jueves, 20 de junio de 2013

DIOS ES TU CONFIANZA Y PROTECCIÓN
Contar con el favor de Dios es el mayor privilegio que un ser humano pueda tener sobre la tierra.
 “Confía en el Señor de todo corazón,  y no en tu propia inteligencia.
 Reconócelo en todos tus caminos,   y él allanará tus sendas”. Pr. 3:5-6
Si pensamos que confiar en nuestra capacidad es una gran garantía, estamos equivocados, Dios nos dice que con el corazón confiemos ante todo en él. ¿Cómo un simple mortal puede tener más confianza en si mismo que en el Dios creador de todo?

“Reconócelo en todos tus caminos” (NTV) Prov. 3:6 Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar.

Reconocer es dar a Dios su lugar como nuestro guía y ayuda suprema. Reconócelo en todo lo que hagas y emprendas, confía en su ayuda protectora y en su sanidad completa, ya sea física o emocional, reconócelo en todas tus actividades y dale toda la gloria; y luego él se encargará de enderezar y allanar el camino que tenemos por delante para que nos sean más fáciles y sencillas las cosas.

Allanar significa que Dios nos quitará obstáculos y complicaciones en la vida. El trabajo nuestro es confiar y reconocerlo en todo a Dios, y el sacara todo estorbo. Confiar en Dios y Reconocerlo es porque le conocemos.
"No seas sabio en tu propia opinión; más bien, teme al Señor y huye del mal.    Esto infundirá salud a tu cuerpo   y fortalecerá tu ser. Vs. 7 y 8
Nuestro punto de vista es muchas veces muy limitado y solo juzgamos desde nuestra pequeña perspectiva de las cosas, comprender que nos podemos equivocar y ser humildes, esto es aprender a cerrar la boca y no juzgar.
Antes de preocuparnos por opinar de todo, mejor usemos el tiempo para  temer a Dios y para alejarnos del mal. Para Dios el más sabio es quién lo respeta sobre todas las cosas, es aquel que tiene en cuenta sus caminos. Temer a Dios es hacer lo que le agrada, seguir sus consejos y huir de las tentaciones y la maldad. 

Esto añade una promesa maravillosa: “Infundirá salud a tu cuerpo y fortalecerá tu ser” ¿Quieres salud, quieres fortaleza interior?
El cuerpo recibirá una salud inusual y una energía sobrenatural cuando somos sumisos a Dios, humildes con nuestra opinión y andamos en los caminos de nuestro Padre celestial.

"Honra al Señor con tus riquezas y con los primeros frutos de tus cosechas.
 Así tus graneros se llenarán a reventar  y tus bodegas rebosarán de vino nuevo". Vs. 9 y 10
Muchos piensan que siendo mezquinos y no gastando nada podrán retener más dinero. La sabiduría de Dios nos dice todo lo contrario; nos enseña una mentalidad de sobreabundancia, Dios es el dueño de todo el oro y las riquezas del mundo. Y cuando seguimos estos consejos estaremos bajo la protección de Dios para que no tengamos gastos y pérdidas innecesarias.

El principio básico de la prosperidad en el reino de Dios siempre, siempre, siempre es dar y dar con un corazón alegre honrando al Señor, el dueño de nuestras vidas, porque todas tus riquezas proceden de Dios.

Cuando recibas tus ganancias, da ante todo de esas primicias al Señor, hónralo con tus  ofrendas para su obra. Esto lo aclaró Jesús cuando tuvo una disputa con los fariseos hipócritas, que les ordenó que sean misericordiosos ante todo, que tengan el amor de Dios en sus corazones si querían ser espirituales, pero también les aclaró que no dejen de diezmar, Jesús no abolió el diezmo, más bien lo confirmo diciendo: “Debían haber practicado esto, sin dejar de hacer aquello (el diezmo)”. (Lc. 11:42).

Cuando damos estamos declarando que nuestro amo es Dios y no el dinero. Esta promesa en proverbios 3:9-10 no es solo que Dios nos sostendrá, sino que nuestras ganancias llegarán a rebosar, "a reventar". El principio de la riqueza no es mezquinar, es honrar a Dios para tener sobre abundancia.

“No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová,
    Ni te fatigues de su corrección;
Porque Jehová al que ama castiga,
    Como el padre al hijo a quien quiere”. Vs. 11 y 12
Pero es bueno saber que Dios nos corrige porque nos ama, así como el padre al hijo a quien quiere.
Dios quiere una relación íntima con nosotros y así luego él podrá añadirnos todas las demás cosas que vienen por consecuencia.

 "Dichoso el que halla sabiduría, el que adquiere inteligencia.              Porque ella es de más provecho que la plata y rinde más ganancias que el oro. Es más valiosa que las piedras preciosas: ¡ni lo más deseable se le puede comparar!
Con la mano derecha ofrece larga vida; con la izquierda, honor y riquezas. Sus caminos son placenteros y en sus senderos hay *paz.            Proverbios 3 :13-17
Alcanzar la sabiduría es estar enfocados en Dios y en nuestro propósito, la sabiduría de la que habla la biblia es la que pone a Dios siempre en primer lugar, es la sabiduría que ante todo respeta y tiene en cuenta al gran creador. El mayor capital que podamos tener según Dios no es oro ni riquezas, sino sabiduría, la que solo Dios da a los humildes y a las personas de fe.

Cuando nos basamos en el principio de que Dios es el creador y hacedor de todo amándolo sobre todas las cosas podemos alcanzar conocimientos y sabiduría extraordinaria para cualquier asunto de la vida, Dios se encargará de proveernos todo conocimiento necesario para que cumplamos su plan, Dios nos comparte de sus riquezas inescrutables de sabiduría para ser eficaces en nuestras tareas, para glorificarlo.
La sabiduria trae consigo magníficos beneficios como una larga vida, honor y riquezas. También Jesús dijo: “Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia y todas estas cosas les serán añadidas”

Dios quiere una relación íntima con nosotros y así luego él podrá añadirnos todas las demás cosas que vienen por consecuencia, honor, riquezas y una larga vida de buena salud. Con el Señor de nuestro lado podemos alcanzar una vida de paz, debemos llegar a tal punto de fe y comunión con nuestro Señor que todo lo que el tiene se nos transmitirá, estaremos saciados de deleite y paz, ¡que asombroso es nuestro Dios!.

"Hijo mío, conserva el buen juicio;  no pierdas de vista la discreción.
Te serán fuente de vida,  te adornarán como un collar.
Podrás recorrer tranquilo tu camino,  y tus pies no tropezarán.
Al acostarte, no tendrás temor alguno;  te acostarás y dormirás tranquilo.
No temerás ningún desastre repentino,  ni la desgracia que sobreviene a los impíos.
Porque el Señor estará siempre a tu lado  y te librará de caer en la trampa". Vs. 22-26

En esta parte del capítulo nos habla una vez más de los beneficios de ser cuidadosos con nuestra vida, de actuar con prudencia y cautela para nos caer en los engaños y trampas. El Señor es nuestra fuerte confianza, es nuestro ayudador, nuestro refugio en la tormenta y nuestro amparo en la tribulación, solo Dios puede dar el don de acostarnos y dormir tranquilos y no temer ningún desastre repentino.

Hay personas que en sus corazones la fe no se ha arraigado y cimentado viven nerviosos, ansiosos temiendo desastres y calamidades repentinos, como ese tipo de personas que siempre están esperando lo peor, pero tenemos esta promesa para nosotros los que amamos a Dios y queremos agradarle que dormiremos en paz y podemos andar reposados en nuestra mente y corazón sabiendo que una protección sobrenatural esta con nosotros y seremos protegidos todo el tiempo.
 (Vs. 25) El Señor se compromete a estar de nuestro lado siempre, a cualquier hora, lugar o situación. Incluso nos librará de las trampas que nos quieran hacer, nos librara de caer en engaños, estafas y robos (Vs. 26)

Estas promesas son palabras que debemos guardar y grabar a fuego en nuestro corazón para que vivamos en paz, estas promesas abarcan todo lo necesario para una vida totalmente plena y victoriosa.

No temas si estas pasando por dificultades hoy, Dios te esta hablando y te esta invitando a que primero conozcas y veas el tipo de vida que el quiere darte, segundo a que lo creas y pongas por obra sus mandamientos y tercero que seas su aliado y recibas el favor que tenemos los privilegiados hijos de Dios.

Es lamentable que muchos no quieren creer , piensan que Dios no tiene poder o es mentiroso, pero te invito a que puedas comprometerte a memorizar el capítulo 3 de proverbios y creas y recibas sobre tu vida esta fascinante promesa. Toma un tiempo para leer y releerlo, meditalo, disfrútalo, reclámalo, pídelo y recibelo, en el glorioso nombre de Jesucristo.

"No niegues un favor a quien te lo pida,  si en tu mano está el otorgarlo.
Nunca digas a tu prójimo: «Vuelve más tarde; te ayudaré mañana»,
si hoy tienes con qué ayudarlo. Vs. 27-28

El vs. 27 vuelve a dar las condiciones para recibir todas las promesas y nos habla del dar, de ser generosos cuando tenemos la posibilidad de serlo. Generalmente cuando vemos que alguién esta realmente necesitando nuestra ayuda es ahi donde debemos actuar ¿Cómo podríamos decir que amamos a Dios si vemos a alguien padecer necesidad y nosotros pudiendo hacerlo nos negamos?

El egoísmo es un bloqueo para las bendiciones de proverbios 3. Decide hoy que cuando se presente alguien al que puedas ayudar lo harás sin dudar. Esto te abrirá las puertas de la gracia y el favor de Dios. No cierres el corazón cuando el Espíritu Santo te esta guiando a bendecir a otros, tal vez pierdas la oportunidad y no se vuelva a repetir, siempre que haya una posibilidad para ayudar, hay una posibilidad para servir al Dios todopoderoso y luego recibir la recompensa de su mismo trono.

29 No urdas el mal contra tu prójimo,  contra el que ha puesto en ti su confianza.
30 No entres en pleito con nadie  que no te haya hecho ningún daño.

Otra perla de revelación es esta, no traiciones, y lo dice sobre todo hacia aquellos que han puesto en ti su confianza, ni siquiera intentes el mal contra tu prójimo, estos son los códigos del reino de Dios, nosotros sus ciudadanos debemos mantenernos bajo estas reglas si queremos recibir todos los beneficios de nuestra ciudadanía celestial.
No seas amigo de las peleas, hay personas que están acostumbradas a gritar y pelear por cosas insignificantes, en otras palabras no seas un iracundo peleador. ¿Porque tener una actitud agresiva con aquellos que nada nos han hecho?    se un hijo de paz y la paz te seguirá.
No envidies a los violentos,    ni optes por andar en sus caminos.
32 Porque el Señor aborrece al perverso, pero al íntegro le brinda su amistad.   Vs. 31 y 32


Este capítulo de proverbios se destaca por hacer hincapié en las actitudes del corazón, porque no valen mucho para Dios otras habilidades si tenemos un mal corazón. Se dice popularmente que de este mundo “no nos llevamos nada”, sin embrago nos llevaremos mucho más de los que creemos.

Cada acto que hayas hecho con bondad, con sinceridad y para beneficiar a otro, eso te lo llevarás, te lo aseguro.
Envidiar es una declaración de inferioridad y de malicia. Las expresiones limpias del corazón son cosas que Dios ama y lo resalta en toda su palabra. No cualquiera puede pretender amistad con Dios a menos que tenga sus mismos intereses y desee ser como Jesús.

La maldición del Señor cae sobre la casa del malvado;  su bendición, sobre el hogar de los justos.
34 El Señor se burla de los *burlones, pero muestra su favor a los humildes.
35 Los sabios son dignos de honra,  pero los *necios sólo merecen deshonra. Vs. 33-35

Burlarse de otros parece no ser algo que le guste a Dios, hay personas de habitos burlones, que humillan, averguenzan y molestan con ironías a todo el que se le acerca.  Burlar es soberbia, es menospreciar, en ocasiones envidiar. Cuando alguien detesta a otra persona (aunque no lo quiera hacer notar) lo podrá manifestar con burlas. Respetar a todos es nuestra regla, si cayeron bajo faltándonos el respeto, para nosotros será un honor pagar ese mal con un bien. 
 35 Los sabios son dignos de honra, pero los *necios sólo merecen deshonra.
Jesús dijo : “Si alguno me sirviere mi padre lo honrará” como dijimos anteriormente los sabios de este mundo son los que siguen al maestro, el que permanece para siempre es aquel que hace la voluntad de Dios. Toda el que ama la pompa de este mundo más que a Dios y decide abandonar sus camino para ir tras los deleites temporales del pecado esta cabando su propia tumba. Porque el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. 1 Juan 2:17
Santiago 1:5  Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.
Dios nos dará si se lo pedimos, El dio a su hijo como no nos dará lo que necesitamos en esta vida, para alabarle y respetarle como Dios nuestro Padre, por eso confiar y reconocerle en todo Y el sacara todo lo que nos estorba y nos mostrara el camino, para andar.   Alabado sea Dios en Jesucristo por darle tanta Gracia, Favor inmerecido al hombre.

lunes, 10 de junio de 2013

JESUCRISTO ANTE LA FRUSTRACIÓN HUMANA
«Vanidad de vanidades, todo es vanidad...
He aquí todo era vanidad y aflicción de espíritu,
y sin provecho debajo del sol»
(Ec. 1:2, Ec. 2:11)
Cada vez más personas  viven con una sensación de estar en un viaje a ninguna parte, de que la vida no tiene sentido.
La palabra frustración viene de un término latino -frustra- que significa en vano, sin sentido, inútil. Una expresión popular, sobre todo entre los adolescentes: «¡qué frustre!» exclaman ante una contrariedad.
¿Qué es, en realidad, vivir frustrado? El autor del Eclesiastés hace una descripción detallada de su frustración al contemplar la vida tal cual es. Podríamos decir que se enfrenta cara a cara con la vida.   

«¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?» (Ec. 1:3). «Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho bajo el sol, el cual, al fin y al cabo tendré que dejar a otro que vendrá después de mí; y quién sabe si será capaz o incapaz, sabio o necio el que se aprovechará de todo mi trabajo en que yo me afané y en que ocupé debajo del sol mi sabiduría. Esto también es vanidad.» (Ec. 2:8). Uno se pregunta: ¿ha valido la pena tanto sacrificio, tanto esfuerzo? ¿Para qué? La misma experiencia relata el Predicador cuando se entrega al estudio:  
                    
«Dediqué mi corazón a conocer la sabiduría y a entender los desvaríos.
Conocí que aun esto era aflicción de espíritu, porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia y quien añade ciencia añade dolor» (Ec. 1:17-18). El vivir sólo para estudiar, para la ciencia, también le deja al Predicador un sentimiento de vacío.
Tampoco la prosperidad económica, las riquezas, llenaron al autor del Eclesiastés. «Dije yo en mi corazón: ven ahora, te probaré con alegría y gozarás de bienes, mas he aquí esto era también vanidad» (Ec. 2:1).
Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias... Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalen.» (Ec. 2:4-9). Pero he aquí su conclusión en crudas palabras: «Miré yo después todas las obras que habían hecho mis manos y el trabajo que tomé para hacerlas, y he aquí todo era vanidad (frustración) y aflicción de espíritu y sin provecho debajo del sol» (Ec. 2:11).            
 Los bienes materiales no pueden dar un sentido a la existencia. El Predicador buscó también la respuesta a su inquietud en los placeres.

«No negué a mis ojos ninguna cosa que no desearan ni aparté mi corazón de placer alguno» (Ec. 2:10). Observemos, sin embargo, de nuevo la conclusión: «A la risa dije: enloqueces, y al placer, ¿de qué sirve esto?» (Ec. 2:2). La satisfacción de todos los deseos y necesidades, (vive el día). Todos estos caminos -el trabajo, el estudio (el mundo académico), los bienes materiales, los placeres- son buenos en sí mismos. La Palabra de Dios no los condena. Son facetas propias de la vida humana creadas por Dios para nuestro bien y disfrute.
El problema surge cuando dejan de ser medios, instrumentos, y se convierten en un fin en sí mismas.

Lo que frustra no es trabajar, sino vivir para trabajar; lo negativo no es entregarse a la ciencia, sino buscar en ella el sentido de tu vida; el vacío desesperante de las riquezas aparece cuando uno busca llenar con ellas el tedio vital. Así pues, la frustración es un sentimiento de vacío, de absurdidad que se expresa en apatía, desmotivación, un estar de vuelta de todo. 

Muchos jóvenes hoy sufren este «síndrome del Eclesiastés»: están de vuelta de todo sin haber siquiera empezado el camino; son viejos con veinte años. Les falta lo opuesto a la frustración: la ilusión y la esperanza.
Un primer ejemplo, el aumento de la agresividad contra uno mismo y contra los demás. Otra muestra de esta agresividad es el aumento dramático de la violencia en las relaciones personales. Para estas personas esperar es fuente de frustración.     «nada a largo plazo» afecta a todas las áreas de la vida,
. Éste es exactamente el mensaje del Eclesiastés. Cuando uno reflexiona profundamente en el sentido de la vida, llega a la conclusión de que ni el trabajo, ni el estudio, ni las riquezas, ni el placer pueden dar respuesta satisfactoria. Cuando uno vive para estas cosas, descubre que la vida es «vanidad -frustración- y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol» (Ec. 2:11).
Esta falta de ilusión y de metas a largo plazo está relacionada con un problema más profundo y más grave: la falta de esperanza. Vivimos fundamentalmente en un mundo sin esperanza.
No basta con una sociedad mejor, más justa y menos violenta, para acabar con la frustración del ser humano.

La separación de Dios, raíz de la frustración humana
«El fin de todo el discurso oído es este:
Teme a Dios y guarda sus mandamientos,
porque esto es el todo del hombre»
(Ec. 12:13)
La frustración, como concluye el autor del Eclesiastés, no es en último término un problema social sino moral y espiritual.  . El problema soy yo, no el mundo que me rodea, como nos recuerda el Señor Jesús:   «No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre» (Mt. 15:11).

La frustración es resultado de la separación de Dios. Vivimos en un mundo frustrante porque se alejó de su Creador en el momento de la Caída.
El apóstol expresa la misma idea vinculándola con nuestra separación de Cristo:«En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados... y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo» (Ef. 2:12).

«Hay un vacío en forma de Dios en el corazón de cada hombre que no puede ser llenado por ninguna cosa creada, sino solamente por Dios el Creador, quien se dio a conocer a través de Jesucristo». La respuesta última a la frustración humana sólo se puede hallar en la persona de Cristo.
Dios ha provisto en Jesucristo la vida abundante que es exactamente lo opuesto a una vida frustrada:

«Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn. 10:10). La palabra «abundancia» en el original es un comparativo -«más abundante»- y también se podría traducir por «extraordinaria, magnífica superior».
Vida = zoe (ζωή, G2222), (castellano, zoo, zoología) se emplea en el NT «de la vida como un principio, vida en el sentido absoluto, vida como la tiene Dios, aquello que el Padre tiene en sí mismo, y que él dio al Hijo que tuviera, vida en sí mismo.
Este versículo es como una síntesis preciosa de todo el Evangelio: ante el drama de una vida frustrada en un mundo frustrante, se alza esplendorosa la figura de Jesús que nos abre la puerta a una vida nueva magnífica, superior, en una palabra, una vida abundante de sentido, de realización y de esperanza. Vida cuya fuente única es Dios, y es amplia y plena.

Como la obtengo por obediencia a su Palabra. «¿cómo puede la obediencia ser una fuente de alegría?». De siempre el ser humano ha pensado exactamente lo contrario: la libertad sí que es una fuente de gozo, pero la obediencia lleva a la opresión y a la frustración.
El amor de Cristo es la clave de nuestro tema y la explicación a esta paradoja. «El amor de Cristo nos constriñe» (2 Co. 5:14-15). El motivo por el cual obedecemos va a determinar nuestras actitudes y nuestros sentimientos.
La obediencia del creyente nace como respuesta natural al inmenso amor del Señor Jesús. Es una obediencia voluntaria que emana del amor.

Cuando uno ama, busca agradar en todo a la persona amada «...habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados» (Ro. 6:17). La obediencia que sale del corazón es voluntaria y produce un gran gozo porque se basa en el amor.
Por el contrario, hay una obediencia que no sale del corazón porque no ama a su destinatario y genera un pesado sentido de sumisión y hasta de amargura. Aquí estamos ante uno de los aspectos más singulares del Evangelio: Dios no obliga a nadie a creer.

El gozo es al que todos los seres humanos aspiramos, a la par que rehuimos su antónimo: la tristeza.          En numerosas ocasiones la Palabra de Dios nos exhorta al gozo y la alegría. el gozo es un elemento esencial del fruto del Espíritu. Cristo vino para darnos no una vida mediocre, vacía o triste sino una «vida en abundancia» (Jn. 10:10). De la misma forma el Padre «nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos» (1 Ti. 6:17).

¿hay motivos para la esperanza?. Un sí rotundo es la respuesta de los cristianos que se toman en serio las enseñanzas del Señor Jesucristo.
Uno de los rasgos más llamativos de la persona de Jesús es su humanidad. El apóstol Juan, que compartió con el Maestro horas de honda amistad, recogió de él enseñanzas preciosas que ponen al descubierto una de las facetas más radiantes de su carácter: su amor. «Nadie tiene mayor amor que éste: que ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos...» (Jn. 15:13-15). Y de este amor brota un gozo inaudito: «Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea cumplido» (Jn. 15:11).
El gozo de Jesús era el emanado del conocimiento del Padre y del cumplimiento de su voluntad, es decir de la obediencia.  les dijo su Maestro y Señor: «Vosotros ahora tenéis tristeza, pero os volveré a ver y se gozará vuestro corazón y nadie os quitará vuestro gozo» (Jn. 16:22).
«El gozo del Señor es vuestra fuerza» (Neh. 8:10).
Pero, además, el «estar gozoso» es en sí mismo un acto de obediencia. Las exhortaciones de Pablo al respecto suelen ir en el modo imperativo, es un ruego a obedecer: «Estad siempre gozosos» (1 Ts. 5:16), «Regocijaos en el Señor siempre...» (Fil. 4:4). Hay, por tanto un elemento de esfuerzo por nuestra parte incompatible con la pasividad y la autocomplacencia.

La paz, consecuencia del gozo  Tanto en el texto por excelencia sobre el gozo (Fil. 4:4-7) como en el pasaje clave del fruto del Espíritu: «amor, gozo, paz...» (Gá. 5:22-24), ambos están íntimamente vinculados. Una relación tan estrecha no nos debe sorprender por cuanto el gozo auténtico del Espíritu es también fuente de una paz profunda.

Cuando contemplamos nuestro estado actual en Cristo y experimentamos que «nada ni nadie nos puede separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús», la paz y el gozo fluyen de forma abundante.                                                                        Jca.

jueves, 6 de junio de 2013

LAS RELACIONES HUMANAS II. ¿Mayordomos o esclavos? (II)
Concluíamos la primera parte de este artículo afirmando que no cuidamos del prójimo para agradarle ni para que tenga un buen concepto de nosotros, sino por amor a Cristo. Ésta debe ser la motivación central en nuestro servicio a los demás.
Todos tenemos necesidad de relacionarnos porque Dios nos ha hecho a su imagen y semejanza. Desde el principio Dios se revela como el ser relacional por excelencia. Dios entra en relación con el hombre.
Esta  dimensión se hace evidente en el nombre dado al Hijo, «la Palabra, el Verbo» (Jn. 1:1) que es el instrumento de relación y de comunicación por excelencia. Cuando Dios crea al ser humano, pone en su corazón esta misma necesidad de relación. De ahí el profundo y misterioso «impulso » que reconocen todos los estudiosos del comportamiento humano, hasta los más escépticos. Es la «sed de Dios» descrita por el salmista (Sal. 42:1-2). Por otro lado, la necesidad de relacionarse con otro «tú» (en minúscula), el prójimo: «No es bueno que el hombre esté solo, le daré pues ayuda idónea».
Así pues, esta necesidad doble, la sed de Dios, y de amor humano- nos recuerda nuestro origen divino como criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios.
La practica de la mayordomíala fidelidad constituye el requisito básico.
Una de las frases más usadas para resumir una relación es:     «ha sido muy bueno conmigo», o bien al revés, «me ha hecho mucho daño».
Observemos cómo en la parábola de los talentos el Señor elogia, ante todo, virtudes y valores del carácter: «bueno» y «fiel». Los resultados del trabajo de aquellos siervos, aun siendo importantes, quedan relegados a un lugar secundario.
A Dios le importa más el cómo somos y vivimos que nuestros logros.
El «hacer» tiene su lugar, pero no antes del ser y, como veremos luego, del «estar con». Ello es un reflejo de lo que ocurre en nuestra relación con Dios: la meta primera es la de forjar un carácter, «que seamos hechos conformes a la imagen de su Hijo» (Ro. 8:29).
No debe ser casualidad que la descripción primera que se hace de Jesús es que «era el Verbo» (Jn. 1:1). Alude a su esencia, el ser, para describir después lo que hizo (Jn. 1:9-18).
El éxito o el fracaso en mis relaciones no se debe medir, en primer lugar, por lo que hago por ellos –actividades- sino por mis actitudes, cómo soy con ellos.
Ser un buen mayordomo no es, ante todo, un asunto de tener más o menos tiempo para dedicar a la esposa, los hijos, los amigos o los hermanos en la iglesia. La calidad de nuestras relaciones no es un asunto de agenda o de reloj.
Dos personas pueden estar juntas y, sin embargo, sentirse muy lejos la una de la otra. Todo lo que hagamos por los demás debe venir precedido y rubricado por un trato afable, un carácter lleno del fruto del Espíritu.

Este es el mejor regalo que podemos darle a una persona. De hecho, uno de los mayores elogios que alguien nos puede hacer es:   «Gracias por ser como eres».
Bernabé, nos ilustra muy bien este principio. Su mismo nombre apela a un rasgo precioso de su forma de ser: «hijo de consolación». Su contribución mayor a la Iglesia Primitiva no vino dada tanto por sus actividades -viajes misioneros, ministerio en la iglesia de Jerusalén, etc.-, sino por su carácter conciliador y consolador. Estas virtudes fueron la clave. La aportación más importante de Bernabé a la Iglesia tuvo que ver, ante todo, con su carácter lleno del fruto del Espíritu Santo.
La importancia de «estar al lado de»
Después del ser viene el estar. La segunda forma práctica de ser fiel como mayordomo de mis relaciones consiste en estar con, estar al lado de mi prójimo. Se corresponde con el ministerio del Espíritu Santo en el creyente; él es el Paracleto, cuya función es confortar y guiar.
La palabra aplicada a esta acción del Espíritu Santo -parakaleo-: significa a la vez cuidar, estar al lado de, confortar, consolar, preocuparse por. El vocablo equivalente en latín sería curar.
Cuidar a mi prójimo, a mi esposa, a mis hijos, a mis padres, a mi hermano en la iglesia, implica estar junto a, estar presente (de ahí deriva la palabra «asistir»). Un ingrediente esencial del cuidar es la cercanía. No se trata sólo de una cercanía física, sino sobre todo emocional. Se puede transmitir aun estando físicamente lejos. Por ello una llamada por teléfono, una carta, un regalo, un mensaje, una tarjeta postal nos hacen exclamar: «gracias por estar a mi lado, te he sentido cerca».
Esta faceta es especialmente valiosa y apreciada en los momentos de gozo y de sufrimiento. «Llorar con los que lloran y gozar con los que se gozan» (Ro. 12:15) es una de las mejores formas de ser un mayordomo fiel en las relaciones. Nuestra sola presencia al lado de alguien que sufre, del atribulado por una pérdida, del que tiene sed o hambre, está en la cárcel, está desnudo Mt. 25:31-40) Es un regalo precioso no sólo para la persona, sino para el Señor mismo: «Por cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos, a mí lo hicisteis» (Mt. 25:40).       ¡Impresionante privilegio!

Ahí radica la diferencia entre una preocupación meramente humanitaria o social por los demás, tarea que puede realizar cualquier persona de buen corazón, y la labor de pastoreo mutuo dentro del cuerpo de Cristo, la Iglesia, que sólo se puede realizar bajo la dirección y el poder del Consolador por excelencia.
También aquí encontramos ejemplos bíblicos de hombres modestos, ocupando un lugar secundario en comparación con los apóstoles, pero cuyo ministerio de consolar y cuidar fue clave en la consolidación de las iglesias nacientes.

Ya hemos considerado a Bernabé. Tenemos a Tíquico, a quien Pablo envió a los colosenses para que «conforte vuestros corazones» (Col. 4:8). Pablo dice acerca de Filemón:
«Pues tenemos gran gozo y consolación en tu amor, porque por ti, oh hermano, han sido confortados los corazones de los santos» (Flm. 1:7). Parecido ministerio ejerció Epafrodito a quien Pablo se refiere como «ministrador de mis necesidades».
Lo más hermoso es la manera como Pablo describe a continuación el efecto benéfico que la presencia de Epafrodito iba a tener entre los filipenses:
«Así que le envío con mayor solicitud, para que al verle de nuevo os gocéis, y yo esté con menos tristeza. Recibidle, pues, en el Señor con todo gozo y tened en estima a los que son como él» (Fil. 2:28-29). ¡Cómo necesitamos de Epafroditos en la Iglesia hoy!

Amar implica servir y soportar
El amor es la tercera característica de un mayordomo fiel. Pero, ¿qué significa amar? El amor ágape tiene dos grandes dimensiones. (Para un estudio más amplio del tema recomendamos el pasaje de Col. 3:1-17, excelente parte  práctica del amor en la iglesia). Por un lado, tiene una dimensión activa que implica dar, servir, entregarse. Después del ser y del estar al lado de entramos ahora en el hacer.
Ello supone tomar la iniciativa, dar el primer paso. El amor por excelencia (1 Co. 13) actitudes que retratan al amante maduro. Así, el segundo rasgo apela al servicio: «El amor es servicial» (1 Co. 13:4, versión Reina Valera 1977).
El servicio supone estar dispuesto, si hace falta, a ceñirse la toalla y lavar los pies de mi prójimo. ¿En qué te puedo ayudar? ¿Qué puedo hacer por ti? El Señor Jesús la resumió en la llamada regla de oro: «Y todo lo que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos» (Mt. 7:12). El ágape por el contrario implica dar el primer paso, es activo.
El amor, sin embargo, tiene una segunda dimensión que –de nuevo- nos lleva al terreno de las actitudes. Acabamos de ver su faceta activa –hacer por-, pero los actos de amor deben siempre ir acompañados de actitudes de amor.
He aquí algunos ejemplos:
«Vestios, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros si alguno tuviera queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestios de amor, que es el vínculo perfecto» (Col. 3:12-14).
Esta descripción del amor nos sorprende por su realismo. Decíamos al principio que las relaciones humanas son muy complicadas y frágiles.
Pablo lo sabía 1 Co. 13 con una paradoja sorprendente: «el amor es sufrido». El amor maduro ha aprendido a soportar, a tener paciencia, a perdonar. La vinculación entre amor y sufrimiento –«el amor es sufrido»-    Del Espíritu Santo se dice que «intercede por nosotros con gemidos indecibles» (Ro. 8:26). Y ¿qué diremos del Señor Jesús, «varón de dolores, experimentado en quebranto» por amor a cada uno de nosotros?

Debemos concluir, volviendo al pensamiento inicial: las relaciones humanas son una fuente inmensa de gozo, pero, a veces, también de decepción y de desaliento. El mayordomo fiel que busca darse a los suyos experimentará en algún momento de su vida la frustración del apóstol Pablo cuando afirmó de los corintios:
«Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más sea amado menos» (2 Co. 12:15).
                                     El antídoto contra el desaliento radica en tener los «ojos puestos en Jesús» (He. 12:2) quien nos ha prometido que  «cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa»  (Mt. 10:42). 
Pero la clave radica en nuestra relación con Dios. La Piedad: esa relación espiritual, verdadera.  Piedad: eusebeia (εσέβεια, G2150), de eu, bien, y sebomai, ser devoto, denota aquella piedad que, caracterizada por una actitud en pos de Dios, hace aquello que le es agradable a él.  
 1Timot 4:8  porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera. Alabado sea Dios el Padre y el señor Jesucristo por darnos tan grande privilegio, de dar y servir.  Pero por sobre todo poder relacionarnos con El, nuestro Dios.   jca