miércoles, 25 de mayo de 2016

82  -  CONSOLAR   -    INTERCEDER
JOB: Tras un periodo de prosperidad, sosiego y honra, se ve azotado por crueles golpes de adversidad: pérdida violenta de su ganado y de sus criados, catástrofe familiar que acaba con la vida de sus hijos. Tenía para hundirse en la desesperación; pero, lejos de esto, mantuvo la serenidad y dejó traslucir lo admirable de su fe.
Se afligió, como es normal en todo ser humano, y dio comienzo a un doloroso duelo:
Job. 1:20; «Se levantó, rasgó su manto y rasuró su cabeza; se postró y adoró»                              Pero no se desahogó con aparatosas lamentaciones. Por el contrario, hizo unas declaraciones que han causado admiración en millones de creyentes después de él:
Job. 1:21. «Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. El Señor dio y el Señor quitó; sea el nombre del Señor bendito»          No menos admirable es el comentario de su biógrafo:
Job. 1:2) .«En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despróposito alguno»
Tres amigos que habían de irritarle en vez de consolarle como era su deseo. En su opinión, el sufrimiento de Job no es una desgracia fortuita; es castigo divino por algún gran pecado cometido por Job. Tanto insisten que al final el patriarca llega a pensar que esa conclusión era verdad a medias: Job no llega a comprender, De ahí  su declaración: (Job. 6:4; Job. 16:12-13).                    «El Todopoderoso ha clavado en mí sus flechas y el veneno de ellas me corre por el cuerpo. Dios me ha llenado de terror con sus ataques»
Job, sin embargo, se resiste a aceptar la tesis del castigo. Considera, no sin cierta lógica, que si Dios estuviera a su favor, ningún poder del mundo podría dañarle, pues todo está sujeto a su soberanía. Si todas las potencias destructoras del mundo le atacan es porque Dios mismo le ataca y las usa para destruirle.
Ante lo incomprensible de muchos misterios, lo más sabio es mantener nuestros juicios en suspenso, en espera de que lo que ahora no entendemos lo entenderemos en el día de Cristo en su venida (1 Co. 13:9-13).

La ineficacia de muchos «consoladores»

Elifaz, Bildad y Zofar tenían buenas intenciones, pero estaban encajonados en sus moldes dogmáticos. Algunas de sus afirmaciones eran correctas, pero globalmente erraban los tres «amigos» al insistir en su interpretación de los males de Job: un hombre que tanto sufre ha de haber cometido algún gran pecado que, humillado, debe confesar a Dios. Pero esta conclusión es falsa. El patriarca ha sido siempre un hombre íntegro, piadoso, compasivo, intachable.
Job no entiende el porqué de su calamidad. Los amigos no supieron ser humanos. Fracasaron en su deseo de consolar al atormentado por el dolor físico y por el misterio de su relación con Dios. Los tres se proponen ser defensores de Dios y se convierten en cómplices de Satanás, el acusador. Carentes de compasión y verdadera sabiduría, caen en la incomprensión, la arrogancia y la intolerancia más detestables. Con esas características mal podían consolar a un hombre tan dolorido y desconcertado como el «varón de Uz».     Nada entendían de los efectos devastadores que en el estado de ánimo suele producir el dolor prolongado:
·         Escepticismo. Sólo se ven los aspectos sombríos de la vida (Job. 3; Job. 7:1-10).
·         Fatalismo. Job se ve acorralado, confundido, como gran derrotado. Y se abandona al desaliento. Está convencido de que se halla envuelto en la red de un destino adverso. Lo peor de todo: tras ese destino está la voluntad soberana de Dios. Es Dios mismo quien le acosa. ¿Llegará a destruirle? A esos extremos puede inducir un sufrimiento agudo, prolongado e incomprendido.
·         Depresión. La vida pierde su sentido; se desvanece toda ilusión. Con frecuencia se llega incluso a desear la muerte, como señaló Job en capítulo 3. La vida se ve como una gran frustración sin sentido. Pero esa situación de sombría y dolorosa incertidumbre no es inevitable. El creyente, pese a sus dudas, puede tener reacciones maravillosas Sabía que en su justicia, tarde o temprano, Dios le daría la razón, lo justificaría y lo restauraría a una vida apacible y luminosa. A este respecto son admirables las palabras del patriarca en el capítulo 19 del libro:   (Job. 19:25-27).   «Yo sé que mi Redentor vive...»     La eficacia de la labor pastoral ante el sufrimiento
  • Auténtica simpatía, o, mejor aún, empatía, participación afectiva en la realidad del que padece (llorar con los que lloran).
  • Teología equilibrada. Los amigos de Job fracasaron porque en su teología sólo cabía la ley de la siembra y la siega. Job cosecha sufrimiento porque antes ha sembrado pecado. Esta doctrina pierde de vista que ese principio en muchos casos no se cumple. Un estudio equilibrado del sufrimiento a la luz de la Biblia nos muestra que el sufrimiento puede tener otras causas y diferentes finalidades.
  • Una faceta importante de la cuestión la hallamos en la experiencia del Cristo sufriente. Si estamos en comunión con Cristo, difícilmente estaremos del todo exentos de pruebas y dolorosas tribulaciones. Por otro lado, es en los días de padecimiento que disfrutamos de la gracia consoladora de Dios. Sólo en la noche cerrada vemos lo maravilloso de una noche estrellada.
  • Comunicación auténtica. El gran problema muchas veces es que no se sabe escuchar, con lo que el diálogo efectivo resulta imposible.   Si no se sabe escuchar, menos se sabe hablar «palabra en proporción» (Is. 50:4). La comunicación en la relación pastor-persona que sufre es diálogo, nunca puede ser sermón.
  • Oración. Solo Dios puede iluminar con efectividad al atribulado. Sólo él tiene capacidad para restaurar al abatido por el dolor y la confusión de ideas.
En un mundo plagado de sufrimientos, son benditos quienes administran la consolación y la gracia reparadora de Dios. En el ejercicio de ese ministerio, dos bendiciones se hacen manifiestas: el bien que el consolador hace y el bien que recibe.
Para alcanzar esa nivel espiritual, nada nos ayudará tanto como la segunda bienaventuranza expresada por el Señor Jesús en el Sermón del Monte:   Mt. 5:4      «Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación»
También recordemos el poder de la oración intercesora
Un profeta que jugó un papel trascendental en la historia de Israel, asumió el papel de intercesor cuando fue a la presencia de Dios en oración para pedir misericordia para su pueblo. Daniel, quien entra en escena como un joven deportado hasta Babilonia y quien llegó a ocupar cargos de relevancia en la corte real, clamó delante del Señor tras leer las profecías de Jeremías respecto a Jerusalén.
El relato de Daniel, presenta varios aspectos que vale la pena resaltar para edificación de hombres y mujeres que han asumido su compromiso de intercesores.

DANIEL.1:1-19   1En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió. 2Y el Señor entregó en sus manos a Joacim rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; y los trajo a tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en la casa del tesoro de su dios. 3Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes,
4muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos. 5Y les señaló el rey ración para cada día, de la provisión de la comida del rey, y del vino que él bebía; y que los criase tres años, para que al fin de ellos se presentasen delante del rey. 6Entre éstos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de los hijos de Judá. 7A éstos el jefe de los eunucos puso nombres: puso a Daniel, Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed-nego.
8Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse. 9Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos; 10y dijo el jefe de los eunucos a Daniel: Temo a mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él vea vuestros rostros más pálidos que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis para con el rey mi cabeza. 11Entonces dijo Daniel a Melsar, que estaba puesto por el jefe de los eunucos sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías: 12Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber. 13Compara luego nuestros rostros con los rostros de los muchachos que comen de la ración de la comida del rey, y haz después con tus siervos según veas. 14Consintió, pues, con ellos en esto, y probó con ellos diez días. 15Y al cabo de los diez días pareció el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey. 16Así, pues, Melsar se llevaba la porción de la comida de ellos y el vino que habían de beber, y les daba legumbres.
17A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños. 18Pasados, pues, los días al fin de los cuales había dicho el rey que los trajesen, el jefe de los eunucos los trajo delante de Nabucodonosor. 19Y el rey habló con ellos, y no fueron hallados entre todos ellos otros como Daniel, Ananías, Misael y Azarías; así, pues, estuvieron delante del rey.

La intercesión constituye un período específico de oración
Cuando nos disponemos a interceder por alguien o por un grupo de personas en particular, el primer elemento a considerar es la necesidad de destinar un tiempo específico para orientarlo sosegadamente a la oración, tal como hizo el protagonista del relato bíblico. El escribe:           “Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.”(versículo 3).
Es lo que además, estamos llamados a hacer cuando atravesamos períodos de crisis, incertidumbre y también, de gozo.
La oración de intercesión confiesa los pecados
Daniel relata “Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande... hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra.”    (versículo 4-6).
Observe que Daniel no fue quien pecó, pero para romper ataduras del pasado y buscar el favor de Dios, asumió como intercesor la responsabilidad por el pecado del pueblo. Paralelamente el profeta reconoció el poder de Dios, en un acto de humildad y honra que es el mismo que debiéramos asumir. Así lo podemos leer desde el versículo siete hasta el diez.
La oración de intercesión recuerda la fidelidad de Dios
Conservo con mucho aprecio el anillo de matrimonio, al igual que usted. ¿La razón? Cuando la vemos recordamos una vida al lado de alguien con que Dios nos ha premiado. Es un motivo para evocar buenos momentos al lado de quien nos acompaña.
Pensaba en esto al leer en Daniel la evocación que hace de los buenos momentos en los que el Supremo Hacedor testimonio su fidelidad para con su pueblo. El oró diciendo:
“Ahora pues, Señor Dios nuestro, que sacaste tu pueblo de la tierra de Egipto con mano poderosa, y te hiciste renombre cual lo tienes hoy; hemos pecado, hemos hecho impíamente.
Oh Señor, conforme a todos tus actos de justicia, apártese ahora tu ira y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalén, tu santo monte; porque a causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos en derredor nuestro.”(versículos 15, 16).
El Dios que ha estado con nosotros en los períodos de crisis, es el que nos acompaña hoy y quien está atento a nuestras necesidades, y las del pueblo que representamos, para venir en pronto auxilio.
La oración de intercesión clama la misericordia de Dios
El pasaje bíblico que leemos concluye con la solicitud que lidera Daniel para que Dios, además de escuchar los ruegos, manifieste su misericordia con el pueblo de Israel y en particular, con Jerusalén.
El protagonista de este relato clamó al Creador:”   
Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos... abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.”(versículos 17 al 19).
Podemos tener la certeza de que, cuando oramos, la respuesta del Señor no se deja esperar.
Si quizá usted es un intercesor, tenga el pleno convencimiento de que su papel es fundamental porque es tanto como colocarse en la brecha por su vida, la de sus familiares, amigos, conocidos, quizá su ciudad o su país, y esas oraciones, tocan el corazón de Dios.
Dios les bendiga abundantemente en Cristo.

lunes, 23 de mayo de 2016

Del Libro "Luz a través de una ventana Oriental"

Traducción al español por Juan Luis Molina
Con la colaboración de  Claudia Juárez G.

Capítulo 2


Un asunto muy importante en la estructura de la vida en el Oriente es el pacto de sal. Encontramos este pacto mencionado en el Antiguo Testamento (Números 18:19):
Todas las ofrendas elevadas  de las cosas santas, que los hijos de Israel ofrecieren a Jehová, las he dado para ti, y para tus hijos y para tus hijas contigo, por estatuto perpetuo; pacto de sal perpetuo es delante de Jehová para ti y para tu descendencia contigo.
Y de nuevo (2ª Crónicas 13:5):
¿No sabéis vosotros que Jehová Dios de Israel dio el reino a David sobre Israel para siempre, a él y a sus hijos, bajo pacto de sal?

¿Qué es el pacto de sal? En el Oriente, el tomar la sal es una garantía, una promesa de fidelidad. Si yo voy a tu casa y como contigo una comida que haya sido sazonada con sal, ya no podré nunca traicionarte o hacerte daño alguno. Incluso aunque se diera el caso de que hayas cometido un crimen y se me pida que testifique contra ti, yo no podré hacerlo una vez que haya comido de tu sal. Tal vez pueda intentar persuadirte para que hagas lo que es correcto, pero sería capaz de dejarme matar antes que quebrar el pacto de sal. De hecho, si lo hago, la pena que me espera es la muerte.
Las personas han llegado a decirme: “¿Qué tiene que ver con nosotros los cristianos esto del pacto de sal? ¡Eso suena como una costumbre pagana! Es cierto que es una costumbre oriental, pero no necesariamente pagana, porque encontramos referencias suyas también en el Nuevo Testamento.
En Mateo 5:13 encontramos a Jesús diciendo, “Vosotros sois la sal de la tierra, pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.”
En el Oriente, nosotros no solo tenemos disponible la sal de la forma que vosotros la tenéis en América. Nuestra sal también se consigue en recipientes de piedra con diez a quince kilos de una vez. Estos recipientes se encuentran sobre el suelo de la cocina, y la sal es parecida a una roca marrón. La boca del recipiente se tapa con una losa de piedra. Todas las mañanas el suelo de la cocina es lavado con agua, y en el transcurso del tiempo, el fondo del recipiente llega a estar empapado con agua, así que muchas veces la sal que se encuentra en el fondo de la vasija pierde su salinidad. Con el tiempo y por el uso de la sal se llega a esa parte que ha perdido su sabor, y ese resto simplemente se tira a la calle y es pisada por los hombres.
La persona que abandona la adoración apropiada de Dios es como la sal en el fondo de aquella vasija: presa por el yugo del materialismo desde la cabeza, y lavada y aguada hasta los pies por el moho de la “iglesianismo” en lugares donde el evangelio no se predica. Vamos, por tanto, a tener cuidado para que no hagamos parte de aquella sal que se encuentra en el fondo de la vasija, para que no seamos echados a la calle y ser hollados por los hombres. Los cristianos que han perdido su salinidad llegan a ser verdaderamente pisados por los pies del mundo, y no hay persona más criticada que aquella que profesa ser cristiano y se comporta de otro modo.
En Marcos 9:49-50 Jesús vuelve a referirse a la sal:
Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal.
Buena es la sal; más si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros.

Y Pablo escribió (Colosenses 4:6):
Sea siempre vuestra palabra con gracia, sazonada con sal, para que sepáis como debéis responder a cada uno.

Un ejemplo muy interesante acerca de la realización del pacto de sal en el Antiguo Testamento se encuentra en Jueces 4:17-21. Los occidentales no solo no se dan cuenta de que el pacto de sal se realiza y está presente en este relato, sino que además sin saberlo no pueden entender el pasaje completo. Esta es la historia de la batalla que tuvo lugar entre Sísara y Barak:

Y Sísara huyó a pie a la tienda de Jael mujer de Heber ceneo; porque había paz entre Jabín rey de Hazor y la casa de Heber ceneo.
Y saliendo Jael a recibir a Sísara, le dijo: Ven, señor mío, ven a mí, no tengas temor. Y él vino a ella a la tienda, y ella le cubrió con una manta.

Este es el primero de los pactos que Jael hizo con él. Cuando se recibe un convidado y se le tiende una manta –esta es parecida a los mantones que las mujeres americanas visten-  significa que la protección de la casa se encuentra sobre él. En Génesis 19:7-8, cuando Lot acogió en su casa a los dos ángeles en Sodoma, y los hombres de la ciudad vinieron y le demandaron que se los entregase en sus manos, Lot les dijo:
Os ruego hermanos míos que no hagáis tal maldad. He aquí ahora yo tengo dos hijas que no han conocido varón; os las sacaré fuera, y haced de ellas como bien os pareciere; solamente que ha estos varones no hagáis nada, pues que vinieron a la sombra de mi tejado.

Que cosa tan terrible, ofrecer de esa manera a las dos hijas en vez de a los convidados, pero este es el precio que un oriental está dispuesto a pagar para honrar la integridad de sus labios; cuando un convidado se encuentre bajo la sombra de su tejado, debe ser protegidos cueste lo que cueste.
Esta es la naturaleza del primer pacto de Jael con Sísara.

Y él le dijo: Te ruego me des de beber un poco de agua, pues tengo sed. Y ella abrió un odre de leche y le dio de beber, y le volvió a cubrir.

Este es el versículo donde se encuentra inherente el pacto de sal. ¿Te das cuenta? Es que la leche que se guardaba en un odre dentro de una tienda no podría ser leche dulce como la guardamos nosotros en el frigorífico en América. Tenía que ser leche batida, preparada con sal para preservarla en su conservación dentro del odre. Si lo piensas, verás que Sísara lo que le pide es agua. Jael podría haberle dado a Sísara simplemente agua, pero en vez de eso le dio leche. Así pues, lo que hizo fue hacer un pacto de sal prometiéndole así que nunca le traicionaría.

Y él le dijo: Estate a la puerta de la tienda; y si alguien viniere, y te preguntare, diciendo: ¿Hay aquí alguno? Tú responderás que no.

Este es otro acuerdo entre los dos, la promesa de que Jael mentirá si alguien viniese preguntando por él.

Pero Jael mujer de Heber tomó una estaca de la tienda y poniendo un mazo en su mano, se le acercó calladamente y le metió la estaca por las sienes, y la enclavó en la tierra, pues él estaba cargado de sueño y cansado; y así murió.

Este versículo parece que vuelca de patas arriba toda la situación. Los estudiantes bíblicos occidentales, sin entender nada, se horrorizan pensando que Jael hiciese tal cosa. Pero sigamos leyendo un poco más adelante (Jueces 4:22):

Y siguiendo Barac a Sísara, Jael salió a recibirlo, y le dijo: Ven, y te mostraré al varón que tú buscas. Y él entró donde ella estaba, y he aquí Sísara yacía muerto con la estaca en la sien.

La clave aquí se encuentra en “donde ella estaba”. Donde ella estaba era en la parte privada de “su tienda.” ¿Lo ves?, en el Oriente, todos los lugares donde se habita tienen un sitio apartado y privado para las mujeres que se encuentra separado de la mayor parte de la casa. Este espacio es inviolable; ni tan siquiera la policía puede violar la privacidad de este sitio de las mujeres. Guerras muy sangrientas se han dado a causa de esto. Aun en el caso de una tienda, como la que compartían Jael y su esposo, debía haber un lugar apartado y dividido por un velo sólo para ella. En esa parte de la tienda, por tanto, le sería muy fácil al fugitivo dormirse sin ser detectado, para tener una garantía más de protección en la parte secreta de la tienda de ella.
Sísara es lo que debe haber pensado, porque dice que Barak entró donde ella estaba (su morada privada). Cuando Jael al principio convidó a Sísara a la tienda, sin duda alguna que lo llevó a la parte de la tienda de los hombres, para que descansase allí, lo cubrió con el manto, y le dio leche salada. Pero posteriormente vemos que penetró en la parte que habitaba  (de ella) en esa tienda y con la estaca en sus sienes. Realmente, se buscó su propia desgracia cuando se introdujo en el aposento de la mujer, porque la pena que se sufre por eso es la muerte.
La estaca en la sien también tiene su significado en la manera de pensar Oriental. Si Jael simplemente hubiese querido matarlo, ella podría haber escogido un buen número de maneras de hacerlo. ¿Por qué entonces con una estaca en sus sienes? Porque lo que ella estaba atacando era su incredulidad. Él no creyó en todos los pactos que habían hecho juntos. Ella le horadó con la estaca las sienes, donde la incredulidad residía. Por eso murió. Su incredulidad lo mató.
Igual que Sísara, también nosotros hemos recibido un pacto de sal; el nuestro es de Dios. Nosotros tenemos la palabra de Dios de que jamás nos abandonará; que suplirá todas nuestras necesidades de acuerdo a Sus riquezas en gloria. Si no creemos esto, y desechamos la seguridad de la palabra de Dios; si no creemos en los pactos que ha hecho Dios con nosotros, entonces nosotros, al igual que Sísara, estaremos muertos en incredulidad.
Como prueba de que la acción de Jael se encontraba justificada, observe el capítulo siguiente en Jueces 5:24-25:

Bendita sea entre las mujeres Jael. Mujer de Heber ceneo; sobre las mujeres sea bendita en la tienda.
Él pidió agua y ella le dio leche; en tazón de nobles le presentó crema… (etc.)

Esta es una indicación posterior de que hasta loores recibió Jael por haberle matado. Anteriormente en el capítulo cuarto, el Señor señaló que Sísara sería destruido en la batalla; Jael fue meramente el instrumento en las manos de Dios para que se cumpliese este propósito.
Los occidentales se quedan confusos cuando leen en la Biblia que la mujer de Lot se volvió una estatua de sal cuando desobedeció a Dios y se volvió para mirar la destrucción de Sodoma (Génesis 19:26).
Los orientales, sin embargo, comprenden inmediatamente que ella se convirtió en un monumento de su desobediencia.
El pacto de sal todavía se lleva a cabo en los días de hoy en el oriente. Suponte que tú eres el propietario de un rebaño con 500 ovejas, y que un hombre se te acerca para comprártelas. Él te paga 300 dólares y te dice que te pagará los 800 restantes en el plazo de un mes. Si él pretendiese firmarte algún documento equivalente a los 800 dólares tú nunca estarías plenamente seguro de que no fuese a traicionar el acuerdo que hizo contigo. Pero si él hace contigo un pacto de sal, no puede haber la menor duda de que recibirás los 800 dólares. Éste hombre, además, le hará prometer al hijo mayor que si alguna cosa le sucediese antes de que llegue el tiempo para pagar, el hijo pagará la deuda.
Otro ejemplo, suponte que tú estás viajando por Oriente Medio y que te encuentras muy lejos de la ciudad cuando cae la noche. Tú te acercas a una tienda, y lo más probable es que el ocupante de la tienda sea uno que se sustenta robando por los caminos, una vez que esta gente acampa fuera y lejos de las demás personas. Tú puedes acercarte a la tienda y decirle al hombre: “Yo soy americano; no he conseguido llegar a la ciudad antes de que anocheciera y me he perdido en el camino, y desearía saber si puedo quedarme contigo para pasar la noche.”
Y él te dice, “¿Pero, no sabes tú que yo soy un ladrón? ¿Será que quieres pasar la noche con un ladrón?
Si tú conoces este procedimiento, entonces debes decirle: “Sí, pero haré contigo un pacto de sal para mi protección.”
Él entonces se inclinará con un saludo y dirá: “Ven, bendito del Señor,” Te hará un asiento en su tienda, probablemente en el suelo, y añadirá: “¿Cuánto dinero tienes?”
Le sacarás tu dinero y le permitirás que lo cuente. “Mil dólares,” concluye él, y pondrá el dinero en su bolsillo.
Entonces te pondrá en frente alguna comida que haya sido previamente sazonada con sal, como aceitunas o algún trozo de carne seca, y comiéndola juntos realizarán el pacto de sal entre ambos.
Ahora te puedes ir a dormir descansado, en la cama que te provea, pero éste ladrón no dormirá mientras que tú estés allí. Se colocará en la puerta de la tienda y permanecerá allí vigilante, y andará de un lado a otro con su arma en la mano, vigilando y protegiéndote mientras tú estés dormido. Por la mañana, te ofrecerá el desayuno que tenga con él, volverá a contar en tu presencia el dinero y te lo entregará, y te llevará protegiéndote hasta el lugar donde quieras ir. No te cobrará nada por sus servicios, porque todo lo ha hecho como un servicio para Dios.
Yo muchas veces pienso que si un hombre que sea ladrón, sin educación y ni tan siquiera cristiano puede ser tan honorable por practicar el pacto de sal, que nosotros entonces podemos ser más fieles y verdaderos para Dios que él. Nosotros debíamos ser la sal de la tierra, aquellos en quienes Dios pueda confiar. Y nuestras palabras sazonadas con sal, para que los demás puedan saber que estamos viviendo verdaderamente nuestra fe. Este es uno de nuestros problemas hoy en día: las personas tienen problemas a la hora de distinguir entre cristianos y no cristianos. Nosotros deberíamos a través de nuestra vida ser un testimonio para que otros puedan ser ganados para Cristo.
Otro ejemplo bíblico de la quiebra del pacto de sal es el caso de la traición de Judas hacia nuestro Señor (Marcos 14:18-20):

Y cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo Jesús: De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar.
Entonces ellos comenzaron a entristecerse, y a decirle uno por uno: ¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo?
Él, respondiendo, les dijo: Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato.

Judas estaba comiendo del mismo plato que nuestro bendito Señor, comiendo su sal; y al mismo tiempo, como astuto malhechor que era, estaba planeando traicionarle. A ningún oriental le sorprende que se quitase la vida posteriormente; porque como ya hemos dicho, la pena por quebrar el pacto de sal es la muerte y si Judas no lo hubiese hecho por sí mismo, ¡algún otro se hubiese encargado de hacerlo por él!
Diariamente comemos la sal de Dios, porque trabajamos y comemos por la gracia de Dios, pero algunos de nosotros le deshonramos por no guardar nuestra palabra de compromiso con Él. Yo digo muchas veces que hay más grandes ladrones y mentirosos dentro de la iglesia que fuera de ella; porque los que son de fuera se engañan unos a otros; pero los que se encuentran en su interior, le mienten a Dios. Hasta le cantan mentiras a Dios. Yo me acuerdo de una vez en Inglaterra que estaba sentado al lado de una joven cuando pasó el cesto de las ofrendas. Ella le dijo a su marido: “Dame seis peniques, querido; porque yo solo tengo billetes en el monedero.”
Al mismo tiempo ella estaba cantando:

“Toma mi oro y mi plata
Ni un poquito me guardaré.”

Pero todos los que actúan así son mentirosos, cuando cantan así y ofrendan solo monedas de poco valor. Si ellos estuviesen salados, pondrían en las ofrendas todos los billetes de valor que tuviesen en el monedero, no las monedas sobrantes. Todo no pasa de ser palabras sin acción. No os engañéis; Dios no puede ser burlado. “Mi espíritu no contenderá para siempre con el hombre,” dijo el Señor. ¡Se debe solo a la gracia de Dios que cualquiera de nosotros esté todavía vivo, después de todas las mentiras que Le hemos dicho ya!
En el primer capítulo mencionamos que el novio y la novia también hicieron el pacto de sal cuando repetían sus votos de compromiso. Esta es la razón de por qué hay tan pocos o ningunos divorcios entre las altas casta hindús en mi país. Siempre que un marido sea tentado a desconfiar de su mujer; o la mujer a censurar a su marido, ellos se acuerdan de su pacto de sal, y se comportan de la manera que establecieron de común acuerdo.
Una vez, mientras estaba predicando acerca de este tema en una iglesia Presbiteriana en Detroit, la gente se acercó y me dijo, “Bishop, ¿por qué no nos administra el pacto de sal  a nosotros?”

Yo les dije que estaría encantado de hacerlo. Ellos se acercaron al altar y cada uno tomó una pizca de sal en su lengua y prometió hacer cualquier cosa que Dios requiriese de ellos: a diezmar de sus bienes, a establecer un local de adoración en sus casas para las devociones diarias, a estar firmes con su pastor como debían, y todas esas cosas. Fue una ocasión solemne que nos afectó profundamente, y fue una bendición para mí haber podido participar en su nueva dedicación a Dios.     

miércoles, 11 de mayo de 2016

80  -  LA ANSIEDAD.

¿Ser ansioso o estar afanado?

«Y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación (ansiedad) por todas las iglesias» (2 Co. 11:28)
«Por nada estéis afanosos....» (Fil. 4:6)
La ansiedad es uno de los problemas emocionales más frecuentes de nuestros días en los países desarrollados. Se calcula que hasta un 20% de personas sufre alguna forma de ansiedad patológica que requiere tratamiento: fobias, trastornos de pánico, ansiedad generalizada en forma de inseguridad y aprensión constantes, síntomas físicos como mareos, ahogos, dolores de cabeza, etc. ¿Cómo se explica este incremento tan notable en una sociedad -la occidental- que ha alcanzado unas altas cotas de progreso técnico y de riqueza? ¿No es una paradoja que el incremento del bienestar material tenga la ansiedad como sorprendente «compañera de viaje»?

Las causas de la ansiedad

Lo cierto es que vivimos en un mundo de contradicciones: el llamado «estado del bienestar» cubre muchas necesidades sociales básicas, desde la asistencia sanitaria hasta la jubilación, pasando por subsidios de invalidez, paro, etc. Sin duda, esto es un gran avance y debemos aplaudir los esfuerzos de los gobiernos por proteger, en especial, a los más débiles. Sin embargo la realidad es obstinada: cuanto más tenemos, más parece aumentar la ansiedad. ¿Será verdad, como alguien ha dicho, que la ansiedad es mayor cuando tenemos mucho que perder?

Los factores sociales, sin duda influyen. Sin embargo, a nuestro entender, la clave no radica tanto en una sociedad mejor -a lo cual no renunciamos- como en prevenir muchas de las situaciones generadoras de ansiedad. Para ello no basta con un «mundo mejor», sino que es necesario un «hombre nuevo».
La comprensión plena de la ansiedad requiere ir más allá de lo social a lo personal. El problema de muchas personas hoy no es sólo el miedo a perder algo o alguien, sino que ya lo han perdido.
Un porcentaje alto de trastornos de ansiedad está causado por relaciones rotas, divorcios, problemas familiares, muros de separación entre personas que antes se amaban... La fragilidad de las relaciones personales, la crisis descomunal de fidelidad y compromiso y el individualismo actúan como una poderosa fuente de ansiedad. ¿Por qué? Eliminan de raíz su antídoto por excelencia que es la seguridad personal y que se origina en el sentido de pertenencia mutua, de arraigo comunitario y de significado en la vida. Su ausencia pone en marcha un proceso de incertidumbre y de inseguridad en cuanto al futuro que desemboca finalmente en estados de ansiedad patológica.
No obstante, la enseñanza bíblica nos lleva un paso más allá. A los factores sociales y personales necesitamos añadir un tercer elemento generador de ansiedad. La sensación de seguridad existencial y de una vida con sentido proviene, en último término, de la relación personal con Dios. Cuando ésta se rompe, el ser humano experimenta miedo.
El relato de Génesis nos describe este hecho de forma bien elocuente. ¿Cuándo aparece por primera vez el miedo en la Historia? Justo después de que Adán y Eva han decidido independizarse de Dios:
«...oí tu voz en el huerto y tuve miedo....y me escondí» (Gn. 3:10).
Antes de la Caída, cuando el hombre vivía en una relación armónica y cercana con su Creador, no existía la noción de ansiedad. Ésta aparece tan pronto como el Pecado aleja al ser humano de Dios. Por esta razón, una respuesta adecuada al problema de la ansiedad implica restaurar la relación personal con el Dios creador, fuente de seguridad porque    «en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos» (Is. 26:4).

Entendiendo el significado de la ansiedad

La ansiedad no siempre es patológica. De hecho, hay un tipo de ansiedad que actúa como un valioso estímulo en la vida porque nos motiva. Es la fuerza que nos impulsa a ocuparnos adecuadamente de personas o situaciones que lo requieren. Un ejemplo de esta preocupación positiva lo tenemos en la actitud de Pablo por las iglesias en el versículo citado de 2 Co. 11:28. La palabra usada aquí -merimna- es la misma que Jesús utiliza en Mt. 6:25 para condenar cierto tipo de ansiedad, lo cual nos demuestra que el problema no está en la ansiedad en sí misma, sino en su contenido -el qué nos preocupa- y en las actitudes que la rodean.
En su sentido positivo, la ansiedad es una fuerza que nos lleva a tomar decisiones y dar pasos necesarios para afrontar mejor cualquier problema. Hasta aquí podemos hablar del valor adaptativo de la ansiedad, la «ansiedad buena» que es una herramienta necesaria para la vida misma.
Sin embargo, una cosa es ocuparse y otra preocuparse. La ansiedad en su sentido más popular conlleva la idea de una preocupación excesiva por el futuro, cercana al miedo, que puede erosionar y hasta paralizar la capacidad de lucha: «Qué me va a ocurrir? ¿Qué será de mi vida? ¿Cómo evolucionará esta enfermedad? ¿Podré trabajar?
¿Ganaré lo suficiente para sostener a mi familia?. Un sinfín de incertidumbres pueden planear sobre nuestra mente en algún momento de la vida.
La inseguridad y el miedo dominan los pensamientos en un círculo vicioso del que no sabemos salir. Es como si el mundo se nos viniese encima y nos aplastara. No olvidemos que la palabra ansiedad -o su sinónima angustia- proviene de una raíz etimológica que significa estrechez, desfiladero, algo que ahoga u oprime. Hemos de combatir este tipo de ansiedad porque es suele actuar como un lastre en la vida.

Ansiedad buena y ansiedad mala: Ser ansioso versus estar afanoso

Es importante tener clara la enseñanza bíblica sobre la ansiedad. Con frecuencia, conceptos erróneos son fuente de sentimientos de culpa injustos. Debemos trazar una distinción entre ser ansioso y estar afanoso (afanarse). La diferencia es clara no sólo desde el punto de vista semántico, son vocablos diferentes, sino también conceptual, reflejan realidades distintas. Veámoslo:

El carácter ansioso. Ansiedad psíquica.

Se trata de una forma de ser, un carácter, con una clara base genética. Suele transmitirse de padres a hijos tanto por herencia como por aprendizaje («contagio» emocional al observar las conductas ansiosas de los padres).
Son personas que se preocupan desmedidamente por todo. Anticipan los acontecimientos de forma pesimista y exagerada. Siempre piensan lo peor. Su mente está llena de malos presagios; son especialistas en «terribilizar», es decir imaginan siempre lo más terrible.
Nunca pueden relajarse totalmente porque cuando han resuelto una preocupación ya están pensando en la siguiente. Viven sin tregua, de tal forma que raramente viven tranquilos.
El carácter ansioso es un problema psicológico que puede mejorar con ciertas técnicas. La terapia cognitiva, por ejemplo, que consiste en enseñar a pensar de forma más positiva, suele ser de ayuda. Este tipo de ansiedad, en sí misma, no es un pecado porque no es incompatible con la confianza en Dios. Jacob, David, Jeremías y otros hombres de gran fe pasaron por momentos de mucha ansiedad, pero en medio de sus angustias siguieron confiando en Dios de forma admirable. Como dijo David,        «Mas el día que temo, yo en ti confío» (Sal. 56:3).

«No os afanéis por el día de mañana». La ansiedad existencial.

A diferencia de la anterior, se trata de una reacción de desconfianza ante el futuro, en especial en los aspectos más esenciales de la vida: comida, salud, abrigo, tal como Jesús señala en el Sermón del Monte (Mt. 6:25-31). El verbo merimnao aparece hasta cuatro veces en el texto y da la idea de estar muy preocupado, abrumado, hasta el punto de generar inquietud, desasosiego. Es la misma palabra que Jesús utiliza para reprochar a Marta su actitud: «...afanada y turbada estás».
Este tipo de ansiedad es claramente condenada en la Biblia porque en su base hay una falta de confianza en la provisión de Dios.
Implica, en la práctica, negar dos atributos básicos del carácter divino: su fidelidad y su providencia. Es hacer a Dios pequeño, convertir al Todopoderoso en un «dios de bolsillo». Si lo anterior era más un problema psicológico que requería tratamiento, la ansiedad existencial -el estar afanoso- es un pecado que requiere arrepentimiento.
Su mejor tratamiento radica en poder exclamar como el salmista con plena certeza: «Mas yo en ti confío, oh Dios, en tu mano están mis tiempos» (Sal. 31:14-15).
No podemos concluir sin mencionar el antídoto por excelencia a esta ansiedad existencial: la oración. El apóstol Pablo nos ha legado uno de los pasajes más luminosos sobre el tema en Fil. 4:6-7:
«Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante del Dios y Padre en toda oración y ruego, con acción de gracias»
Este ejercicio espiritual combate la causa última de la ansiedad descrita al principio: la separación de Dios. Cuanto más aprendemos a desarrollar un sentido constante de la presencia de Dios en nuestra vida -esto significa la expresión «orar sin cesar»- tanto más vamos a experimentar el bálsamo terapéutico de la paz de Dios. Pablo lo describe con tal fuerza que sobra cualquier comentario:
«Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús».





Autor: Anónimo.

martes, 10 de mayo de 2016

79  -  ¿Es posible vivir con paz interior en medio de los problemas de la vida?
Mateo 6:25-34  “Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, que habéis de comer o que habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, que habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿Por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, como crecen; no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aún Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.”

Estas palabras de Jesús a sus discípulos tiene para nosotros hoy también un gran significado. Aquí Jesús está aconsejando a los suyos a enfrentar las preocupaciones y ansiedades de la vida cotidiana. La frase que resalta en estos pasajes es “no os afanéis”, es decir, no se preocupen.
Las preocupaciones de las cuales Jesús menciona son las básicas de la vida. Toda persona necesita para vivir normalmente comer, beber y vestir (ropa, casa, auto). Cuando alguna o todas ellas escasean, o faltan, se origina la preocupación y la ansiedad. En nuestro lenguaje cotidiano la frase de Jesús “no os afanéis” significa “no se llenen de estrés”. Nos llenamos de estrés cuando vemos a nuestra actual necesidad como algo continuo y no pasajero. Jesús aquí no niega que vendrán las preocupaciones o afanes (6:34) pero nos alerta acerca del problema que conlleva el llenarnos de tensión y estrés sin tener en cuenta que como creyentes, tenemos de nuestro lado al Señor para ayudarnos.
Todos los seres humanos nos preocupamos, pues es una reacción natural ante los problemas, pero Jesús en este pasaje nos anima a reaccionar espiritualmente para poder vivir sin estrés o tensión. Una cosa es vivir sobre las circunstancias y otra muy diferente es que las circunstancias vivan sobre nosotros.
Esta absolutamente comprobado que cuando las preocupaciones nos superan y nos llenamos de tensión o estrés, se origina una descompensación total (Espíritu-Alma-Cuerpo) en la vida del creyente: En el campo espiritual, nuestra fe se apaga y se enciende la incredulidad, la duda e intranquilidad; en el campo del alma, nuestra mente se fatiga y no funciona como debe, nuestros sentimientos se debilitan, originando una debilidad interior que nos hace rendir bajo las circunstancias; y en el campo físico, nuestro cuerpo se fatiga con cansancio extremo, bajan las defensas y se abren las puertas para la llegada de enfermedades e infecciones.
La clave para poder dominar la preocupación y no llenarnos de tensión o estrés es “mantener la calma” en medio de las necesidades y problemas. Es decir, se hace necesario aprender como conservar la paz interior. La pregunta que surge aquí es: ¿Cómo estar con paz interior cuando todo lo que nos rodea está convulsionado?
Existe otro pasaje del Nuevo Testamento, específicamente en las Epístolas, que habla también acerca del afanarse, preocuparse. 
Filipenses 4:6-7 dice lo siguiente:
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”
Aquí se detalla la receta para vivir sin estrés y tener la paz interior de Dios. Se nos exhorta a no estar afanosos, preocupados o llenos de estrés ¿Cómo lograrlo?: “ (estar) delante de Dios” La verdadera paz interior que necesitamos para poder sobrevivir en un mundo convulsionado y problemático viene cuando tenemos un encuentro diario con Dios.
Únicamente en ese “lugar” obtenemos la paz que necesitamos para no ceder ante las presiones estresantes de la vida.
Mateo 4:4 dice: “No sólo de pan el hombre vivirá, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”
Lo que Jesús aquí dice es que el hombre (y la mujer) que ama a Dios vivirá, cada día, de toda palabra que viene del Señor. No estamos hablando aquí de memorizar la Biblia ni de estudiarla, sino de recibir aquella Palabra fresca proveniente de Dios que habla a nuestra alma, cuando tenemos un encuentro diario y privado con el Señor a través de la oración y la meditación. Esta es la manera como el creyente en Cristo necesita vivir para vencer al estrés. Dios cada día quiere proveernos aliento especifico del cielo para que podamos vencer al estrés cotidiano que todos enfrentamos en mayor o menor grado.
Si queremos vivir en paz en medio de las preocupaciones diarias, necesitamos darnos cuenta que se hace indispensable tener cada día un tiempo a solas, en quietud, con el Señor.
A. Un tiempo de quietud y a solas con Dios, cada día, es vital para nuestra salud espiritual, ya sea que seamos recién convertidos o maduros espirituales 1Pedro 2:2;  desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación,  Hebreos 5:14  pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.
B. Un tiempo de quietud y a solas con Dios cada día, es vital para nuestra limpieza espiritual. Si bien somos limpiados inicialmente por la preciosa sangre de Cristo, al confesar nuestros pecados, también día a día somos limpios por la Palabra de Dios (Salmos 119:9;  ¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra.  Juan 15:3; Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.  Juan 17:17  Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.  
C. Un tiempo de quietud y a solas con Dios, cada día, es vital para recibir consejo espiritual. Nunca conoceremos los principios de verdad de la Palabra de Dios para aplicarlos a la vida cotidiana sin dejar que la Palabra de Dios habite en nosotros ampliamente. 
2Timoteo 3:16; Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, Salmos 73:24 Me has guiado según tu consejo,  Y después me recibirás en gloria.
D. Un tiempo de quietud y a solas con Dios, cada día, es vital para enfrentar nuestros conflictos espirituales. Es muy probable que Jesús, cuando fue atacado por el diablo en el desierto haya estado alimentando su alma con el libro de Deuteronomio a fin de vencer al enemigo con la Palabra. El Apóstol Pablo nos exhorta, como creyentes a tomar “…la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.” Efesios 6:17 Y tomad el yelmo de la salvación,(J) y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
Es importante destacar que tener un encuentro diario con Dios va mucho más allá que hacerlo por disciplina diaria u obligación religiosa. Necesitamos ver ese tiempo como un privilegio y un honor que el creyente tiene con su Señor.
Para establecer un encuentro diario con Dios en quietud, tenemos que armarnos del pensamiento de que no va a ser fácil. Vivimos en un mundo muy agitado, veloz, que quiere impedirnos hacer un alto para estar con el Señor. Es por eso que debemos saber que tenemos un precio que pagar pero que la recompensa será grande. Todo lo que cuesta, vale la pena. Es por eso que, sumado a los impedimentos naturales, el diablo de una manera feroz intentará de mil formas posibles robarnos el tiempo que queremos dedicarle a Dios. Es nuestra responsabilidad cuidarlo y no dejar que el enemigo nos robe ese tiempo vital. ¿Por qué nos ataca tanto el enemigo? El bien sabe que un cristiano que tiene un encuentro diario con su Dios, será un creyente victorioso y con paz interior. Ninguna presión exterior lo detendrá.
Existen algunos requisitos prácticos, específicos y necesarios para tener un encuentro productivo diario a solas con el Señor:
1.Se necesita definir un lugar específico y tiempo determinado donde encontrarnos con Dios. La mayoría de los creyentes no tienen esto muy en cuenta, pero debemos aprender del ejemplo del Señor Jesucristo que así lo hacía. Marcos 1:35  Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba. Mar 6:46  Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar;    
Lucas 5:16 Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba. Luc 6:12  En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.  etc.).
2. Obtenga una Biblia con un tamaño de letra fácil para leer.
3. Para orar, tenga un plan específico. Por ej. Cada día de la semana, dedicarlo para orar por algún motivo especial, como ser: Lunes por Liberación personal, familia, finanzas, salud; Martes por los problemas del mundo; Viernes por victoria personal, en la congregación, etc.; Sábado por Salud; Domingos orar por los demás que no conocen a Cristo y que he invitado a la reunión de la Iglesia, etc.
4. Tenga junto con su Biblia un anotador para escribir allí, lo que Dios le hablo a través de la Palabra leída. No es necesario escribir mucho, quizás alcance una sola palabra o frase para registrarla y saber cómo Dios le ha hablado.
Junto con todos los objetos tangibles, debemos asegurarnos de ir al encuentro personal con Dios con un sentido de expectativa, creyendo que algo bueno sucederá, y que el Señor nos hablará. Esta actitud de expectativa implica:
A. El factor físico Usted no puede acostarse muy tarde por la noche y pensar que estará fresco y bien despierto temprano a la mañana del día siguiente, preparado para escuchar al Señor. Un buen descanso nocturno ayuda para estar bien descansados por la mañana.
B. El factor moral El Salmos 66:18 dice: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado”. Cuando alguna cosa de nuestras vidas no está en línea o de acuerdo a lo que Dios quiere, no podemos en ese estado pretender tener comunión con Dios. Debemos escudriñarnos interiormente para que nada estorbe nuestro encuentro con el Señor.
C. El factor espiritual En Juan 7:17 leemos: “El que quiera (desee) hacer la voluntad, conocerá si la doctrina es de Dios…” Podemos conocer lo que Dios nos quiere enseñar si obedecemos. La obediencia y la revelación son como líneas paralelas. A medida que obedecemos recibimos mayor revelación y entendimiento de lo que el Señor quiere. Cuando dejamos de obedecer, la revelación cesa.
Muchas veces tenemos ciertas áreas donde no estamos obedeciendo. De allí la importancia de ponernos en línea en la voluntad de Dios. Existen áreas donde podemos estar obedeciendo y a la vez tener otras áreas donde existe desobediencia. Es importante tener esto en cuenta al presentarnos cada día para tener un encuentro con el Señor.
Hemos hablado acerca de las razones para tener un encuentro diario personal con Dios, hemos considerado los requisitos para tener este tiempo y ahora veremos algunas reglas sencillas que nos ayudarán a tener un encuentro con Dios bendecido:
1) La primera regla es esperar. Alguien dijo con razón que “el apuro es la muerte de la oración”. Por cierto, es posible obtener más provecho en cinco minutos de espera que en treinta minutos preocupados por el reloj. Manténgase callado en la Presencia de Dios, espere que la Gloria de Su Presencia venga sobre su vida. Busque la manera de concentrarse solo en el Señor, busque la limpieza de su alma, busque la iluminación del Espíritu Santo, busque conscientemente entrar en la presencia del Señor.
2) Una vez que ha esperado, comience a leer las Sagradas Escrituras. Lea la Palabra de Dios. Muchos creen conveniente, que primero debemos meditar en la Palabra, para recibir el consejo de Dios, y luego orar.
3) Lea una porción de la Biblia, no toda la Biblia. Tenga preparado de antemano un plan de lectura diaria si es necesario. Lea el mismo pasaje varias veces, al menos unas tres veces. Lea primero lo que la Palabra dice generalmente; luego lea lo que dice especialmente y tercero interprete lo que Dios le dice personalmente.
4) Luego de leer de esta manera, invierta algunos minutos para meditar en lo leído. Meditar es pensar detenidamente en lo que he leído. Pregúntele a Dios: - Señor, Esto que he leído ¿Es un mandamiento para obedecer o una promesa para reclamar?, ¿Es un pecado para eliminar de mi vida?; ¿Es acerca del Señor Jesús, del Espíritu Santo o una advertencia sobre un ataque del diablo? Hágase preguntas para saber y entender lo que ha leído.
5) De la meditación vaya un paso más, hacia la memorización. No me refiero aprender el pasaje de memoria sino registrar el pasaje bíblico que Dios me hablo en un anotador para saber el día en que Dios me dio dicho pasaje.
6) Ahora, habiendo recibido el consejo de Dios para ese día, comience a orar pidiéndole a Dios que le ayuda a practicar la Palabra recibida y que le de fuerzas del Espíritu para obedecer.
7) Luego adore al Señor. Comience con acciones de gracias y exaltando su poder y majestad. Bendiga su nombre por Su misericordia y bondad continua.
8) Luego pídale con fe y confianza, no sólo por usted mismo sino por los demás. Esa es la oración de intercesión.
9) Sobre todas las cosas, decida obedecer a Dios en todo momento. Pídale al Espíritu Santo que le de fuerzas para obedecer en todo momento y situación.
10) Luego durante el día, si tiene la oportunidad, comparta con otros lo que Dios le ha hablado primero, a través de Su Palabra. Muchas veces lo que Dios nos da sirve para bendecir a otros también.
Podemos vivir diariamente con verdadera paz interior, en medio de la preocupación y el estrés, ¡la que proviene de la presencia de Dios!

Isa 26:3  Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.

Isa 26:4  Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos.