miércoles, 9 de marzo de 2016

76 -  Una relación personal con Dios:  tiene muchas de las mismas características que distinguen una relación personal entre dos amigos. Estos factores incluyen cierto grado de:
•Reconocimiento mutuo: cada uno conoce al otro.
•Apertura mutua: cada uno puede acercarse al otro.
•Intereses mutuos: cada uno comparte con el otro.
•Respeto mutuo: cada uno honra al otro. Una relación personal significa más que saber de o acerca de alguien. Podríamos decir que conocemos al presidente de nuestro país. Pero, si el presidente no puede reconocernos en una multitud,  si no tenemos acceso a él, o si nunca hemos compartido nuestros pensamientos, sentimientos ni decisiones, estamos hablando de una amistad que en realidad no existe.

Una relación con Dios es similar. Si nuestra amistad es verdadera, vamos a darle la bienvenida a Dios en nuestras vidas. Nuestras acciones mostrarán que creemos que Él es la clase de persona que deseamos en nuestros hogares, en nuestros planes, en nuestras alegrías y en nuestras penas.
Una relación con Dios es más, pero no menos, que cualquier otra relación.

UNA RELACIÓN ESPIRITUAL
Hay quienes afirman haber visto a Dios, haberlo escuchado audiblemente, y haber sentido que los tocaba físicamente. Esas experiencias son posibles. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento se caracterizan por ese tipo de encuentros milagrosos que cambiaron la vida de algunos (Isaías 6:1-8).    Dios ha mostrado, a través de la Biblia, que es libre de revelarse a Sí mismo como Él quiera.
Sin embargo, esos encuentros sobrenaturales fueron la excepción y no la regla. Aunque profetas como Isaías, Moisés y Ezequiel tuvieron visiones de Dios que cambiaron sus vidas, no se pasaron el resto de su existencia enseñando a otros a tener experiencias similares.
Conocer a Dios no significa que hemos de verle visiblemente. No necesitamos esperar ver visiones ni tener sueños que transformen nuestra existencia. Podemos tener un encuentro con Dios con los ojos de nuestro entendimiento.
Puesto que Dios es el Espíritu todopoderoso y omnipresente, se puede revelar a un nivel más profundo que el de nuestros sentidos físicos.
 El Dios que hizo el mundo es más que capaz de revelar la verdad acerca de Sí mismo a cualquiera que desee conocerla para ponerla en práctica (Juan 7:17; Efesios 1:17-18). También puede ocultar la luz a aquellos que están más interesados en evitar la verdad que en encontrarla.

Escuchar a Dios no significa que tengamos que oírle audiblemente. Hay veces, cuando podríamos desear que Dios rompiese el silencio y susurrase algo en nuestros oídos. En cualquier  caso, no es necesario que haga eso. Si solo escuchamos silencio, es el impuesto por nosotros mismos.
Para los que quieren oír, a Dios se le puede escuchar constantemente a través de la sabiduría eterna de su Libro. Allí y a través de la naturaleza (Salmo 19:1-11), Él siempre nos está hablando.
Nuestro problema generalmente no es que Dios no hable, sino más bien que no queremos escuchar lo que Él ya ha dicho.

Por esa razón, tenemos que tomar muy en serio las palabras del autor del libro de Hebreos, quien escribió: «Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones como en la provocación…» (Hebreos 3:7-8).    Nuestra oportunidad de escucharle en cada página de la Biblia es un privilegio que conlleva un alto grado de responsabilidad.
El Dios que hizo el mundo puede ser visto y oído fácilmente por aquellos que honestamente desean conocerle. Estar cerca de Dios no tiene que ver con la ubicación. Es común pensar que hemos de asistir a la iglesia para encontrarnos con Dios. Eso tiene sentido. Nos encontramos con los amigos en lugares y a horas determinadas. No obstante, aunque Dios usa cultos y locales específicos, no está limitado a ellos. Promete encontrarse con nosotros en lugares del corazón. Desea que hagamos de nuestros corazones Su hogar.

Santiago reconoció esto cuando dijo: «Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros» (Santiago 4:8). No dice nada de hacia dónde ir. No nos dice que vayamos a la montaña más alta de nuestra región, ni al santuario del templo más solitario. Más bien, Santiago nos dice que nos humillemos ante el Señor (4:10). Nos da razones para creer que, dondequiera que lo hagamos, allí estará el Señor con nosotros.

David, compositor de canciones, rey y hombre con un corazón «conforme a Dios», nos muestra por qué es así. Profundamente humillado por la constante e inevitable presencia de Dios (Salmo 139:1-6), oró:   ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tu; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.
Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá alrededor de mí. Aun las tinieblas no encubren de ti […] Despierto, y aún estoy contigo
 (Salmo 139:7, 8, 11, 12 y 18).
La cercanía de Dios no es asunto de ubicación, sino de si tenemos lugar en nuestros corazones para Él.
Dios se encuentra a la corta distancia de un corazón humillado.
Conocer a Dios no es asunto de saberlo todo acerca de Él. Esta podría ser la declaración más modesta de todas. Solo la persona más  arrogante afirmaría haber entendido completamente a Dios. Conocer al Señor no es ser un perito en Dios. En el mejor de los casos, podemos exclamar junto con el apóstol Pablo:
Romanos 11:33-34. ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?

Dadas las limitaciones de esta vida, nuestras mentes apenas pueden comenzar a asir el significado de las palabras que describen a Dios, tales como: eterno, infinito, todopoderoso, omnisciente y omnipresente. No obstante, puesto que Él ha hecho que sea posible conocerle, podemos empezar un proceso de descubrimiento que no tendrá fin. Podemos conocer a Dios porque Él ha venido a nosotros, en nuestros términos, para invitarnos a Sí, en sus términos. 
Según testigos oculares de los Evangelios del Nuevo Testamento, Dios se nos reveló en una persona que caminaba sobre el agua, controlaba los cielos, sanaba manos secas, restauraba la visión y curaba llagas sangrantes. Alimentó a miles con una pequeña cantidad de comida, echaba fuera demonios, resucitaba muertos, amaba profundamente y enseñaba con sabiduría.
Los que se encuentren con Dios ahora tendrán toda la eternidad para conocerle.
Viviendo una vida sin pecado, cumplió las predicciones del Antiguo Testamento, afirmó ser el Mesías prometido, y sacrificó su propia vida para obtener el perdón de pecados para todos los que confiasen en Él. Fue esta persona, conocida desde entonces como Jesús el Mesías, quien dijo: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 14:9).
Por tanto, según la Biblia, una relación personal con Dios no es solo espiritual, sino que también es una relación Cristocéntrica.

UNA RELACIÓN CRISTOCÉNTRICA
Los mediadores desempeñan a menudo un papel importante en la resolución de disputas familiares, laborales y legales. Cuando las personas se irritan, se pierde la perspectiva, se detiene la comunicación y se da paso a la testarudez. En esos casos, un árbitro puede muchas veces aportar una perspectiva fresca y un plan de resolución.
El mediador máximo es Cristo. 
En ningún otro caso se necesita más un intermediario que al tratar de resolver el conflicto y la separación que existe entre el hombre y Dios. Nuestro pecado personal ha abierto un abismo tan profundo y ancho que es imposible que uno de nosotros pueda tener acceso a Dios por nuestra propia cuenta. Sin un mediador, nunca podremos superar la alienación del afecto y la interrupción de la comunicación que se ha producido entre nosotros.
Dios es, en cierta forma, como el padre (o la madre) que observa a su hijo fugitivo meterse en tantos problemas con la justicia como para perder toda esperanza.
Por más que el padre quiera abrazar al hijo y llevarlo de nuevo a casa, no puede. La ley tiene que cumplirse. Ha de hacerse justicia. Se ha contraído una deuda con la sociedad que debe pagarse y hay que hacer cumplir la ley. Para satisfacer esa necesidad, Cristo vino como mediador y pacificador entre nosotros y Dios (1 Timoteo 2:5).
No hay palabras para describir justamente la importancia del papel de mediador de Cristo. Sin su intervención a favor nuestro, nunca podríamos resolver nuestras diferencias con Dios (Juan 14:6). 
Sin el apremio de su amante Espíritu, nunca querríamos hacerlo. Jesús merece nuestro agradecimiento, admiración y afecto eternos. Cuando canceló nuestra deuda con la ley absorbiendo nuestro castigo, demostró ser un amigo sin igual. Cuando se levantó de entre los muertos para ser vida y ayuda a todos los que confiaran en Él, nos dio el fundamento de una esperanza imperecedera. Cuando subió a la diestra del Padre a interceder por nosotros y a ser nuestro abogado personal, aseguró que nos daría lo que nunca podría ofrecer la mera religión o un sistema de creencias. Él se ha dado a Sí mismo para ser la solución de nuestros problemas diarios, para revelarnos a Dios, y para guiarnos a una relación personal con su Padre.

El cristianismo es Cristo. Como bien lo señala W. H. Griffith Thomas en su libro en inglés del mismo título, este es el verdadero corazón de la fe cristiana. No hemos sido llamados a un sistema de leyes, tradiciones ni ideas inspiradoras.
No hemos sido llamados a la Iglesia, ni a una causa moral, ni a una regla de oro de amor cristiano. Ni siquiera hemos sido llamados a la Biblia. Hemos sido llamados a Cristo, la Persona mediadora de quien habla toda la Biblia.

El apóstol Pablo comprendió la necesidad de tener una relación con Dios Cristocéntrica. En 1 Corintios 1:1-9 expresó claramente que no estaba promoviendo un sistema de ideas. Estaba hablando de una relación con Dios basada en:
•Cristo, a quien servimos (v. 1).
•Cristo, quien santifica a los cristianos (v. 2). 
•Cristo, cuyo nombre invocan los cristianos (v. 2).
•Cristo, nuestro Señor (v. 2).
•Cristo, quien nos da gracia y paz (v. 3).
•Cristo, quien nos trajo la gracia de Dios (v. 4).
•Cristo, quien nos ha enriquecido en todas las cosas (v. 5).
•Cristo, quien ha sido confirmado por la experiencia (v. 6).
•Cristo, a quien esperamos ansiosamente (v. 7).
•Cristo, quien nos preservará hasta el fin (v. 8).
•Cristo, cuyo día vendrá (v. 8).
•Cristo, con quien Dios nos ha unido (v. 9).
La obsesión de Pablo no era un sistema nuevo de pensamiento, una ética, una enseñanza, una forma de organización eclesiástica ni un nuevo programa. Era la Persona que había llegado a conocer como mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo  2:5). Era la Persona que, no solo murió para pagar por los pecados de Pablo (1 Corintios 15:3), sino la que también, a través de su Espíritu, estaba viviendo su vida a través de Pablo (Gálatas 2:20) y era su vida misma (Filipenses 1:21).

Recibir a Cristo es iniciar la santidad. Apreciar a Cristo es avanzar en la santidad. Pero tener a Cristo siempre presente sería la santidad completa. —J. Hudson Taylor
¿Somos nosotros así de Cristocéntricos? ¿Nos damos cuenta de que el verdadero cristianismo se encuentra en la Persona viviente y la personalidad del Cristo resucitado? ¿Hemos aprendido que Cristo es y debe ser el centro de una relación personal con Dios? ¿Nos damos cuenta de que, adondequiera que miremos, allí está Cristo?
Si miramos atrás, Cristo es nuestro Creador (Colosenses 1:16)
Si miramos hacia el futuro, Cristo es nuestro Juez (2 Corintios 5:10).
Si miramos hacia arriba, Cristo es Salvador y Señor (Filipenses 2:5-11).
Si miramos hacia abajo, Cristo es nuestro sustentador (Colosenses 1:17).
Si miramos hacia la derecha, Cristo es nuestro Maestro (Mateo 23:8).
Si miramos hacia la izquierda, Cristo es nuestro Abogado (1 Juan 2:1).
Si miramos adentro, Cristo es nuestra vida (Gálatas 2:20).
Sin duda, una relación personal con Dios debe ser Cristocéntrica. Solo Cristo nos puede llevar a Dios, limpiarnos de la constante contaminación del mundo y ser nuestra Fuente de vida y ayuda en todo tiempo.
Es Cristo, la Palabra viva, quien revela, define y expresa la personalidad del Padre y quien debería estar continuamente en nuestros pensamientos como Señor y Vida. Es Él quien, por su Espíritu, está constantemente presente en todos y con todos los que han depositado su fe en Él (Mateo 28:19-20).  Mat 28:19  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones,(B) bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
Mat 28:20  enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Rom 15:5  Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús,
Rom 15:6  para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
(Artículos extraídos y adaptados del librito ¿Qué es una relación personal con Dios.




viernes, 4 de marzo de 2016

75  -  Una puerta abierta delante de ti
Carta a la iglesia en Filadelfia en Apocalipsis  
 
Apocalipsis 3:8 “Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.” 

Coincidiremos en que nada escapa del conocimiento de nuestro Dios, porque Él es el único omnisciente, omnipresente, eterno Todopoderoso creador y sustentador de la vida.
Estar frente a Alguien que conoce todo de nosotros, nos hace sentir en extrema debilidad y gran temor. Nos revela cuán pequeños somos.

YO CONOZCO TUS OBRAS
En primer lugar, Él dice que conoce las obras de la iglesia en Filadelfia; luego hace dos reconocimientos: ‘ has guardado mi palabra y no has negado mi nombre.’

Haciendo un ejercicio de reflexión podríamos preguntarnos, aquí y ahora:
¿Somos conscientes de que Él conoce nuestras obras como iglesia? ¿Sabemos bien a qué obras se refiere?

En lo individual, podríamos ser tentados para incluir en nuestra larga lista cosas tales como ‘ir a la iglesia’, ‘cumplir con el programa anual’, ‘no faltar en las ofrendas’, ‘participar en el coro’, ‘colaborar en el mantenimiento del lugar de culto’, ‘ser diácono’, ‘ser pastor’, ‘ser esposa del obispo’…. Es evidente que estas actividades y oficios, por bien realizados que sean, no son las obras que el Señor reconoce a la iglesia en Filadelfia.

¿Son las obras de aquellos cristianos similares a las nuestras?

El Señor nos explica dónde está la posible diferencia entre ellos allá y entonces, y nosotros aquí y ahora: aunque ellos tenían poca fuerza, ¡habían guardado Su palabra y no habían negado Su nombre!

UNA PUERTA ABIERTA QUE NADIE PODRÁ CERRAR
 ‘He aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar;’

Es prácticamente imposible dejar de pensar en Jesús, cuando informa a los que preguntaban si son muchos los que se salvan:   Lucas 13:24,25 “ Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.”)       O cuando anunció:    Juan 10:9   “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo.” 

Los de Filadelfia conocían el significado de la figura que les presenta el Señor pues la ciudad había sido fundada con la misión de llevar la cultura y el idioma de la civilización helénica a otros reinos.
Ahora, en el  kairos  de Dios, los cristianos son informados de otra puerta abierta delante de ellos; pero se trata de una misión gloriosa y única: dar testimonio de Jesucristo y de Su obra salvífica a los que aún no le conocen.
kairos: vocablo griego que, en la filosofía refería a un lapso no determinado de tiempo en el que sucedían cosas importantes.         En la teología cristiana significa ‘los tiempos de Dios’, que nadie conoce sino sólo Él, en los que Su voluntad opera conforme a Sus propósitos

W. Barclay hace una acotación interesante respecto del sitio donde fueron abiertas esas puertas:            William Barclay, COMENTARIO AL NUEVO TESTAMENTO, Tomo 16, El Apocalipsis (I), página 58 . Recomiendo una cuidadosa lectura de este comentario

“Filadelfia tenía una característica que ha dejado su impronta en la carta. Estaba al borde de una gran llanura que se llamaba la Katakekaumené, que quiere decir ‘la tierra quemada’; era una gran llanura volcánica en la que quedaban las señales de la lava y de las cenizas de los volcanes ya extintos. Tal tierra era fértil; y Filadelfia era el centro de una gran área vitícola y de producción de vinos.” 

La fertilidad de esa tierra nos lleva a recordar la explicación que Jesús da a sus discípulos, sobre la parábola de la semilla sembrada:    Lucas 8:15   “Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.”  
La iglesia en Filadelfia es el paradigma de la buena tierra en la que cae la semilla que da fruto.

AUNQUE TIENES POCA FUERZA
Sin embargo, esos fieles sabían que eran débiles, que tenían poca fuerza. No estaban resignados; todo lo contrario, eran muy realistas. Seguramente conocían:
2ª Corintios 12:9-10, “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.
Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.”  


¿Cuántos creyentes conocemos que estarían dispuestos a aceptar que son débiles? ¿Qué respecto de nosotros?

En esta era en que todo apunta a elevar la autoestima abundan maestros que enseñan a ansiosos alumnos a convencerse a sí mismos repitiendo frases tales como ‘yo puedo’, ‘yo valgo mucho’, ‘yo merezco que me vaya bien’, ‘yo me amo’ (y les cobran excelentes honorarios para que lo crean y practiquen en la vida diaria).
Vivimos en la era de exaltación del ego humano, de la afirmación de los DD.HH., y de encendidos discursos sobre la prosperidad terrenal para todo aquel que cumpla con los requisitos impuestos por los gobernantes de turno.
Aunque sea por un momento, apaguemos la TV, dejemos el diario de lado, pongamos en pausa nuestro ordenador; y pensemos en los creyentes de Filadelfia.

Los filadelfos vivían en una zona de temblores de tierra y de terremotos de alto poder destructivo. Estaban siempre en estado de alerta ante la posible recurrencia de esos fenómenos. Sus casas y edificios públicos mostraban las rajaduras y deterioros como si fuesen cicatrices. Pero, a pesar de ello, permanecían en ese lugar; sólo se mudaban del centro a la periferia. Tenían allí una misión que cumplir y deseaban llevarla a cabo.

Aquí hay una enseñanza para muchos cristianos genuinos que ‘sienten el llamado a las misiones’. ¡Gracias a Dios por tantos hombres y mujeres abnegados que han quedado como hitos en la historia de la iglesia!
Son ellos los que dejaron todo, fueron a vivir en países lejanos, asimilaron culturas e idiomas extraños con tal de llevar el Mensaje de Cristo. Sin embargo, no todos somos llamados a misionar en países lejanos. Hay los que son llamados a hacerlo allí donde fueron alcanzados por el amor de Dios y establecidos allí por Él para vivir su fe en Jesucristo.

Los creyentes de Filadelfia no tenían que ir lejos a testificar de Cristo y de su amor; tenían cerca a los destinatarios: ¡eran sus propios vecinos! No fueron famosos por enviar misioneros al exterior. Si lo hubiesen hecho hubiesen necesitado recursos, pues carecían de ellos. Ellos asumieron ser los misioneros que el Señor enviaba para alcanzar a sus conciudadanos. Y en esa tierra llevaron mucho fruto. ¡Vaya obra ejemplar la de estos filadelfos!

Si conviniésemos que es tarea difícil ir en misión a los que viven en países lejanos, sería bueno preguntarnos: ¿Es tarea fácil misionar entre nuestros propios conciudadanos? Independientemente del grado de dificultad que tenga: ¿La estamos haciendo?

Pero, además, el Señor les abre una puerta por la que pasarían otros que Él les enviaba. Y aquí tenemos una enseñanza adicional, gracias a la fidelidad de esos bravos hermanos y hermanas. Cuando el Señor vio que cumplían fielmente con la misión encomendada, les abre otra puerta; les confía una nueva misión.

Tenemos un Dios que todo lo conoce; si Él ve que hacemos Su obra por amor de Su nombre y de los que se pierden, en algún momento nos abrirá otra puerta que nadie cerrará. Él cumple con su promesa, porque es Fiel y Verdadero:     Mateo 25:29 “Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.”  

Notemos bien, si lo que hacemos no es para sola gloria de Dios, sino por vanagloria, lo que tenemos nos será quitado. Es aquí donde debemos sacar lecciones para arrepentirnos a tiempo, si el Espíritu nos convence de pecado.

Como relata el historiador secular E. Gibbon, ninguna de las otras seis iglesias pudo superar la prueba del tiempo:
“En Éfeso los cristianos lamentaban la caída del primer ángel (pastor) de la iglesia, que el primer candil de la Revelación se hubiese apagado; la desolación es completa, y el templo de Diana y la iglesia de María eludirán por igual el interés de los viajeros curiosos. El circo y los tres teatros de Laodicea ahora están poblados con lobos y zorros; Sardis ha sido reducida a una pobre aldea; el dios de Mahoma, sin un rival o un hijo, es invocado en las mezquitas de Tiatira y Pérgamo; y la populosa Esmirna está sostenida sólo por el comercio exterior de los Francos y Armenios.”   (11) 11. Edward Emily Gibbon (27 de abril de 1737-16 de enero de 1794),  Londres, Reino Unido ; obra citada, Volumen I, Capítulo X.

Este autor nos transmite su visión de la realidad histórica. Tengámosla en cuenta al profundizar la Revelación. El apóstol Pablo interpretó más de una vez este concepto de ‘puerta abierta’. Ya hicimos referencia a la ocasión cuando escribe a los corintios informándoles que se demoraría en Éfeso puesto que se le había abierto una puerta “grande y eficaz” y los adversarios eran muchos 1° Corintios 16:8,9  . Cuando había llegado a Troas el Señor también le abrió una puerta  2ª Corintios 2:12 ;     Colosenses 4:3   pidió a los colosenses que orasen para que se le abriese una puerta para la Palabra,  a su regreso de su primer viaje misionero, informó sobre la manera en que Dios les había abierto la puerta de la fe a los gentiles Hechos 14:27

Recordemos que la iglesia de Jesucristo comenzó de manera extraordinaria entre los judíos y estos, con el tiempo –mayoritariamente, salvo honrosas excepciones- rechazaron la Buena Noticia de salvación. Cuando comenzó a ser predicado a los gentiles, fueron los judíos los que se abalanzaron en contra de los apóstoles y nuevos conversos y los persiguieron donde quiera que fuesen predicando a Jesucristo, acusándolos ante los gobernantes romanos por adorar a otro Nombre, en lugar del César. Rechazaron al Mesías, persiguieron a los cristianos, los acusaron delante del Imperio invasor y no se detenían hasta lograr que los martirizaran.

Por último, se infiltraron en la iglesia, intentaron judaizar a los recién convertidos. Por eso, el Señor los denomina ‘Sinagoga de Satanás’; se vanagloriaban de ‘ser judíos’ (hijos de Abraham), mintiendo.

Sabemos de predicadores exitosos que cayeron; de iglesias que explotaron convirtiéndose en mega-iglesias y murieron; de movimientos religiosos liderados por falsos profetas y apóstoles que arrastraron a miles de almas sencillas que ya no están; todos desaparecieron. Esas puertas fueron cerradas por Dios. Ya nadie las podrá abrir.

Como contraste, a los cristianos de la pequeña iglesia en Filadelfia el Señor les abrió otra puerta que nadie cerraría: He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado.

Ahora el poder de Dios opera para producir una revolución: Filadelfia, la pequeña iglesia con poca fuerza, será visitada por enemigos desconocidos ¡que la reconocerían como la amada del Señor!

Debemos recordar aquí en el AT que, con frecuencia, los judíos creyentes expresaban su esperanza de un nuevo tiempo cuando las demás naciones le rendirían homenaje a Israel.

Así lo expresa Isaías:  “Y vendrán a ti humillados los hijos de los que te afligieron, y a las plantas de tus pies se encorvarán (…)Las labores de Egipto, las mercancías de Etiopía, y los sabeos, hombres de elevada estatura, se pasarán a ti y serán tuyos, irán en pos de ti, pasarán encadenados, y te harán reverencias (…) Reyes serán tus ayos, y sus reinas, tus nodrizas; con el rostro inclinado a tierra se postrarán ante ti y lamerán el polvo de tus pies”    Isaías 60:14; 45:14; 49:23

Por su parte, Zacarías tiene una visión del día en que todos los hombres de todas las naciones y lenguas se dirigirán a Jerusalén,  “y se agarrarán al manto de un judío, y le dirán: ‘Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros.”   Zacarías 8:22 y ss

La enseñanza apostólica mostró a los cristianos que la iglesia (asamblea) pasó a ocupar el lugar que la nación judía tuvo en el plan de Dios; para quien, un judío no era el que demostrase ser descendiente directo de Abraham, sino el que, cualquiera fuese su nacionalidad, hubiese hecho la misma decisión de fe que hizo Abraham  (Romanos 9:6-9)

La iglesia, fundada sobre la Roca que es Jesucristo, es el Israel de Dios  Gálatas 6:16    Las promesas que se le habían hecho a Israel las heredó la iglesia. Es a ella que se humillarán algún día todos los hombres en señal de sumisión.

En esto consistió la revolución en Filadelfia: que, inversamente a lo que los judíos esperaban (que las naciones se arrodillarían ante ellos, un día) serán ellos –junto a todas las naciones del orbe- los que se arrodillarán a los pies de Jesucristo, el Señor de señores, y Rey de reyes.

LECCIONES PARA NUESTRA MISIÓN HOY
Me permito comenzar la lista que los estimados lectores completarán por su cuenta.

1. El campo misionero (‘todo el mundo’) no es exclusivamente el que está a miles de kilómetros de distancia; es también la ciudad y país donde hemos sido alcanzados por el poder salvífico del evangelio de Jesucristo.

2. La iglesia está diseñada por el Señor para influir en la sociedad secular donde Él la ha implantado; no dentro de las cuatro paredes del edificio donde ella haya decidido reunirse como ‘asamblea’ de redimidos. Está diseñada para salir ‘fuera del campamento’ a buscar a los perdidos, no para esperar a que ellos se decidan a entrar.

3. Si retenemos la sana doctrina de Jesucristo y Sus apóstoles, y no negamos Su nombre (le somos fieles en cualquier circunstancia, y lugar, cueste lo que cueste) Él aprobará nuestra obra y nos recompensará abriendo una nueva puerta delante de nosotros.

La clave del poder de la iglesia no está en la fe de los creyentes sino en Aquél en quien depositamos nuestra fe. Él es autor y consumador de nuestra fe   Hebreos 12:2

 “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra.
 He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”. Apocalipsis 3:10,11 

Sobre estas promesas maravillosas que el Señor comparte con su amada iglesia en Filadelfia y con la que está en todo el mundo, en el tiempo de Su gracia.       Hasta entonces; con la paz del Señor.