos dice
cómo es posible que un hombre que está muerto en delitos y pecados y sin Dios y
sin esperanza sea vivificado.
Romanos
10:17:
Así que la
fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios.
¿Cuál fe? La
fe de Jesucristo. Esta fe viene cuando el hombre de cuerpo y alma oye la
Palabra de Dios y cree.
Romanos
10:9:
que si
confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios
le levantó de los muertos, serás salvo.
¿Qué es “confesar
con tu boca”? Es decirlo. ¿Tiene uno que decirlo en un altar? Romanos 10 no
dice eso. Pero, ¿podría uno confesar a Jesús como su señor en un altar? No dice
dónde tiene uno que confesar a Jesús como señor; la Biblia simplemente dice que
confiese. ¿Tiene que decirlo una persona en voz alta? Romanos 10 no lo dice; es
posible confesar al Señor Jesucristo silenciosamente sin hacer un sonido
audible.
“Confesares
con tu boca” no dice confesar los pecados de uno. Si hubiera dicho “confesares
tus pecados”, la salvación sería por obras; y nosotros no somos salvos por
obras, sino por gracia. Un hombre no confiesa sus pecados; confiesa al que
salva del pecado, al Señor Jesucristo.
Me pregunto
cuántos miles de personas creen que son renacidas del Espíritu de Dios pero en
realidad no lo son. Puede que tengan un sentimiento interno de que estén
salvos, pero un sentimiento no los salva. Una persona es salva por el ser
renacida del Espíritu de Dios. Los sentimientos van y vienen, pero la Palabra
de Dios vive y permanece para siempre. Yo podría ir al altar, vocear todos mis
pecados, y obtener un sentimiento bueno. Pero una persona puede obtener ese
mismo sentimiento bueno en el sofá de un psiquiatra. Nosotros no somos salvos
por sentimiento, somos salvos por hacer lo que la Palabra dice. Ella dice:
“confesares con tu boca con tu boca que Jesús es el Señor”. Eso es, di: “Jesús,
tu eres señor en mi vida”. ¿Quién ha sido señor mientras una persona es
solamente cuerpo y alma? La persona misma. Pero ahora esa persona va a cambiar
de señores cuando confiesa con su boca un nuevo señor-Jesucristo.
Eso es lo
que dice; pero eso no es todo. Romanos 10:9 dice además: “y creyeres en tu
corazón”. El corazón es la sede de la vida personal. Hoy en día nosotros
diríamos: “creyeres con toda tu mente, toda fuerza, todo tu ser”. ¿Qué debe
creer una persona? ¿Qué Jesucristo es el profeta más grande de todos los
tiempos? No. La Palabra dice: “creyeres en tu corazón que Dios lo levanto de
los muertos”. Uno debe confesar con su boca que Jesús es el señor, y creer en
lo más profundo de su ser que Dios le levantó de los muertos; entonces un
hombre será-absolutamente, indiscutiblemente-salvo. ¿Cuándo? No cuando muera,
sino en el momento que confiese que Jesús es el señor y crea que Dios le levantó
de los muertos.
De todos los
grandes líderes religiosos solamente hay uno que ha sido levantado de los
muertos y ese es Jesucristo. Esta es la prueba de que él es el Hijo unigénito
de Dios. ¿Cree usted que Dios levantó a Jesús de los muertos? ¿Cree que él es
su señor? ¿Lo ha confesado con su boca? La Palabra dice que usted es salvo.
Romanos
10:10:
Porque con
el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
En el
momento en que yo cumplo estos dos requisitos, soy renacido del Espíritu de
Dios. Esto es vida eterna. Esta es una verdad tan tremenda que es casi
increíble; pero yo sí la creo porque la Palabra de Dios es verdadera y
permanece para siempre. Ahora soy Su
hijo pues he confesado con mi boca que Jesús es el señor y he creído que
Dios le levantó de los muertos.
En el
momento que una persona confiesa con su boca a Jesús como señor esa persona es
convertida, salva, renacida. Un hombre puede ser un hombre natural de cuerpo y
alma en un momento dado; pero a medida que oye la Palabra de Dios y cree hasta
el punto que dice: “Jesús es el señor de mi vida y sé que Dios lo levantó de
los muertos”, él renace del Espíritu de Dios. Esa persona ha cambiado de
señores instantáneamente; está ahora camino al cielo, y ni todo el infierno le
puede impedir que vaya porque es un hijo de Dios que tiene a Cristo en él.
Tiene vida eterna. Ya no es más un hombre natural porque ha recibido el
espíritu proveniente de Dios.
Habiéndose
creado espíritu dentro de él, la persona de nuevo tiene un punto de contacto
con Dios. A diferencia de Adán, que tenía espíritu bajo una condición (como
leemos en Génesis 2), los hijos de Dios renacidos durante la gloriosa
Administración de la Iglesia tienen espíritu nacido en ellos como simiente.
Este espíritu es dado incondicionalmente.
Cuando un
niño nace físicamente, todo el potencial humano está en ese pequeño paquete.
Con nutrimiento y alimentación, el niño se desarrolla y se vuelve un
adolescente, luego un joven, y finalmente un adulto. El nuevo nacimiento es
así. Cuando un hombre vuelve a nacer del Espíritu de Dios, tiene a Cristo en
él. Todo lo que Dios es en Cristo está
en él. Tiene el amor de Dios, tiene la justificación de Dios, la santificación,
la redención, la justicia, la fe de Jesucristo. Esto es lo que uno recibe
cuando acepta al Señor Jesucristo como su señor y salvador personal.
Hay bastante
religión en el así llamado cristianismo hoy en día; pero el verdadero
cristianismo no es religión. La religión es lo que el hombre hace, lo que el hombre
produce. El cristianismo es lo que Dios obró en Cristo y en un creyente cuando
éste renace.
El
cristianismo es la obra de Dios, no la obra del hombre. El cristianismo es la
relación de un Padre con Su familia. Dios es nuestro Padre y nosotros somos Sus
hijos; El nos ha hecho hijos Suyos y nosotros hemos renacidos de Su simiente.
Cuando un
hombre renace del Espíritu de Dios, este hombre de cuerpo y alma tiene entonces
espíritu. El hombre no se libró de su cuerpo y alma cuando nació de nuevo.
Todavía tiene los cinco sentidos como un medio de aprendizaje. El rasgo añadido
que viene con la salvación es que la persona renacida tiene espíritu así que se
puede comunicar con Dios. El creyente puede ahora recibir información
proveniente de Dios tanto por espíritu como a través de sus sentidos.
El espíritu
dentro del hombre es aquello que es vida eterna.
La salvación
no es ganada; es un don de Dios.
Romanos
6:23:
Porque la
paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús
Señor nuestro.
1 Juan
1:1,2:
Lo que era
desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo
que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida.
(porque la
vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida
eterna, la cual estaba el Padre, y se nos manifestó).
1 Juan 2:25:
Y esta es la
promesa que él nos hizo, la vida eterna.
1 Juan
5:11,12:
Y este es el
testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su hijo.
El que tiene
al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
“El que
tiene al Hijo, tiene la vida”. El espíritu en él es vida eterna. Pero “el que
no tiene al hijo”, todavía no tiene vida. Ese hombre tiene vida natural, pero
no tiene vida eterna.
El versículo
12 de 1 Juan 5, y varios otros como ese, han causado problemas a causa de la
enseñanza popular de que todos van al cielo y que no importa a quién adora uno,
o qué cree uno, porque todos se dirigen hacia el mismo lugar. Aun así la
Palabra dice que si una persona tiene a Cristo, tiene vida; y si no tiene a
Cristo, no tiene vida. Si usted quiere discutir con la Palabra, siga
discutiendo con ella. Usted tiene que decidir por su propia cuenta si quiere
creer la Palabra de Dios o las palabras de los hombres. Esta Palabra de Dios, y
las palabras en ella, han permanecido por siglos. Pero las palabras de hombres
a quienes he conocido y hombres a quienes usted ha conocido no han permanecido
por siglos. Ellos van y vienen; a veces se prueba que están en lo cierto, otras
veces que están equivocados. Prefiero arriesgar mi salvación eterna en la
exactitud de Dios antes que escuchar a hombres, especialmente hombres que tiene
una actitud derogatoria hacia la Palabra. Prefiero apostar mi vida en la
integridad y exactitud de la Palabra de Dios antes que arriesgarla en lo que
algún hombre dijo y encontrar más tarde que él estaba equivocado. Suponga que
la Biblia es correcta, suponga que la exactitud
de la Palabra de Dios es verdadera, y suponga que no lo creemos y, al
final, resulta que hay un cielo. Nosotros nunca lograríamos llegar. Tenemos
todo para ganar creyendo la Palabra de Dios y nada que perder. Tenemos todo
para perder y nada que ganar creyendo lo que dicen los hombres. Nosotros que
tenemos al Hijo tenemos vida.
1 Juan
5:13-15:
Estas cosas
os he escrito a vosotros que [quienes] creéis en el nombre del Hijo de Dios,
para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo
de Dios.
Y esta es la
confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad,
él nos oye.
Y si sabemos
que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las
peticiones que le hayamos hecho.
1 Juan 5:20:
Pero sabemos
que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que
es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el
verdadero Dios y [esta es] la vida eterna.
El hombre de
cuerpo y alma puede creer tan fácilmente y recibir vida eterna, que es el don
más grande que Dios haya dado jamás al hombre en lugar alguno, en momento
alguno.
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