jueves, 8 de agosto de 2013

NO PONGAS TUS ESPERANZAS EN LAS SITUACIONES, SI EN DIOS

 «Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma» 3 Juan 2.

Esa Escritura no dice, «yo oro para que tú seas prosperado conforme prospera la economía o conforme tu jefe decida ascenderte de puesto»; sino que dice «oro para que seas prosperado, así como prospera tu alma».
Es ahí donde la mayoría de los creyentes se equivocan en cuanto a la prosperidad económica. Se concentran en las situaciones externas, pensando que es ahí donde están sus esperanzas. Pero Dios no trabaja de afuera hacia dentro, sino de adentro hacia afuera.

Él lo bendecirá a usted materialmente conforme su alma prospere en su Palabra.

Esta es la prosperidad del alma del creyente. Cuando nuestra alma es ocupada y dirigida por el Espíritu de Dios mediante nuestro espíritu, de tal modo que dirige y pone nuestro cuerpo a disposición de Dios, entonces nuestra alma prospera.

Luego, cuando las semillas de la prosperidad hayan sido sembradas en su mente, en su voluntad y en su corazón, y cuando usted deje que esas semillas broten, entonces producirán una gran cosecha material no importa cuán malas estén las condiciones alrededor de usted.

Lea la historia de José en Génesis, desde el capítulo 37 hasta el 41. Cuando José fue vendido como esclavo a los egipcios, no tenía ni un centavo y ni siquiera tenía libertad. Sin embargo, justo en medio de su cautiverio, Dios le dio a José tal sabiduría y capacidad que éste pudo hacer que su amo, Potifar, se hiciera rico. Como resultado de esa acción, Potifar puso a José a cargo de todas sus posesiones. Luego, la esposa de Potifar se enojó con José y él terminó en prisión.

Vaya futuro para José en la cárcel. No hay mucha oportunidad para progresar en la prisión, ¿cierto? Pero Dios le dio a José entendimiento como nunca otro hombre lo tuvo en Egipto. Dios le dio tanta sabiduría que José llegó a ser parte del personal de Faraón: no como esclavo sino como el hombre más honrado en todo el país, después de Faraón. José pasó de la cárcel a ser primer ministro; viajaba en carruaje y la gente, literalmente, se inclinaba ante él. Durante el tiempo de hambruna que hubo en todo el mundo, José estuvo a cargo de todos los alimentos. ¡Eso sí es prosperidad!

¿Cómo Dios llevó a cabo eso? Lo hizo prosperando el alma de José.
No importa cuán miserable llegó a ser la situación de José, no importa cuán difícil era de resolver sus problemas, Dios pudo revelar los secretos espirituales que le abrirían a José la puerta al éxito.

Eso es lo que hace que el método de Dios para prosperar sea tan emocionante; en cualquier parte da resultado.

Él pudo revelarles los secretos del éxito para su situación en particular porque ellos creyeron en la Palabra de Dios y estuvieron dispuestos a escuchar su voz.

Deuteronomio 29:29 dice lo siguiente: «Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley».
¡Las cosas secretas! ¿Cuántas veces se ha quebrado la cabeza tratando de resolver un problema? Usted sabía que había una respuesta pero no se imaginaba cuál era. En otras palabras, la respuesta era un secreto, un secreto que solo Dios conocía y que no le competía a usted.

Pero si usted hubiera ido a la Palabra y de veras la hubiera escudriñado en oración y en meditación, hubiera recibido revelación en cuanto a ese secreto. Dios le habría mostrado cual era la solución precisa para ese problema.
Esa es la razón por la cual Dios le ha dado el Espíritu Santo. 

¿Tiene usted alguna idea de cuán increíble recurso es Él? La mayoría de los creyentes no tienen idea de eso; van a la iglesia y dicen: «Oh sí, amén hermano, gracias a Dios por el Espíritu Santo, alabado sea Dios, aleluya». Luego se van a sus hogares y se olvidan del Espíritu Santo. No es que ellos no sean sinceros los domingos, sí lo son, de veras aprecian lo poquito que entienden acerca del Espíritu Santo.

Pero no han aprendido a aprovechar la sabiduría y el poder ilimitados que Él pone a disposición de ellos en sus vidas diarias. Jesús dijo:

«Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir» (Juan 16:13).

Si usted es empresario, ese versículo significa que el Espíritu Santo le mostrará cómo aumentar sus ganancias y reducir sus gastos. Si usted es madre, ese versículo significa que el Espíritu Santo le mostrará cómo manejar las discusiones entre sus hijos. Si usted es estudiante, ese versículo significa que el Espíritu Santo le mostrará cómo sobresalir en sus estudios.

Hay muchísima gente por ahí retorciéndose las manos y preocupada: «Dios nunca me podrá prosperar —dicen—. Gano un sueldo muy bajo, y la compañía en la que trabajo está perdiendo dinero, así que sé que no me van a dar un aumento, ¿Cómo es que Dios me va a prosperar?» 
Tal vez Él le de una idea que haga que las pérdidas de la compañía se vuelvan en ganancias. Quizá Él le dé una idea de un producto nuevo y usted podrá fundar su propia compañía. Es posible que Dios le haya dado idea tras idea que podrían hacerlo rico si usted tuviera suficiente discernimiento espiritual para asimilarlas.

Sin embargo, usted ni siquiera sabía que existían esas ideas porque no ha prestado atención a las cosas de Dios. No ha estado buscando las revelaciones de las «cosas secretas». Posiblemente usted ha estado muy ocupado viendo la televisión y prestando atención a los anuncios sobre cuál pasta dental debería comprar o a los comentarios sobre la economía.

Óigame bien, el Espíritu Santo no podrá hacerle entender nada mientras usted esté tendido viendo la televisión. Él es un caballero, no va quitarle el control remoto de su mano y decirle: «Óyeme, terco. Tengo algunas cosas importantes que decirte». No, Él va a estar callado, esperando hasta que usted apague toda esa basura que está ocupando su mente y se concentre en Él.
Justo aquí es donde la mayoría de los creyentes se equivocan. Están tan ocupados con cosas de la vida, incluso tan ocupados en las actividades de la iglesia y de las organizaciones religiosas que no tienen tiempo para el Señor; nunca se toman el tiempo para estar en comunión con Él.

Hay creyentes a los cuales Dios ha querido poner en altos puestos políticos. Él les habría mostrado como resolver algunos de los problemas de sus naciones, pero Él no ha podido lograr que ellos le presten atención. Entonces Dios los deja donde están, que sigan dando vueltas en un trabajo sin futuro. Hay otros a los cuales Dios hubiera ascendido hasta llegar a ser gerentes de grandes corporaciones, pero ellos estuvieron tan ocupados en sus propias e insignificantes metas que no se molestaron en averiguar cuáles eran las metas de Él.

No desaproveche los planes de prosperidad que Dios tiene para usted. Pase tiempo con Él, préstele atención y aprenda a reconocer su voz. 
No bastará con unos cuantos versículos bíblicos y con unos cinco minutos de oración para tener acceso a las revelaciones que el Espíritu Santo tiene para usted; es necesario que tome esto muy en serio.

Si usted cree que no tiene tiempo para hacerlo, piénselo otra vez. ¿Cuántas horas al día pasa en frente del televisor? ¿Cuántas horas a la semana pasa leyendo los periódicos? ¿Cuántas horas pasa leyendo novelas y viendo revistas? ¿Cuánto tiempo pasa pensando en sus problemas?

Reemplace esas cosas por la Palabra de Dios; use ese tiempo para meditar en las Escrituras. Ore y diga: «Espíritu Santo, necesito saber qué hacer en relación a esta situación en la que estoy involucrado». Luego, ponga atención, Él comenzará a darle la sabiduría de Dios con respecto a sus finanzas (o cualquier otro aspecto de su vida). ¿De veras lo hará? ¡Sin duda alguna!

Santiago 1:5-6 dice: «Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Aquí la sabiduría se relaciona directamente con Dios, como en Pr 1:7.
La sabiduría no sólo incluye el conocimiento que viene de Dios, sino también la habilidad de ponerla en práctica (Pr 1:2–4; 2:10–15; 4:5–9; 9:10–12).

Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra».
pida con fe. Significa pedir de acuerdo con la voluntad de Dios, con plena confianza de que Dios es soberano (1 Jn 5:14–15).   sin dudar. Es decir, el que vacila en la práctica de su fe, que está lleno de indecisión.

No obstante, permítame advertirle una vez más. No se trata de leer unos cuantos versículos cada día y esperar ser prosperado. Sino que estamos hablando de escudriñar la Palabra y meterse en ella hasta que el Espíritu Santo empiece a hablarle y hasta que usted desarrolle una fe inconmovible.
Eso no es algo que sucede de la noche a la mañana. 
Como agricultor espiritual, usted debe sembrar, deshierbar y regar la Palabra en su corazón. Va a tomar tiempo y esfuerzo, pero créame, la cosecha bien valdrá la pena.

NAHUN 1:7 Bueno es el SEÑOR; es refugio en el día de la angustia, y protector de los que en él confían. 

Gracias Dios, Padre de nuestro señor Jesucristo, por lo que nos das: la paz, por tu protección del corazón, por tu ayuda para ayudar a otros, por tu cuidado, por hacer que todas las cosas nos ayuden a bien, conforme a tu propósito, a tu llamamiento, nos alegramos y regocijamos en tu amor, gracias por conocer nuestras angustias, por darnos vida, paz, por no abandonarnos, por tu calma, por levantarnos de tu mano, y por no desanimarnos, porque eres un Dios bueno, nuestro refugio y protección, levantamos los ojos a ti Padre amado de donde viene nuestra salvación y prosperidad.  Amen.


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